Hoy el árbol de Pimiento, emblema de El Cobre y del Táchira, que acompañó el crecimiento de unas 10 generaciones o más, sucumbió. Y para muchos esto no será transcendental. Sin embargo, este hijo de la madre tierra, ha sido una alegoría de firmeza y de fortaleza, muy pocos seres vivos alcanzan esa senectud, ¡444 años! , suficientes para sentir admiración por esta obra. Más de 4 siglos como vigía de este pueblito andino, siendo el fondo de las fotos de propios y de extraños en la Plaza Vargas.
Tal vez decir esto resuene en los oídos de muchos, pero la desmemoria, la desatención, el desaire y la indiferencia que sufre el venezolano desde hace aproximadamente unas 2 décadas cobra otra víctima. Y si, esto también es causa del ejercicio incorrecto de las políticas, y de una mala administración, no solo ahora, desde épocas memorables, jamás se le brindaron los cuidados y controles necesarios para que este gigante permaneciera por unos 4 siglos más. Pero es de esperar, una gerencia que no se mortifica por un ser que puede hablar y moverse, menos lo hará por uno que no lo haga.
Esto es una micro analogía del desmoronamiento que sufre el país, porque evidentemente no se limita solo a lo económico, también nos arranca de raíz nuestra familia, nuestros sueños, nuestros recuerdos, nuestros emblemas… y nuestros árboles.