A lo largo de enero se han venido cumpliendo los distintos pasos del flujograma de movimientos de piezas que había sido previamente diseñados para poner en práctica la denominada estrategia de “doble poder”, destinada en el caso venezolano a provocar un cambio forzado de gobierno.
Como se sabe, esta modalidad estratégica consiste en crear una institucionalidad paralela a la oficial, que compite por la legitimidad. En este contexto, se genera un clima de inestabilidad que pudiera ser aprovechado para asumir el control completo del Estado.
Ahora bien, puesto que en la realidad venezolana no existe un auténtico poder paralelo con capacidades de ejecución, se ha trabajado para suscitar una percepción y crear una imagen. Durante varias semanas se dieron pasos progresivos, sobre todo desde el exterior, para construir esa sensación. Luego se ha ido escalando, hasta que finalmente se programó que el diputado Juan Guaidó se proclamara como “presidente encargado”.
La utilidad de esa sensación de poder dual, aunque no se corresponda con la realidad, es que sirve para realizar acciones de promoción en el estamento militar, ya que se considera que la creación de una imagen jurídica de una institucionalidad paralela facilita la argumentación a favor de una intervención castrense.
Estado-Guaidó
Es razonable pensar que la decisión del gobierno estadounidense de reconocer a Guaidó como presidente está relacionada con la estrategia señalada. Objetivamente, la presión de esa acción sobre el estamento castrense es inmensa. Y, frente a ese movimiento de piezas sobre el tablero, el gobierno venezolano ha respondido moviendo otra pieza, la ruptura de relaciones diplomáticas.
A su vez, Washington ha decidido mantener su personal en el país aunque no haya relaciones entre los dos Estados, algo no muy convencional, que genera mayores problemas. Como se sabe, la relación entre los Estados se da a través de quienes detentan el poder en cada uno de ellos, independientemente de su legalidad interna o de su sistema político. Si no se está de acuerdo, simplemente no hay relaciones.
En realidad, la decisión de reconocimiento no se sostiene en sí misma, porque no se puede hablar de relaciones diplomáticas con un Estado-Guaidó que no existe. Le corresponde al Estado receptor brindar atención protocolar, de protección y facilitar relaciones con la administración publica a una misión diplomática extranjera, pero sería poco serio pedírselo a Guaidó, porque no dispone de ningún poder de Estado para ello.
Desde hace mucho tiempo hay una relación tensa entre Venezuela y Estados Unidos. Y también desde hace mucho se ha debido crear una mesa de negociaciones entre los dos países. Pero no se hizo en el momento apropiado. Ahora quizás sea necesaria la mano de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para que tenga lugar ese dialogo indispensable.
Leopoldo Puchi