Los apagones que afectan gran parte de San Cristóbal y todo el estado Táchira, fueron sobrellevados por las estaciones de servicio que reportaron relativa normalidad en su distribución del combustible.
Tampoco los cortes eléctricos, han frenado una actividad de vehículos que este jueves se mostraba más intensa, con pocos espacios para el estacionamiento en las calles en el Centro, La Concordia y Barrio Obrero.
A punta de planta eléctrica, se desenvolvió el abastecimiento de combustible, mientras en otros establecimientos que les tocó en suerte una mañana “luminosa”; y los que no contaban con ninguna de las dos opciones sencillamente no operaba, mientras en las afuera una cola esperaba el regreso de la luz.
Donde el servicio se prestaba ateniéndose al terminal de la placa, como la mejor conocida Texaco-Barrio Obrero, las colas eran más extensas, aunque el despacho fluía con rapidez. En las estaciones preferenciales, igual era la agilidad del servicio, aunque con menos usuarios en espera.
La semioscuridad cubriendo la ciudad, no apagó del todo el sistema de semaforización. Algunos semáforos, como los que se encuentran en cercanías del cruce del Viaducto Viejo con la 19 de Abril, sencillamente no funcionaron porque desde hace un buen tiempo han estado dañados.
Poco transporte
A esa ciudad que intenta “resucitar”, y apenas si “coge impulso”, también se reincorporaron los transeúntes, quienes ya están acostumbrados al estado de abandono al que los ha sumido un servicio de transporte, o no están dispuestos a pasar “siglos” en las paradas.
Solamente estaban un poco más tranquilos quienes sus rutas podían ser transitadas por las unidades de Transtáchira, u otras que se dirigen de norte a sur, muchas de las cuales alcanzan Táriba y Cordero. No faltó el que no tomó la buseta porque no tenía ni un bolívar en billetes para pagar el pasaje, pues desde hace días muchas entidades bancarias, por falta de línea según dice, no se pusieron a disposición las taquillas y los cajeros automáticos para entregar efectivo.
Caminan a un destino en donde por un acto de fe confiaban cumplir la obligatoria faena cotidiana, sea ésta en función laboral, educativa, sanitaria, etc…, ya que por las líneas muertas de sus teléfonos, no tenían manera de saber si perdían o no perdían el viaje. Ni las radios podían dar pistas de la situación energética del estado, porque gran parte del espectro electromagnético permanecía en silencio, liberando el espacio a muchas emisoras colombianas. Algunos miraban desalentados como la oscuridad los flanqueaba de lado y lado, y si un poco de luz percibían, corroboraban de que su procedencia no fuese de una planta eléctra.
Freddy Omar Durán