“Ni presos, ni muertos somos útiles en Venezuela. Decidí por seguridad propia y de mi familia buscar refugio, pero sigo luchando con más exiliados para convencer al mundo de la necesidad de una intervención humanitaria para liberar al pueblo de Venezuela”.
Desde el exilio, mediante una nota de prensa, el dirigente político Danny Ramírez exhortó a los países latinoamericanos y del mundo, a acoger las medidas de protección internacional para los venezolanos en condición de refugio quienes, en ocasiones, sufren discriminación para ser contratados en puestos de trabajo por no poseer los documentos apostillados.
“La decisión de salir huyendo del país que nos vio crecer es una tarea desgarradora. Hemos tenido que dejar a nuestros hijos, esposa, madre, hermanos, amigos y trabajos por la amenaza que representa Maduro en el poder. Por tanto, ser migrante ya es suficientemente doloroso como para tener que pasar hasta hambre por algunos trámites que son misión imposible de obtener en Venezuela”, dijo.
Ramírez recalcó que durante años ha estado del lado de los ciudadanos para protestar contra el gobierno primeramente de Hugo Chávez, de quien fue preso político durante dos años, y ahora de Nicolás Maduro, sin embargo, por razones forzadas tuvo que refugiarse en Chile.
Agregó que, a comienzos del presente año, fue alertado acerca de una nueva arremetida por parte del gobierno nacional contra dirigentes y disidentes en el Táchira luego de la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente.
“He sido amenazado hasta de muerte por denunciar la podredumbre y corrupción que tienen los Vielma en el Táchira con la reventa de pollos y otros rubros. Durante las protestas del 2017 públicamente fui señalado en las cuentas de oficialistas como la del exgobernador, de haber sido responsable de las protestas y ‘barricadas’ que formaban los ciudadanos enardecidos contra la dictadura”, explicó.
Relató que durante su viaje por Colombia, Ecuador y Perú para llegar a Chile presenció el dolor de las personas que emigran y el sacrificio de muchos caminantes que con zapatos desgastados no perdían las esperanzas de encontrar calidad de vida en países hermanos.