Opinión

Intentaron encarcelarlo

7 de octubre de 2017

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El texto del evangelio de este domingo recuerda una parábola de Jesús que resultó conflictiva. Los oyentes se alarmaron e “intentaron arrestarlo”. Pero tuvieron miedo a la multitud pues creían que Jesús era un profeta. Los oyentes eran los dirigentes o senadores, unos de extracción sacerdotal y otros laicos. No eran lerdos, comprendieron que la parábola los desacreditaba a ellos, por eso intentaron encarcelar a Jesús. Es una tentación muy actual: silenciar o encarcelar a las voces proféticas que denuncian los desafueros de los gobernantes de turno.
La parábola de Jesús la protagoniza un terrateniente. Alquiló sus tierras a unos labradores. A su debido tiempo envió sus criados para cobrar el alquiler: a unos enviados los apalearon y a otros los mataron, pero no pagaron lo que debían. El propietario envió después a su hijo pensando que les infundiría respeto, pero lo mataron para quedarse ellos con la propiedad de la hacienda. Los oyentes de la prédica eran los dirigentes del pueblo. Les preguntó Jesús: ¿Qué hará el propietario con esos labradores? Contestaron: “matará a esos malvados y alquilará sus tierras a otros”. Esa respuesta fue justa, pero era su propia condena, porque la parábola se refería a ellos, como dirigentes de la sociedad. Dios les dio autoridad y no correspondieron a la confianza depositada en ellos (Mt 21, 33-439).
El pueblo de Israel fue el pueblo elegido por Yavé en el Antiguo Testamento. Dios lo protegió con cariño especial. Le envió profetas, jueces, reyes y sabios. No les escucharon. Les envió a su propio Hijo Jesucristo, pero no correspondieron. Por eso Dios amplió los horizontes y se comprometió con un nuevo pueblo universal: la Iglesia. De hecho los israelitas mayoritariamente siguen sin aceptar que Jesús de Nazaret y el Mesías y Salvador enviado por Dios al mundo.
El Papa Francisco hizo una “visita de paz” a Egipto en abril-2017. Una visita difícil. Unos días antes, un grupo islámico, terrorista, mató a 34 cristianos que celebraban la fiesta del Domingo de Ramos en su templo. La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos, escribió en la antigüedad el teólogo Tertuliano. Hoy las vocaciones a la Vida religiosa y sacerdotal salen de países sin tradición cristiana. Las viejas comunidades cristianas de Europa han cerrado los seminarios, no se interesan por la religión. Tratan de suplirla con medidas de seguridad y con desarrollo material.
Dios está entregando su viña a otros labradores, no europeos. La piedra desechada por los nuevos arquitectos de Europa es ahora la piedra angular de la Iglesia. La historia es maestra de la vida, es lástima que no entendamos sus lecciones.
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Benjamín García Fernández

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