El enésimo cierre del vertedero de San Josecito refuerza un problema que ya se venía presentando por el servicio de recolección del aseo urbano, y –necesario es decirlo- por falta de cultura ciudadana respecto al tratamiento de los desechos sólidos.
Escogidos como “puntos estratégicos”, la gente acumula en ellos bolsas y bolsas de basura, pretendiendo que de esta manera se deshacen de lo indeseable en sus casas, negocios y oficinas creando complicaciones mayores en los espacios públicos y el medio ambiente, sobre todo hoy en día cuando el ciudadano se ha acostumbrado a caminar más por las aceras, a falta de transporte, o estacionado en su carro a la espera de ser despachado de gasolina.
Es decir lo que se pretende ocultar cada vez es más visible y oloroso, llegando a dimensiones inmensas, pues una vez creado el vertedero espontáneo, nadie duda en alimentarlo cada día más.
Esas bolsas de basura no se abren, bajo el sutil toque de mariposas y abejas, cual si fueren rosas que con su delicioso aroma saludan la primavera, sino que son desgarradas por mendigos, perros y zamuros para dejar escapar hediondez, el perfume del pandemónium del caos en que vivimos, y esparcir su contenido en calles y aceras.
No hay sitio de San Cristóbal que escapa a la acumulación desaforada de basura; pero hay sitios donde tal adquiere ribetes de emergencia sanitaria. En el Centro entre esquina y mitad de cuadra parecen hitos para los transeúntes, sin embargo las palmas por la desidia la merecen los alrededores de la Plaza Bolívar, y el cruce entre el paso peatonal que conduce al corredor turístico Chucho Corrales y la Quinta Avenida. Allí es el sector comercial, el que contribuye a fomentar la contaminación, sin que ninguna autoridad o reglamentación lo impida.
Tampoco se salvan los espacios públicos que dan a Residencias El Parque y el Centro Comercial El Pinal, que aunque se intentan acumular los desechos en contenedores, estos están al máximo de su capacidad. Cerca a ellos deben pasar por la aceras hombres, mujeres niños, que no pueden evadir el foco de infección pues a un lado tienen la avenida, por la que pasan vehículos a gran velocidad y por el otro el enrejado del conjunto residencial.
A lo largo de la avenida Rotaria los casos abundan. Los conductores que aguardar por el abastecimiento de combustible en la estación de servicio de la urbanización San Cristóbal reciben como prueba adicional de su paciencia de horas, la pestilencia regada a lo largo del dilatado cerco de un lote. Otro tanto se puede observar un poco más abajo del supermercado Garzón, en la vía que va hacia el IUT, donde se aprovecha lo baldío del terreno para arrojar allí lo que sea.
Pero el colmo de la dejadez, el premio a la insalubridad, se lo lleva el Terminal de Pasajeros de la Concordia, donde se ven sacos amontonados que claramente señalan su origen de los mercados que en la zona laboran. Sin importar lo estrecho de la isla que divide a la avenida principal, de alguna manera la montaña de basura la arreglan para que quepa lo suficiente y siga sirviendo cumpliendo sus buenos oficios, en vista de que la crisis del aseo en San Cristóbal, no presenta a corto plazo solución.
Freddy Omar Durán