Internacional
Antes de la ofensiva contra Idlib, los habitantes se preparan para lo peor
7 de septiembre de 2018
Abu Jaled dejó su casa por una tienda de campaña en un campamento de refugiados de la provincia de Idlib. Piensa que tener cerca a militares turcos desplegados como observadores los protege de un asalto del régimen sirio.
Como él, habitantes y responsables de los servicios médicos de este último bastión rebelde se preparan para una ofensiva de las fuerzas del presidente Bashar Al Asad y su aliado ruso.
Presentado como inminente, el ataque podría provocar una «catástrofe humanitaria», advirtió la ONU.
En la provincia de Idlib, donde se encuentran cientos de miles de personas que ya huyeron de otras regiones de Siria, muchos hospitales fueron destruidos o no tienen suficientes medicinas.
El régimen de Asad y Rusia bombardean desde hace varios días sectores del sur de Idlib, entre ellos el pueblo donde vivían Abu Jaled, de 68 años, y su familia.
«Hubo bombardeos (…), entonces fuimos a instalarnos cerca de un puesto (militar) turco», explica el patriarca, con una chilaba blanca y una kufiya roja. «Es para protegernos», asegura, delante de la tienda que le sirve ahora de casa, en la región de Sarman.
Tras un acuerdo concluido en 2017, Rusia e Irán, aliados del régimen, y Turquía, apoyo de los rebeldes, establecieron zonas de «distensión» en el conflicto. Una de ellas estaba en Idlib, y por eso fueron desplegados en la provincia soldados turcos, en calidad de observadores.
Como la de Abu Jaled, otras familias buscan la protección de los observadores turcos. Han construido precarios cobijos, con palos y coloridas telas.
Los niños corren descalzos, mientras una mujer vigila una olla sobre una pequeña lumbre.
Plan de urgencia
En total, unos tres millones de personas viven en la provincia de Idlib y los reductos rebeldes de las provincias vecinas de Hama, Alepo y Latakia, según la ONU.
Una ofensiva podría causar hasta 800.000 desplazados, que podrían dirigirse hacia otros territorios rebeldes en la frontera turca, o incluso a Turquía.
En previsión de un flujo masivo, Yusef Nur está haciendo inventario del material del que dispone un centro de acogida temporal de desplazados de la provincia de Alepo, como viejos colchones de espuma o alfombras de yute.
«Hemos creado un plan para hacer frente a cualquier movimiento de población urgente», explica Nur.
En el exterior, bajo un sol abrasador, están instaladas grandes carpas blancas. Por el momento, solo se ven algunos hombres estirados a la sombra de estas precarias tiendas.
«Actualmente hay 700 personas, todavía podemos recibir a entre 1.800 y 2.000 personas», precisa.
Escasez en los hospitales
Los hospitales de la provincia se preparan para lo peor.
«Cada uno tiene que tener un plan de urgencia especial», advierte Mustafá Al Eido, subdirector de la autoridad sanitaria provincial.
Las 50 ambulancias de sus servicios trabajarán en cooperación con otras organizaciones, como los Cascos Blancos, los socorristas de la zona rebelde.
Reconoce sin embargo que hay «importantes carencias» de medicinas, productos anestésicos, además de mascarillas o tratamientos para pacientes en caso de ataque químico.
La posibilidad de un ataque químico está en la mente de todos, después del que mató a más de 80 personas en 2017 en la provincia, en Jan Sheijun, y el de Guta Oriental en abril.
Tras el ataque en Jan Sheijun, el personal médico de una decena de hospitales siguió en Turquía una serie de cursos específicos con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Pero en caso de ofensiva, los hospitales y las clínicas se verán rápidamente desbordados.
«Menos de la mitad de las instalaciones médicas están operativas en sectores que podrían ver rápidamente un recrudecimiento de la violencia», advirtió hace poco la OMS en un informe. AFP