En Acirema se sufrió una crisis de gasolina tremenda. Colas descomunales esperaban a los pobladores de la tierra del poeta para surtir combustible. Muchos paisanos entraron en el mundo del negocio de la reventa y contrabando y esto hacía más infernal el intento de poner un full al carrito. No asomaba ninguna posibilidad para aliviar los días de angustia en aquellos tiempos. Hasta que un día, uno de los jefes de la comarca puso en cada estación de servicio un aviso con un número gigantesco. Si, cada aciremense debía llegar a la bomba marcada con el número de su terminal de placa y presentar su carnet de circulación. También había que ir la fecha del mes establecida. Por ejemplo, terminal 2 en la bomba 2. Es decir, los días 2, 12 y 22 para esos vehículos y listo. Todo se acomodó rapidito. El jefe había dejado unas estaciones para la gente que “necesitara” más gasolina a preciointernacional. Claro, también pusieron unas jaulas de la policía para meter allí a los infractores. Gran aprecio tiene el jefe en Acirema.
El profesor Arnulfo Feliciano Quiñones tiene muchas esperanzas de poder arreglar el carrito. Dice que le parece que va a volver a hacer mercado completo y comprar ropita. Cree también el profe que va a poder adquirir los medicamentos necesarios y que va a acomodar los daños de su casita. Dios lo oiga, dijo la señora Marucha.
En una vieja pared se leía este escrito tan machete. “Gente nueva y sin resabios al poder”.
Esperando los grandes eventos ciclísticos del mundo. Giro de Italia, Tour de Francia y la Vuelta a España serán de lucha permanente entre los grandes. Ya Melquiades acomodó el sofá.
Reconciliación total le espera a nuestro país. Dios acompañe a todos los que desean progreso, trabajo y paz para Venezuela.
Nunca supe por qué Benedicto subía y subía la prima de la guitarra. La cuerda de acero empezaba a levantar tono y Benedo seguía dándole vueltas a esa clavija chirriona de madera. Y Zoilo borracho, cucharero de oficio, amenazaba con soltar la voleada de chimú por sobre el cuello de la camisa blanquita del músico de La Grita. Se elevó tanto el sonido agudo de la cuerda, que en un momento el tacón que une el mástil con la caja sonora del instrumento cedió a la presión haciendotrizas las maderas suaves que dan sonidos bonitos. Benedicto quedó sorprendido al ver que la cuerda no se reventó y que la guitarrita acabó desbaratada entre sus manos. – Por qué hizo eso, Benedo? –Yo quería que la cuerda se reventara y le diera un latigazo al fastidioso Zoilo para que se largara de la fiesta, dijo, muy triste. El borrachito escuchóla confesión del músico y salió riéndose de la guitarra enrollada.
Carlos Orozco Carrero