Regional

Sin luz y sin línea el comercio intenta sobrevivir en Táchira

6 de abril de 2019

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La letanía entre los tachirenses, y especialmente los comerciantes, viene a ser la misma: “Cuando

tenga luz, que no me falte la línea; y cuando se vaya la luz, que no me falte el gas y menos el agua”.

Esa cadena perversa de penurias no solo ha tirado por el suelo el ánimo productivo de los comerciantes, sino que los ha colocado en la diatriba de si continuar o no, sobre todo cuando se trata de pequeños emprendimientos.

En las calles los rugidos de las plantas eléctricas ganan al de los pocos automóviles y motos que por allí pasan, y menos encuentran rival en los silenciosos pasos de los transeúntes, ocupados y apurados en la emergencia personal a que esta crisis energética, que viene a sumarse a la económica, que vienen padeciendo.

Esos transeúntes  aceleran su paso para ganarle la carrera a un apagón que en cualquier momento se puede presentar, para aprovechar un reducido horario de actividad citadina que a duras penas cubre las 5 horas, después del cual lo único que queda es encerrarse en la casa, para contarle a la oscuridad sus penas como la canción de Simon and Garfunkel, para sentarse a pensar qué le estará pasando a familiares y seres queridos alejados de ellos y con los cuales sólo se pueden comunicar cuando las líneas telefónicas están activas. Para esos trámites cuenta sobre todo con sus pies, pues el deficiente servicio de transporte público en nada ayuda, y sus bolsillos no aguantan para un viaje en taxi.

En una esquina, una persona que alquila celulares por La Concordia, dice que poco le ha fallado la señal; pero cuando sus clientes intentan llamar, los destinatarios en otras partes del estado o Venezuela sencillamente están fuera de cobertura. Luego muy discretamente te pregunta si no tienes un par de zapatos de su talla que ya no se usen, porque los suyos de tantas caminatas que a diario debe trajinar ya se le han desgastado.

La planta hace la diferencia pero…

En las farmacias resulta imprescindible la planta eléctrica, tanto para las operaciones comerciales, como para la conservación en frío de muchas medicinas. Sin embargo, su uso debe ser racionalizado, e incluso metódicamente se registra su manejo diario, para cuidar el generador al máximo, así como la cantidad de combustible, que en el caso de uno pequeño y bien administrado, puede conllevar un consumo de 20 litros para 5 días. Necesario es conservar a bajas temperaturas productos como el Methergin, Syntosyndal, insulinas y supositorios, así como mucho productos para el tratamiento contra el cáncer.

La ecuación perversa “energía eléctrica más plataforma bancaria igual respiro tranquilo”, ha llevado a muchos comerciantes a considerar solo activar la planta si hay línea. Para las carnicerías, la prioridad lo constituyen los congeladores, ayudándose con depósitos de hielo… pero el hielo proviene del agua, y está también está pasando en nuestro país por una dura fase de racionamiento. Algunas carnicerías sencillamente han prescindido a vender algunos productos como la carne, pues aún con “electricidad casera”, esta resulta insuficiente para mantener el funcionamiento de sus cuartos fríos, o se requiere de insumos también en periodo de carestía, entre ellos el aceito, pues no con solo gasolina ésta se genera. 

Los que usan plantas eléctricas a gasolina al menos pueden suplirla con algunos litros que sacan de sus automóviles; los que usan gasoil, la ven más difícil. Por eso muchos comerciantes le ruegan al gobierno nacional no solo que implemente un plan de administración de cargas, sino uno especial para proveerse de combustible, prescindiendo de acudir a las estaciones de servicio, que ya bastante problemas les da las largas colas que el “pico y placa” no ha podido disminuir.

Por los apagones muchos comercios calculan pérdidas de alrededor del 80 por ciento. Sin internet en los hogares muchas personas desesperadas recurren a los cibercafés, chocando con la desagradable sorpresa de que allá tampoco hay luz y si la hay la transmisión de datos no brinda señales de vida.

¿Hasta cuándo?

¡Uy, esto está horrible! Solo atinó  decir a una señora de la tercera vagaba por las aceras para preguntarle a los encargados del consejo comunal cuando llegaba el gas, pues no disponía de ninguna forma de cocinar sus alimentos; se dispuso a hacer esa búsqueda luego de venir del banco donde al estar la línea caída no pudo acceder al efectivo, para pagar la habitación en donde  vive arrendada….

A muchos solo le ha tocado desde sus casas improvisar una tienda en la calle para en pesos o efectivo ganarle la partida al hambre ante una clientela que no da señales de vida, o prefiere tener bien medidos sus gastos… No obstante sea como sea las tácticas de supervivencia y las “ganas de poner el pecho a la crisis”, la realidad que le ha tocado al venezolano en la actualidad, sencillamente la pone a prueba con insospechados obstáculos.

Freddy Omar Durán

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