Regional
Tierra del trabajo, la paz, la igualdad: la tachiraneidad está de cumpleaños
14 de marzo de 2019
Se cumplen 163 años desde que, el 14 de marzo de 1856, nació la organización política administrativa conocida como Provincia del Táchira.
La conformación mental del tachirense como pueblo, sin embargo, ya existía antes de esa fecha. “A esa maceración del inconsciente colectivo y los imaginarios es lo que llamamos tachiraneidad”, define el investigador Pascual Mora en el artículo “‘Gochos’, ‘gochigans’ y la tachiraneidad: miradas de la mentalidad tachirense”, publicado en Educere en 2015.
El filósofo diferencia conceptos: la tachiraneidad, con “e”, es una categoría que asume para dar cuenta de la mentalidad; en cambio, la tachiranidad, sin “e”, es una categoría que nace para definir el gentilicio.
La Constitución del Estado Táchira (2001), por su parte, habla de tachirensidad; y el académico e historiador Temístocles Salazar aportó el término tachiranía (2002).
En sus artículos 53, 54 y 55, la Constitución del Táchira establece, entre otras ideas, que las culturas populares constitutivas de la tachirensidad gozan de atención especial por parte del Estado, mediante el reconocimiento y respeto a su interculturalidad e igualdad.
En su exposición de motivos, entre tanto, la carta fundamental del estado indica que, en cuanto a los símbolos, los legisladores decidieron incorporar a los ya conocidos (a saber, el himno, el escudo y la bandera), el nombre de Táchira. “El simbolismo radica en el nombre Táchira arraigado en el alma de nuestro pueblo y en su historia de más de mil años, nombre de esencia arauaco que se ha mantenido venciendo vicisitudes y marginamientos; y, desde 1856, sobreviviendo a las integraciones o uniones de estados en la federación venezolana durante el siglo diecinueve”.
Ese nombre, Táchira, se lo confirieron a la entidad los congresistas del año 1856. Lo prefirieron antes que el nombre Torbes como fue sugerido en principio por habitantes de San Cristóbal. “Desde entonces, Táchira siempre ha sido símbolo de integridad nacional y de identidad estadal”, afirma la misma exposición de motivos.
La gente y sus valores
La naciente Provincia del Táchira contaba con 42 mil 731 habitantes en el año 1856; 163 años después, al Táchira, el más poblado de los estados andinos, más de 1 millón 400 mil personas le dan calor y aportan a su desarrollo y progreso, de acuerdo con proyecciones del Instituto Nacional de Estadística.
Al pronunciar el discurso del Día de la Tachiraneidad del año 2012, el presbítero Edgar Sánchez identificó, desde el Himno del estado Táchira, cuatro de los principios y valores de su gente: 1) la familia; porque, en efecto, la letra habla del “hogar tachirense”, y hogar es morada de una familia. Además, cada estrofa está consagrada a un valor: 2) el trabajo. 3) la paz. 4) la igualdad. La última estrofa, al agruparlos, “busca hacer una viva proclama de todos ellos”.
San Cristóbal, Lobatera, La Grita y San Antonio, sus cuatro cantones. Potencia del café y germen del petróleo que emanó de la tierra. Fértil en la producción de frutas, verduras y hortalizas. Estratégica en la industria, por su situación geopolítica. Frontera de los Andes. Centro de peregrinaje, hacia el Cristo y la Consolación. Cantera del bambuco, como género propio. Cuna de presidentes, desde Castro hasta Velásquez. Templo e hinchada más fiel, en el fútbol. Santuario natural de cuatro parques nacionales, megadiversos. Son otros de sus muchos distintivos e hitos del honor regional.
“La tachiraneidad no puede ser aprehendida conceptualmente como quien toma un curso sabatino”, dijo el mismo investigador Pascual Mora, también doctor en Historia, en su discurso de orden con motivo del 204° aniversario del 19 de abril de 1810. “El ser tachirense no es una profesión de fe. El ser tachirense lo define la pertenencia a una sensibilidad colectiva, a una memoria colectiva; lo designan las estructuras cognitivas, pero fundamentalmente los hábitos psicológicos y morales, las creencias profundas, la visión del mundo y de la vida, así como el dominio afectivo”.
Daniel Pabón