“Y ahora, madre, que tan solo tengo / las doce uvas de la Nochevieja / hoy que exprimo las uvas de los meses / sobre el recuerdo de la viña seca”. El poema de Andrés Eloy Blanco puede quedar en eso, recuerdo de viña seca, este 31 de diciembre a la medianoche: San Cristóbal exhibe poca oferta de la tradicional fruta y, las que se consiguen, alcanzan precios por kilo que rondan o superan un salario mínimo.
Es el resultado de un recorrido por seis establecimientos. En el primero, una cadena de supermercados de la parte alta, las uvas apenas ocupan una esquina. Las importadas verdes marcan 10.000 bolívares el kilo y las moradas a 11.000 bolívares, mientras que las nacionales, pequeñitas como se ven, se cotizan en casi 3.000 bolívares el kilo.
En eso precisamente, 3.000 bolívares, ofrece Doris Flores el último racimo que le queda en el Mercado Los Pequeños Comerciantes, al otro extremo de San Cristóbal. Allí cuelgan desde Navidad, un indicio de que la gente no está muy pendiente este año de comprar uvas.
Flores recuerda aquellos años en que solicitaba hasta 50 cajas de las criollas y otras 30 de las americanas y colombianas. Todas se vendían. Hasta este jueves, por lo menos, los proveedores no las están trayendo a San Cristóbal, a menos que alguien las pida por encargo y las pague de inmediato en bolívares (o quizás en pesos).
El alto costo de las uvas no es rentable ni para vendedores ni para compradores. El problema de fondo tras el desvanecimiento de esta tradición es la hiperinflación.
En una de las fruterías más visitadas de la parte alta no venderán uvas este fin de año por primera vez en toda su historia comercial. “No hay importación y tampoco producción nacional”, le responden a los clientes que llegan a preguntar.
Allí antes llegaban camiones enteros con el fruto verde y morado, incluso para hacer exhibiciones en la acera. Este año, comentó el administrador, Homer Villamarín, los 12 deseos se pedirán si acaso con mandarina.
Con mandarina, o ni eso. Flor García, habitante de Barrio Obrero, se cuenta entre los sancristobalenses que no siguen este ritual de comerse 12 uvas al compás de las 12 campanadas. En su casa, en cambio, sí preparan dulce de lechosa y ponche crema para despedir el año.
Entre quienes comían las uvas del tiempo, pero este año se abstendrán, por la poca oferta en el mercado y los precios inalcanzables a su bolsillo, está Carolina Mendoza. La ama de casa tuvo una recomendación de su hija sobre qué hacer el próximo 31 de diciembre cuando suene el cañonazo: ver cómo los vecinos queman en año viejo de la cuadra. Trato hecho.
En dos fruterías a cielo abierto del centro no consideran prioritario encargar uvas en un contexto de crisis económica. Junior Galván prevé que solo el lunes 31 pida una o dos cajas en Colombia, a ver si se venden. Teme que los altos precios espanten a sus clientes, que este jueves en la mañana adquirían sobre todo mandarinas.
En otro establecimiento más de San Cristóbal eliminaron las uvas de la oferta de frutas, por las mismas razones: escasas y costosas. A fuerza del contexto, el poema de Andrés Eloy Blanco quedará para muchos apenas como la grabación clásica de la radio para ayudarlos a atravesar la frontera entre el 2018 y el 2019: “Aquí es de la tradición que en esta noche / cuando el reloj anuncia que el Año Nuevo llega / todos los hombres coman, al compás de las horas / las doce uvas de la Nochevieja”.
Daniel Pabón