El Pbro. Nelson Duque, titular de la Parroquia Nuestra Señora del Carmen de Pregonero, ha extendido la invitación a un grupo de ciudadanos a leer el DOCAT (Doctrina Social de la Iglesia Católica). En lo personal, el tema se refiere a la sección relacionada con el ambiente, el cual se intitula de manera similar al presente artículo. El documento es claro al respecto. El compromiso de los cristianos no puede limitarse al discurso moralizante, sino a la acción efectiva para preservar la creación, disfrutar a plenitud de las bondades del entorno, sin poner en riesgo la continuidad de los activos ecológicos. Implica asumir con justicia los grandes retos del presente y del futuro. En otras palabras: menos discursos, más acción; menos desigualdad, más equidad; menos destrucción, más respeto a la obra de Dios. Entonces vale preguntarse sobre lo que debe salvarse en materia ecológica. La industria publicitaria multiplica el mensaje de salvar el planeta. ¿Sólo el recipiente? ¿Acaso la tierra es un gran depósito o contenedor? Otros consideran necesario enfocar los esfuerzos en proteger la vida. Esta visión es más humanista, pero aún incompleta.
La visión cristiana expuesta en el DOCAT es más integral y precisa: salvar la creación. Implica el respeto permanente al orden natural y la lucha por la sostenibilidad del mismo. ¿Entonces el ser humano no puede intervenir sobre la naturaleza para aprovechar su riqueza? Los ambientalistas, al hablar sobre el desarrollo sostenible, exponen el principio del riesgo ecológico mínimo. Lo propio hace la doctrina social de la iglesia, sobre todo al enfocar los temas relacionados con la explotación y aprovechamiento de los recursos. Sociedad y ambiente conforman un sistema integrado en permanente interacción. Por tanto, no conviene aislar la cuestión social de la conciencia ecológica. Las grandes desigualdades sociales derivan precisamente de la injusticia en el aprovechamiento de los recursos y la distribución de la riqueza. Hasta el Papa Francisco propone el combate a la pobreza como alternativa “para devolver la dignidad a los excluidos” y cuidar la naturaleza al mismo tiempo. Esas mismas inequidades socioambientales ponen en riesgo la paz o la convivencia pacífica entre las naciones del mundo.
El irrespeto a la creación es la puerta de entrada al consumismo desaforado. Tal práctica se convierte en amenaza para la sostenibilidad de los ecosistemas. Estos no pueden definirse como islas ecológicas aislados entre sí. Más bien son puentes para el flujo permanente de las interacciones socio-ambientales. La dignidad humana está por encima de los intereses económicos. Los riesgos ecológicos y sociales son resultados del aprovechamiento inadecuado e injusto de los bienes de la naturaleza. El abuso y la inequidad son ingredientes letales en la ruptura de las relaciones de equilibrio entre la sociedad y el hábitat. Termina siendo incompleto el abordaje de los problemas ecológicos si el asunto se constriñe a las soluciones técnicas. El DOCAT recomienda incorporar las variables sociales para la comprensión integral del fenómeno. La conciencia ecológica del buen cristiano invita a vivir con la comodidad suficiente para no sufrir los rigores de la privación innecesaria. Pero con la responsabilidad de conservar la capacidad de auto-regulación de los recursos renovables y/o uso moderado de los no renovables.
(José de la Cruz García Mora)