Reportajes y Especiales
Crónica de una periodista en la frontera: Lo más peligroso, la cobertura en Venezuela
4 de marzo de 2019
La meta estaba del otro lado de la frontera. Milagros y Thais, su mamá, viajaban como voluntarias para colaborar en el pase de la ayuda humanitaria desde Colombia a Venezuela. Aunque las tareas eran distintas, había un objetivo común: Llegar a Tienditas. La cobertura de la jornada de ingreso a Venezuela de la ayuda humanitaria en la que ellas serían voluntarias era la tarea.
El punto de coincidencia fue la buseta que partió el viernes 22 de febrero desde el terminal del Big Low, en Valencia. Las vivencias fueron las mismas: Una concentración de vecinos en la autopista del Sur, en Tocuyito, al parecer en apoyo a Guaidó. Tres alcabalas de la Policía Nacional Bolivariana en Cojedes que retrasaron el viaje en al menos dos horas. En todas había la misma petición: Bajen los hombres con sus maletas.
Cerca de las 6:00 de la mañana del sábado 23, a la salida de San Cristóbal una alcabala de la Guardia Nacional impedía el paso. “Las busetas no pueden seguir, todos a caminar”. La protesta de la gente motivó la primera represión del día. Al menos 10 bombas lacrimógenas en pocos segundos obligaron a mujeres con niños en brazos y otros caminando, ancianos y a todos los pasajeros a iniciar a pie un trayecto que en carro tarda dos horas.
“El que quiera llegar que camine”
Desde distintas unidades comenzó a bajar la gente y a formar un grupo que a cada momento aumentaba en número. La solidaridad comenzó a aparecer. Un camión ofreció el primer “empujón”. Luego una buseta que atravesó Capacho hasta que otra alcabala de la GN obligó a desalojarla. La orden era que los vehículos no pasaran. “El que quiera llegar que camine”.
Desde San Cristóbal, grupos de vecinos se organizaron para alquilar unidades para el traslado hasta la frontera. Ellos habían logrado burlar las alcabalas hasta ese momento. No sin resistencia, algunos consintieron en trasladar a algunos peatones, no muchos, la mayoría siguió caminando. A bordo, la mamá que se quedó sola con su esposo porque sus hijos debieron emigrar, argumentaba las razones de su presencia. No se ocultaban las lágrimas cuando recordaba que es solo por teléfono como puede comunicarse con sus hijos en Perú y en España. La falta de oportunidades en Venezuela los obligó a marcharse.
El recorrido a pie incluyó caseríos, zonas empinadas, algunas con escaleras, que demandaron un mayor esfuerzo físico. Esto, sin embargo, no fue impedimento para seguir.
El acoso de los colectivos
Pasadas las 12 del mediodía llegó la caravana a San Antonio del Táchira. La meta, el puente Simón Bolívar, estaba cerca. Pero en la mente de los seguidores del gobierno estaba el empeño por evitarlo. En sus acciones también.
El hostigamiento de los colectivos se hizo presente durante todo el paso por San Antonio. El cruce a la izquierda en la redoma de San Antonio para tomar vía hacia el puente no fue posible. Encapuchados armados lo impidieron. Ya antes habían lanzado lo que varios definieron como morteros. También pasaban en moto entre las cerca de 500 personas que ya integraban una colorida y alegre marcha.
Por Carolina González – leer completo en El Carabobeño