Su sonrisa, simpatía, carisma de ser humano, familiaridad, la siembra de amigos y su amor por el arte de los sonidos, son las virtudes que caracterizaban al maestro Norberto Parada Méndez. Un hombre sinónimo de la palabra música, quien se despidió de esta tierra de grandes promesas en las que labró con verdadera entrega el don que Dios el todopoderoso le concedió para la vida terrenal, con el cual formó grandes generaciones de músicos.
A los 88 años de edad se despide este ilustre maestro, hijo de Santa Rita de Miraflores una población que se encuentra vía Rubio. En ese terruño nació el niño Norberto Parada Méndez quien a los 10 años de edad tuvo su primer violín hecho por su hermano Luis y un señor fabricante de instrumentos, desde ese momento comenzó su sueño que se hizo realidad con el paso del tiempo por su entrega y dedicación.
Al salir del maravilloso campo donde se crio con su familia fue a residenciarse a la ciudad de San Cristóbal, donde en la escuela de música se dedicó a estudiar las notas musicales con profundidad hasta lograr dominar ese arte que lo fue enamorando cada vez más.
Su vida musical, la recorrió entre serenatas, festivales en los que participaba tocando el violín, luego aprendió la mandolina y fue integrando diferentes agrupaciones.
Fue penetrándose más en el arte de los sonidos y se consagró como uno de los fundadores y directores de la Orquesta Típica del Táchira, Onofre Moreno Vargas en la que hizo su labor por más de 16 años.
Su imagen de director fue intachable. Los músicos que lo acompañaron durante diferentes épocas, hablan de él como un buen maestro. Humorista, exigente, pulcro en la interpretación de diferentes ritmos musicales entre los que se destacaban bambucos, merengues, valses, pasodobles, danzas zulianas entre otros.
Norberto Parada Méndez, fue compositor, arreglista, jurado en diferentes festivales de la musical y muy celoso en la exquisita ejecución de la música de la tierra andina.
Amante de su numerosa familia, en la que dejó como herencia la música. En sus hijos, nietos y biznietos corre por las venas la clave de sol, la clave de fa y la clave de do con una esposa consentidora la señora Flora, quien con su paciencia y amor llevó este matrimonio con afecto, dedicación y mucha música, pues en su hogar nunca han faltado las buenas tertulias llenas de instrumentos y cantantes de diferentes partes del país.
“Recordar es Vivir” un vals del maestro quien sí supo darle frutos a su vida, pues siempre se rodeó de la nobleza de grandes amigos y admiradores, sobre todo músicos de todas las edades a quienes dio pautas, formó, enseñó, se dedicó y vio crecer como buenos interpretes muchos de ellos hoy se han convertido en verdaderos representantes del arte musical.
El legado de composiciones es innumerable; pero su imagen y carisma ha quedado sembrada en cada corazón, entre los buenos recuerdos, las inolvidables parrandas de serenata los gratos conciertos y las buenas improvisaciones.
El maestro Norberto Parada Méndez, cultivó un semillero como director de estudiantinas entre ellas: Liceo Simón Bolívar, Don Ramón Velásquez entre otros institutos educativos. Fue director de la estudiantina Alma Tachirense y el Conjunto Serenata con los que grabó algunos discos al igual que con la Orquesta Típica del Táchira.
Hoy en los brazos de Dios descansa su alma en paz, encontrándose con grandes amigos y con su hija flautista Isabel Cristina. En este mundo terrenal los músicos lo despiden con serenatas y los buenos chistes que el profe Norberto, “el chamo” Norberto como muchos le decían o el maestro Parada, dejó en sus diferentes encuentros.
De manera muy personal esta servidora solo quiere escribir estás cortas líneas muy significativas en mi corazón: “ Gracias primo, por enseñarme a tocar mandolina, por llenar de buena música a nuestro grupo Voces Andinas, por tu apoyo incondicional y siempre dispuesto a servir, Dios y la Virgen te reciben sonrientes”.
El acto velatorio se realiza en la capilla “El Ángel” en Barrio Obrero. Su alma descansa en paz.
Misa de cuerpo presente este sábado a las 12 del mediodía en la Iglesia Santísimo Salvador, avenida Ferrero Tamayo.
María Teresa Amaya