Esta carta se la escribí al Niño Jesús cuando los morochos tenían 9 años y ahora empezando esta navidad y con los chamos adolescentes, decidí recordársela, porque hay muchos temas pendientes, que vale la pena tocar.
“Querido niño Jesús. Tiempo sin saber de ti. Bueno, viniste el año pasado y dejaste en el arbolito algunos regalos para los morochos, que los tipos usaron media hora y luego pasaron a la cesta de peroles ‘usados’ que esperan la próxima navidad para ser regalados en la colecta del cole. Como sabes, este es un tema que me preocupa porque me cansé de hablarle mal a mucha gente por consentir tanto a sus hijos y convertirlos en unos monstruos consumistas. Y resulta que tú, que se supone más prudente y sabio, no ayudas mucho. Por cierto, tengo la impresión de que hace rato que este par sabe de donde vienes, pero prefieren hacerse los musiús para no tener que enfrentar a alguien más centradito que tú. Al menos ya se concentraron en ti, porque hasta el año pasado discriminaban mercado y además enviaban correspondencia certificada a Santa, Los Reyes Magos, la Babushka rusa y la mismísima Befana italiana.
Pero con el mayor respeto (esa expresión tan nuestra que usa la gente antes de lanzarte un petardo), quiero decirte que me parece que esa venida tuya una vez al año, aunque parezca una contradicción, me resulta insuficiente.
Por ejemplo, en el país no hay leche. Me refiero a la leche leche, completa, descremada, líquida o en polvo. Que de la otra sí es verdad que hace años que hay escasez total. Entiendo que si te apareces el 24 en la noche con una caja de leche, la rebelión de los mocosos dejaría pálido los motines en la cárcel de Sabaneta, pero podrías echarte una pasadita en otros momentos estratégicos y tirar unas cajitas de leche importada.
Después de todo, Baby Jesus, esa sí la tienes fácil porque tú que danzas por todo el mundo sabes que, con la excepción de Venezuela, hay leche en todas partes, hasta en Botswana, después que aprendieron que controlar los precios no era una decisión muy inteligente para garantizar abastecimiento.
Pero eso es un detallito. Dime tú cómo crees que dejarías a las amas de casa venezolanas si te das una pasadita antes de las fiestas y les dejas un recuerdito de Costco o del Publix más cercano. Nada sofisticado ni costoso. Algo profundo, sublime, divino, simbólico del amor de Dios: un paquete de papel tualé, de ese esponjocito que tiene como 6 hojitas por cuadrito, con un “print” de ositos o florecita y hasta perfumado.
Bueno, entiendo que mi solicitud podría resultarte inviable. Con tantas necesidades en el mundo y yo pidiéndote que te pases el año preocupado por un pequeño país al que tu papá le dio todo y aquí nos empeñamos en mal gastar. Pero entonces concédeme al menos un deseo menor.
Ilumina al gobierno para que entiendan que no se resuelven los problemas atacando las consecuencias sino las causas. Dales la capacidad de reflexionar y arrepentirse. Ayúdalos a entender que no se avanza radicalizándose y destruyendo, sino negociando, integrando y estimulando la creación. ¿De qué te ríes? Bueno, está bien, entonces si eso te parece más peludo aún, entonces te la pongo papaya. Ayuda a que los venezolanos entiendan que hay otra forma de vivir. Que nadie tiene derecho a abusar de ellos. Que el mundo moderno hace rato que demostró que hay otra forma respetuosa de gobernar”. Pero aquí sí le cambiaria el final, que llamaba en aquel momento a votar. Ahora llamaría a participar de todas las maneras posibles y en todos los tableros, para articularse y construir una propuesta seria, un liderazgo creíble y un verdadero poder de negociación… antes de que sea demasiado tarde.
(Luis Vicente León)