Regional
Doble calvario de los tachirenses: surtir combustible y el transporte
11 de julio de 2018
La gente se niega a que la desidia se convierta en costumbre; pero a medida que pasan los días nada indica un cambio favorable para la población tachirense en materia de transporte y de abastecimiento de combustible. En las pocas estaciones de servicio en funcionamiento en la parte alta de San Cristóbal, en límites con el municipio Cárdenas, los conductores pacientemente esperaban alrededor de tres horas para llenar los tanques de sus vehículos.
Y muy cerca de ellos otro de los tristes espectáculos del diario vivir en la ciudad se desplegaba: gente que hace horas deberían estar en sus destinos laborales o personales todavía esperando el transporte.
De manera ordenada se estaba despachando los vehículos, bajo la vigilancia de funcionarios de la fuerza militar; pero para hacer esto los conductores saben que deben invertir al menos una mañana, suspendiendo otras tareas que bien pudieran realizar en esas horas o incluso faltando a sus labores.
En gasolineras, por ejemplo la de Cuatro Esquinas cerca al Hotel El Castillo, aunque permanecían cerradas, la cola se extendía en sus afueras, ya que un rumor fuerte indicaba que la “gandola iba a llegar” de un momento a otro.
Ante el temor de los continuos apagones que se han presentado en los próximos días, se expandió el temor de que esto afectara negativamente la prestación del servicio; sin embargo, los trabajadores de las estaciones de servicio desestimaron tales miedos ya que cuentan con plantas eléctricas, así como aquellos relacionados con fallas en el Citags.
Paciencia infinita
Pero al menos los conductores tenían sabían que esperar tres o dos horas por combustible les permitiría al menos seguir movilizándose por la ciudad, suerte con la cual no cuentan mucho en la actualidad los pasajeros del transporte público.
Los pobladores de la parte alta de San Cristóbal y Cárdenas se consideran totalmente abandonados por parte de las autoridades municipales, regionales y municipales que no atienden esta problemática.
Muchos de ellos, provenientes incluso de Palo Gordo o más allá, se concentran al final de la avenida Los Agustinos para ver si se produce el milagro de que aparezca una buseta o un bus para que los lleve a su lugar de destino.
Ya “imposible” resulta la palabra precisa para toda aquella persona que aspira moverse por transporte público sea dentro o fuera de los límites urbanos. Se trata de un paro de transporte nunca declarado; pero de consecuencias peores que aquellos momentos de protesta y turbación pública que alguna vez fueron rotulados así.
Cada unidad de transporte que avistan a lo lejos, los despiertan por momentos de la modorra que ha sido contagiada por la espera. Pero muchas veces sus ilusiones son engañadas, y simplemente se ponen a pensar en la excusa que tendrán que dar por su tardanza, aunque está ya en los actuales momentos a pocos importa.
Para Héctor Contreras de no llegar transporte sencillamente debe devolverse a su casa, y avisar que no lo aguarden. Jairo Peñaloza no se puede dar ese lujo, ya que necesita realizar gestiones financieras de suma urgencia mientras que Adriana Vargas carga su bebé en brazos ya fastidiado, confiando en la buena voluntad de un chofer o de un amigo que se aparezca por efecto de una gracia divina.
Pero peor a esa infinita espera se suman más fatalidades, pues la inseguridad no ceja en su asecho.
La señora a muy baja voz comenta que acaba de ver en Palo Gordo como dos motorizados atracaron a un joven para despojarlo de su teléfono celular, sucesos que ya se volvieron algo normal en esa zona de la ciudad, donde se rumora actúa una banda bajo ese modus operandi, sin que ningún organismo de seguridad se empeñe en poner fin a su azote.
Freddy Omar Durán