Me dije que no escribiría, por ahora, sobre nuestra amarga existencia. Dos factores fundamentales: 1) la gente está cansada de más de lo mismo (casi dos décadascon ella a cuesta); y 2) Mucha gente no logra entender que estamos a pasos del precipicio. No obstante, el relato devastador de un colega profesor (por razones obvias lo llamaré “Erasmo”), me hace adentrarme nuevamente en nuestra crisis. Además, nos permite pasearnos por la verdadera realidad del oscuro mundo del venezolano de a pie. Y que al parecer, la cúpula del régimen, no lo sabe.
A ver. Trabajé con él en la capital de la República.Por allá en los años 90. Hombre jocoso, amable, decente, honrado y trabajador. Me consta. No es paja. Es de aquellas personas que no mira a quien para hacerle bien. Al menos eso fue lo que veía en este colega en la época donde se conseguía de todo. Cuando lo vi, me dije Dios santo. Lo volví a mirar fijamente para estar seguro de que era “Erasmo”. El profe que se reunía con sus alumnos de 5to año de Humanidades, para hablarles sobre Sócrates, Pitágoras, Eurípides. Immanuel Kant. En efecto. Era él. El que nos hacía reír con sus expresiones rebuscadas “para romper el hielo”. Como a cinco metros de distancia estaba parado, en la acera de la 5ta avenida de SanCristóbal,comiéndose un mango.
Me acerque y le pregunté: ¿Qué más “Erasmo”? Mi saludo pareció no hacerle mella en sus oídos. Lo miré como degustaba su fruta. Me observó indiferente como buscando una respuesta. Lanzó el residuo del mango a un costado de la acera y se limpió las manos con el extremo de un saco sport que cargaba sobre sus hombros. Esperé que terminara de limpiarse la boca con la manga del paltó. Alzó el dedo índice apuntando hacia el cielo y me dijo: “Profesor, no me apeno de andar con esta facha. Soy un ser libre y creo no tener la culpa por lo que nos pasa”. Hubo una pausa corta y continuó: “Nuestra democracia se fue para el carajo. Y este es el momento donde cabe lo que decía Sócrates: solo sé que no sé un coñ…. Esta es mi respuesta sobre su pregunta profesor”. Sonreí. Quise decir algo pero me interrumpió: “No hay qué más, profesor. Solo hay menos. Saque usted la cuenta y verá que solo tenemos menos en esta sociedad de cómplices y de mal habidos”. Me dije: su pensamiento filosófico sigue intacto. Agachó la cabeza y con voz nítida, clara, un tanto ronca expresó: “Estoy bien, profesor. Bastante bien. Pero me duele que hoy fue expropiada mi vida por la dictadura. Me quitaron hasta el modo de caminar. Mas no mis ideas. Que son las que hacen al hombre digno. Usted me ves así con esta percha, pero no soy un lame culos… Ellos sí lo son. Yo no. Aún sigo manteniendo mis principios éticos. Que lo que le digo es mentira porque me como un mango en plena calle? Pues, con hambre comemos cualquier vaina y lo cortés no quita lo valiente”.
No pude decir mayores palabras porque hablaba con mucha fluidez y énfasis de lo que afirmaba. Continuó: “Profesor, yo a usted lo admiré en otro tiempo, sé quien fue usted, pero hoy no sé qué se trae entre manos. Desconozco lo que hoy piensa, y además, no me interesa. Porque tenemos cooperantes que te secuestran tu vida. Te la expropian para hacer con ella un factor de coexistencia…(pausa)… Me explico, nuestra vida la expropian para convertirte en uno de ellos…a porrazo limpio. No les importa el dolor ajeno”. Dio media vuelta y se fue con pasos lentos (cojeando). Con su saco sport, color marrón (tal vez para que el sucio no resplandeciera) sobre sus hombros, pantalones corroídos por el uso, camisa que en una época fue blanca, y zapatos desgastados. Así andan muchos hermanos venezolanos desde hace buen rato. Porque tal vez le han “expropiado su vida”. Dios. Se abre el debate pues. (Alfredo Monsalve López) /
@monsalvel