Internacional
Los supervivientes del tsunami en Indonesia, víctimas del hambre y las enfermedades
26 de diciembre de 2018
Los rescatistas trataban este martes de llevar su ayuda a las regiones devastadas por el tsunami que siguió a una erupción volcánica en Indonesia, pero la falta de agua potable y de medicamentos complicaba su tarea y afectaba a miles de personas refugiadas en centros de emergencia.
Los trabajadores humanitarios advertían contra los riesgos de crisis sanitaria mientras que el balance del desastre supera ya los 400 muertos.
En este país mayoritariamente musulmán, la minoría cristiana celebró Navidad orando por las víctimas del desastre.
En Carita, se celebró una corta misa en la iglesia pentecostal Rahmat, cerca de una de las zonas más afectadas por el desastre. «Esta Navidad es diferente porque la celebramos en pena catástrofe» dice Eliza, una fiel.
Una falsa alerta provocó el pánico entre los habitantes de la localidad, que temen un nuevo tsunami, mientras se reducen las reservas de agua y de medicamentos.
«Muchos niños están enfermos, tienen fiebre, dolor de cabeza y no tienen suficiente agua», explicó Rizal Alimin, un médico de la oenegé Aksi Cepat Tanggap, en una escuela transformada en refugio improvisado.
El tsunami golpeó el sábado el litoral del estrecho de la Sonda, que separa las islas de Sumatra y Java, y dejó al menos 429 muertos, más de 1.485 heridos y 154 desparecidos, según el último balance de la Agencia nacional de gestión de catástrofes.
Más de 5.000 personas fueron evacuadas.
Los expertos avisaron que existe un fuerte riesgo de nuevas olas mortales a causa de la actividad volcánica.
La ola provocada por el volcán conocido como el «hijo» del legendario Krakatoa, el Anak Krakatoa, arrasó cientos de edificios en las costas meridionales de Sumatra y en el extremo occidental de Java. Numerosos refugiados temen regresar a sus casas.
‘Miedo’
«Estoy aquí desde hace tres días», declaró Neng Sumarni, de 40 años. Duerme junto a sus tres hijos y su esposo en el suelo de la escuela, con otras treinta personas. «Tengo miedo, porque mi casa está muy cerca de la playa».
Abu Salim, voluntario de la asociación Tagana, explicó que los trabajadores humanitarios apenas consiguen estabilizar la situación.
«Hoy, incidimos en la ayuda a los refugiados que están en los centros, instalamos cocinas, distribuimos equipos logísticos y más tiendas en los lugares más adecuados», indicó a la AFP.
La gente «sigue sin tener acceso al agua potable. Muchos refugiados fueron a zonas altas y no hemos logrado llegar a ellos».
Los rescatistas hacen llegar las ayudas principalmente por carretera. Dos barcos del gobierno abastecen a varias islas cercanas a las costas de Sumatra, donde los habitantes están atrapados.
Socorristas con excavadoras y otros equipos tratan de retirar los escombros, y algunos rescatistas trabajan sin herramientas.
Según los expertos, la catástrofe del sábado se debió a una erupción moderada del Anak, que causó un hundimiento submarino de una parte del volcán y el desplazamiento de grandes masas de agua.
Antecedentes
A diferencia de los tsunamis causados por sismos, que activan los sistemas de alertas, las olas «volcánicas» dan muy poco tiempo a las autoridades para avisar a la gente.
Indonesia, una de las zonas más proclives a sufrir catástrofes de la Tierra, se encuentra en el llamado Cinturón de Fuego del Pacífico, donde coinciden placas tectónicas y se producen una gran parte de las erupciones volcánicas y sismos del planeta.
Anak Krakatoa es una pequeña isla volcánica que surgió en el océano medio siglo después de la mortífera erupción del volcán Krakatoa de 1883. Es uno de los 127 volcanes activos de Indonesia.
En aquella ocasión, una columna de cenizas, piedras y humo salió expulsada a más de 20 km de altura, sumiendo a la región en la oscuridad y provocando un enorme tsunami que tuvo repercusiones en todo el mundo. La catástrofe dejó más de 36.000 muertos.
El 26 de diciembre de 2004, un tsunami desencadenado por un sismo submarino de magnitud 9,3 frente a las costas de Sumatra, en Indonesia, causó la muerte de 220.000 personas de varios países del océano Índico, 168.000 de ellas en Indonesia. AFP