“El Orinoco y el Magdalena se abrazarán, entre canciones de selva y tus niños y mis niños le cantarán a la paz”.
(Alí Primera cantautor venezolano)
Luego del magnicidio frustrado contra el presidente venezolano Nicolás Maduro y todo el poder político y militar de nuestro país, no queda ninguna duda de que su origen y su planificación fueron gestadas en territorio neogranadino y en Florida (USA), por parte de una cúpula criminal heredera del legado de Francisco de Paula Santander y por sus lacayos en Venezuela.
Es bastante conocido a través de la historia lo ocurrido entre las dos naciones hermanas las cuales nacieron en el suelo suramericano -gracias a su vecindad territorial – bajo las raíces de una cultura Chibcha y Caribe que al paso de los años, con el yugo del conquistador español y del misionero, vieron nacer el Virreinato de la Nueva Granada y la Capitanía General de Venezuela.
El tiempo se encargaría de buscar un equilibrio entre las dos naciones a pesar de haberse roto el sueño de la Gran Colombia (Angostura 1819), creada por el Libertador Simón Bolívar y que desaparecería con la Cosiata de 1830, encarnada por la traición del “burgués de orilla” José Antonio Páez y del “leguleyo” neogranadino Francisco de Paula Santander.
Todo parece apuntar a la mano peluda del imperio norteamericano quien encontró su sicario mayor y ha tejido a través de sus redes, un capítulo para que la historia repita y consolide la sentencia bíblica del asesinato de Abel por las manos de Caín; así como lo expresó nuestro padre Bolívar a la muerte del Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre en Berruecos: “¡Ay bala!… han matado al “Abel de América””.
La realidad de Colombia engendró una sociedad de sicarios y asesinos donde el caldo de cultivo ha sido la droga y la traición; no se necesita para ello tener un ambiente de paz sino un ambiente de guerra y de muerte, para poder asesinar a diestra y siniestra a sus hijos, aún en su propia casa.
Con el tiempo hemos visto trasladar su odio hacia las fronteras, donde dos países hermanos (Venezuela y Ecuador) libran una lucha para el desarrollo de sus pueblos – bajo diferentes estilos – pero con el abrigo de una paz anhelada, la cual ellos mismos no han podido construir en su propio territorio desde la muerte de Jorge Eliezer Gaitán.
El fantasma de Maquiavelo atizado por el imperio norteamericano en la sentencia de “divide y reinarás”, es el que siempre ha privado en nuestras repúblicas y fue visualizado por El Libertador cuando dijo: “Los Estados Unidos de norte américa parecen destinados por la Providencia para plagar de miseria la América a nombre de la libertad”.
Desde la llegada del Comandante Chávez y la Revolución Bolivariana a la patria de Bolívar pareciera que el fantasma de Santander apareció de nuevo y comenzó a pasearse por la Casa de Nariño, bajo las figuras siniestras de Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos y también ahora con la del hijo putativo del “cachaco de Medellín”, Iván Duque; mejor conocido en los bajos fondo como “El Uribito”.
Aún está viva para el pueblo colombiano la esperanza castrada por el expresidente Santos de la tan esperada paz. Este sueño que contribuyó a labrar el Comandante Chávez (hoy se investiga su muerte) y el cual luego se ha visto frustrado con el asesinato de más de 200 líderes sociales y entre ellos miembros de las FARC-EP, quienes al parecer no entregaron sus armas para contribuir al añorado “premio nobel” del farsante traidor – el expresidente Santos – quien junto con Uribe mataron las esperanzas del pueblo colombiano.
Hoy después del atentado magnicida contra todo el Estado venezolano y contra el Presidente Nicolás Maduro – calificado de dictador por la oligarquía neogranadina – esta se ha quitado la careta, muy a pesar de que el pueblo colombiano persiste en su lucha y sigue enfrentado desde hace muchos años a la oligarquía santandereana, en busca de su libertad.
Un gran ejército se prepara en la Patria de Bolívar no para la guerra sino para la paz. Igualmente en toda la Gran Colombia están presentes los valientes soldados quienes resucitan el sueño de Simón Bolívar y el de abnegados patriotas como Antonio Ricaurte, Antonio Nariño y Atanasio Girardot.
No todo está perdido al Norte de Suramérica porque con el ejército por la paz se alistan no solamente los hijos del ejercito del Libertador sino también, millones de colombianos quienes residen en Venezuela (son más de 6 millones) y además los otros 8 millones y medio, quienes votaron en las pasadas elecciones de Colombia contra del trio del mal: Uribe, Santos y Duque. Todo ello sin contar también los millones de bolivarianos quienes apuestan por la paz en todos los países del mundo.
Si bien muchos sueñan y preparan los tambores de la guerra – la cual ya no es convencional – en la Patria de Bolívar somos millones quienes apostamos y conformamos el ejercito de la paz.
Contra este respetado ejercito nada ni nadie lo podrá detener, muy a pesar de que la oligarquía neogranadina pertenece a la OTAN, al cartel de Lima y tenga las siete bases militares gringas; porque el amor de los niños, el de las mujeres y el de los hombres de bien de la República Bolivariana de Venezuela nos lleva a gritar al unísono: “¡Alerta, alerta, alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina!”…
¡Viva la paz!
¡Amanecerá y veremos!