Congestionado el retorno a Venezuela
23 de noviembre de 2024
Hay dolor y aflicción infinita. Un vacío insondable imposible de cubrir. Tristeza y soledad agobiantes cuando es la de un compañero fraternal con quien juntos compartimos alegrías y adversidades, dichas e infortunios.
Así siento y padezco hoy la ausencia de Arsenio Bustos Alvarado, un hombre modesto, cordial y afectuoso, cuya muerte nos duele y conmueve tanto como a sus seres más queridos, familiares y una legión de sus colegas médicos y amigos.
Aunque nació en Santa Bárbara del Zulia, en 1932, hace ya 84 años, amaba a San Cristóbal como su propia tierra natal. Aquí estudió y se graduó de bachiller en la promoción “Manuel Osorio Velasco” del Liceo Simón Bolívar, en 1954, cuando apenas tenía 16 años.
Desde muy pequeño aspiraba a hacerse doctor en Medicina por vocación heredada de su tío materno, el reputado internista zuliano Roque Alvarado, y se fue a Caracas para cursar primer año de Medicina, pero no pudo completar sus estudios ante la amenaza de cierre de la Universidad Central durante el régimen de Marcos Pérez Jiménez, en 1954.
Y entonces, por recomendación de su excondiscípulo de secundaria en Maracaibo, Emil Negrón Silva, se fue a Córdoba, Argentina, para proseguir su aprendizaje. Acababa de terminar el sexto año de Medicina en la Universidad cordobesa cuando desde Maracaibo le notificaron que su madre, Bertha Alvarado de Bustos, estaba al borde de la muerte.
Y ya casado en 1961 con Ada María Luzi, su amor de siempre y de quien se había enamorado a primera vista allá en Córdoba, viajó a Maracaibo al sepelio de su mamá. Allá permaneció y se graduó en LUZ de médico en 1962, para retornar a Caracas y especializarse anestesiólogo en la UCV. Regresó a San Cristóbal a fundar su hogar con su esposa y sus 2 hijos: Analía de las Mercedes y Arsenio Miguel, también anestesiólogo graduado en la Universidad de Yale, en Connecticut, Estados Unidos, donde todavía reside.
Aquí, en San Cristóbal, comenzó a ejercer en el Seguro Social, en el Hospital Central, y en 1966 se incorporó de voluntario en la Cruz Roja, a la cual consagró gran parte de su vida. Fue presidente y director de la institución durante tres períodos casi sucesivos, desde 1985 a 2002, y en la actualidad era primer vicepresidente, luego de su jubilación a los 25 años de actividad profesional.
Insigne médico, voluntario de la caridad y la filantropía, hijo, esposo y padre ejemplar. También fue amigo íntegro, hermano de tantas alegrías y adversidades. Un venezolano digno y ejemplar. Compañero inseparable desde el 2012 en nuestros almuerzos semanales que iniciamos junto con el sacerdote jesuita, doctor José del Rey Fajardo, rector fundador de la Ucat; Yovanni Castro, director del Centro Empresarial Loyola, y el doctor Emilio Urbina, director de la Biblioteca en la misma universidad, para ese entonces.
En el mismo año, el doctor del Rey tuvo que separarse de la Academia tachirense con los doctores Castro y Urbina. Sus lugares de honrosos comensales fueron sustituidos por los doctores Rubén Darío Moreno, quien lamentablemente falleció en 2012, y Jorge Galiano, que se distanció para cumplir a tiempo completo sus compromisos de alcalde en Capacho.
Pero ahora Arsenio, tampoco estás tú. Se acabaron nuestros almuerzos habituales en tantas charlas cordiales. Ante tu tumba, junto a tus hijos Analía y Arsenio, nietos, bisnietos y demás seres queridos, colegas médicos y amigos, tributamos dolorosa despedida con nuestras oraciones por el eterno descanso de tu alma y el resto de lágrimas que aún nos queda.
¡Qué triste y desolador es cuando falta un amigo! ¡Cómo duele y aflige su ausencia definitiva! (Germán Carías Sisco)
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