Internacional
Los periodistas afganos pagan el alto precio de la guerra
21 de septiembre de 2018
Apenas habían terminado su directo en el lugar de un atentado suicida en Kabul, cuando un coche bomba explotó a solo unos metros de los periodistas de la cadena afgana ToloNews, que acabó con sus vidas.
Con la muerte de Samim Faramarz y Ramiz Ahmadi el pasado 5 de septiembre, ya son 13 los periodistas abatidos este año en Afganistán, un país que en 2018 se convirtió, según Reporteros Sin Fronteras (RSF), en el más mortífero del mundo para los medios.
Una situación que lleva a las redacciones a replantearse un viejo debate: cómo informar en un entorno tan peligroso.
«Cuando salimos de casa, no sabemos si volveremos vivos», declara a la AFP Hamid Haidary, periodista del canal 1TV, cuyas fotos de colegas muertos presiden su despacho.
Hamid Haidary también fue al lugar de la explosión que le costó la vida a los dos periodistas de ToloNews, una de las dos cadenas de información continua del país. Pero, por suerte, regresó a su oficina minutos antes del segundo atentado.
«Esto ya es demasiado para nosotros», se lamenta Lotfullah Najafizada, director de ToloNews, el mayor radiodifusor privado de Afganistán.
Las condiciones de seguridad empeoran cada año y el miedo y la ansiedad están cada vez más presentes, admite.
«El peligro no esta sólo en el lugar de la explosión sino también cuando se trata de desplazarse a una provincia, venir a la oficina o incluso estar en ella. Los riesgos están en todas partes», asegura.
Zonas de acceso prohibido
Según RSF, unos 60 periodistas y empleados de prensa fueron abatidos en Afganistán desde la invasión estadounidense de 2001 que puso fin al régimen de los talibanes y permitió la eclosión de una industria de medios independientes.
Según un centro de apoyo a los medios en Afganistán, el NAI, el balance sería de 95 decesos.
Pero la salida de las tropas de combate de la OTAN a finales de 2014 marcó el inicio de una degradación brutal de la seguridad, con un aumento de los ataques talibanes y la llegada al país del grupo yihadista Estado Islámico (EI).
En cuatro años, 39 periodistas y empleados de prensa fueron abatidos, según RSF, y los medios se vieron obligados a reducir la cobertura de los campos de batalla. A muchas de las zonas no se podía ni entrar.
Así, los atentados suicida en los centros urbanos, en particular en Kabul, se convirtieron en una de las prioridades de los medios afganos, por lo que los periodistas suelen precipitarse para ser los primeros en llegar al lugar de los hechos.
Un doble atentado con bomba en la capital afgana el pasado 30 de abril, reivindicado por el grupo EI, dio un giro a la situación.
Nueve periodistas, incluido el jefe de fotografía de la AFP Shah Marai, perdieron la vida. Fue el balance más alto para la profesión desde la caída del régimen talibán.
Menos de tres meses después, un conductor de la AFP, Mohammad Akhtar, fallecía en otro atentado suicida.
Ir o no ir
Estas muertes obligan a los medios a preguntarse acerca de sus medidas de seguridad, y más aún con el aumento de la violencia registrado en el país de cara a las elecciones legislativas del próximo mes de octubre.
Tanto el gobierno como las fuerzas de seguridad son consideradas en gran parte responsables de esas muertes por no haber sabido protegerlos. Aún así, las redacciones también son objeto de críticas, por haber puesto a su personal en peligro.
«Perder a periodistas en acontecimientos similares y no extraer lecciones de los errores cometidos es una mala gestión, tanto por parte de los medios como del gobierno», afirma Sayed Ikram Afzali, director ejecutivo de la oenegé afgana Integrity Watch.
Pero no cubrir los atentados suicida «sería una falta de respeto de cara a las víctimas», considera el jefe de la oficina de la BBC, Shoaib Sharifi, que asegura reducir los riesgos.
La cadena 1TV, que ha perdido a muchos de sus empleados en atentados, seguirá acudiendo al lugar de las explosiones.
«La gente merece saber lo que pasa en su país», declara el director de información, Abdullah Khenjani, asegurando, no obstante, que ya no buscan ser los primeros en llegar.
La posición por defecto del New York Times es «no vamos… a menos que haya una razón excepcional para ir», indica el jefe de la oficina de Kabul, Rod Nordland. «Pero en la mayoría de los casos consideramos que no hay ninguna razón excepcional».
El diario estadounidense prefiere visitar los hospitales o a las familias de las víctimas para mostrar el sufrimiento humano causado por ese tipo de ataques.
La Agencia France-Presse ha adoptado las mismas reglas.
«El riesgo de ser alcanzado por un segundo atentado es superior al valor periodístico de las imágenes de un atentado», apunta Rod Nordland. AFP