Regional

Cuando a punta de rebusque se sostiene una economía

14 de mayo de 2019

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Si hay algo a que te obliga la crisis es a tomar lecciones improvisadas de economía, y ser emprendedores, sin cursos, ni discursos motivacionales.

La verificación de esa verdad no hay que encontrarla en una sectorización urbana comercial determinada,  cuando, lo grita la calle donde el rebusque manda, instalado en el corazón mismo de nuestros hogares, en el frente de locales con la santamaría abajo, en negocios que han transformado radicalmente su naturaleza productiva, en ventas de garaje, o en los espacios virtuales donde todo se ofrece y se compra.

Celebre en la cultura del rebusque ha sido Cuba, de donde los turistas regresaban no solo cargados de recuerdos sino de historias, -escabrosas algunas- y también en Colombia, donde “echarle pichón a lo que fuera” era norma social, aplicable dentro y fuera de su territorio. Venezuela parecía estar a salvo de recurrir a la astucia de la supervivencia, pues teníamos una economía generosa que mucho daba, incluso al más pobre, y por el contrario, se constituía en el objetivo principal de los aventureros.  Ahora de manera improvisada los venezolanos hemos estado aprendiendo a convertirnos en aquellos aventureros, a  seguir su sendero por el mundo,  a costa en algunos casos de la legalidad misma, y de nuestros más elementales lazos de convivencia.

Y le tocó asumir esa actitud  al profesional, al personal no capacitado, al empleado, al empresario; todos deben agudizar unos ojos para hallar la mejor manera de salir adelante empañados por la humedad. Y es que el rebusque no necesita una carrera universitaria, ni un diplomado, ni siquiera un tutorial en youtube; las ideas circulan por todos lados informalmente, y basta haber escuchado a alguien decir que está ganando plata de determinada manera –y que da más que un empleo o negocio honesto y estable- y de una vez se montan en el aparato, y al mismo tiempo emprenden el proceso de aprendizaje, a veces a punta de ensayo y error, a veces con los riesgos de un boleto de lotería, esa que tanto ha gustado a los venezolanos.

Aunque ha existido desde tiempos inmemoriales, y ha adoptado aspectos muy pintorescas y originales, lo cierto es que la historia más actual del rebusque comenzó hace más de una década. Eran tiempos en que nadie entendía porque se formaban esas colas, en las afueras de los couriers. Desde ese entonces las colas se cayeron bajo sospecha: en ellas alternaban la necesidad real  y urgente con el descarado oportunismo.

Luego vinieron los tiempos en que mucho se viajaba; pero siempre con el propósito de regresar, porque el la ganancia estaba aquí con las divisas en el bolsillo. Todo lo que fuera subsidiado por el Estado tenía pinta de buen negocio. En los supermercados las colas en las afuera comenzaron tras la búsqueda del producto, que en otras partes se conseguía más caro, o podía ser llevado para venderlo al otro lado de la frontera;  luego para el que sencillamente ya no se conseguía, y podía ser revendido dentro del mercado local, hasta que la importación casera cambiaría el panorama, primero en los supermercados, en los pequeños abastos, y en los hogares, donde basta una silla, una mesa y una pequeña cantidad de mercancía para desarrollar el emprendimiento, cobrando ya no en devaluados bolívares sino en moneda extranjera.

Pero las ventas caseras no se han limitado a la producción extranjera o lo poco que ofrezca la producción nacional, ha contemplado variados rubros como las verduras, los helados, la panadería, la pastelería, y lo que el ingenio o las circunstancias dicten.  En este sentido, las verduras y la comida rápida ha estado en auge, en parte por la facilidad de adquirir la materia prima; los perros calientes tan en boga un tiempo, cuando los almuerzos ya no estaban al alcance del presupuesto laboral, regresaron con olor a pesos. Como una costumbre tradicional que se creía olvidada, el helado casero ha vuelto a alegrar el vecindario.

Hasta hacer transporte, cubriendo el vacío dejado por muchas líneas urbanas y extraurbanas, también ha tomado el aspecto de economía alternativa. Y con ese mismo vehículo, si su ruta contempla la frontera, puede en el camino hacerse de otros ingresos, “ilegales” sobre el papel, pero muy recurridos, como los obtenidos a través de la reventa de combustible.

Venta de material a reciclar

Otra forma de rebusque, bastante polémica pues fluctúa entre los grises de la legalidad, ha sido la venta de material a reciclar, -alguno sencillamente robado, crimen que ha puesto en peligro el sistema eléctrico y de internet del país- otro comprado por ahí a terceros,  cuando no reciclado, durante una no muy grata  labor de recorrer basureros y ríos contaminados.

Si bien comerciar el cobre ilegalmente en nuestro país es duramente penado, no así sucede con la chatarra. Aun cuando el flete lo tengan que conseguir en el camino, pidiendo aventones y pagándolo de acuerdo al peso que transporten hasta la frontera, aun cuando deban cancelar “peaje” por debajo de cuerda, y aún cuando tengan que llevar el cargamento sobre sus hombros cruzando las peligrosas trochas, -dicen que Las Pampas está reservada para ellos-, para los recicladores sigue siendo un negocio, y en un día pueden hacer más de un mínimo, aunque la rentabilidad es muy variable.

Aunque cada quien es “libre” de ponerle precio a lo que ofrezca en su hogar, más o menos el margen de venta de las mercancías adquiridas en Colombia representan, para quien se mantiene en márgenes sensatos y esté consciente de la competencia, una tercera parte adicional del valor en establecimientos de ese país.

Competencia fuerte

A pesar de la competencia, muchos no se quejan de las ganancias, y si nada ganan, por lo menos solo tienen que cerrar, sin que esto les acarree quiebra alguna. Esta informalidad se originó en nuestro país a partir de lo que en los mercales y pdvales se adquirían luego de colas de un día, y fue así como surgieron los famosos “bachaqueros”, quienes luego se especializaron en hacerle cacería a los productos en los supermercados; y hoy en día terminaron renovando el inventario con lo que se pueda traer del otro lado, y si goza de algún “contacto”, con lo que viene en las bolsas del Clap, como ha sido denunciado en los medios de comunicación y las redes sociales.

El rebusque puede tener distintos orígenes, el más elemental la más cruda sobrevivencia, pero también para aprovecharse de la crisis pescando en río revuelto; para tener en la billetera el respaldo de una moneda más sólida,  cuando no para compensar las anormalidades que la misma economía ha impuesto, como la escasez de efectivo. Ha oscilado el rebusque entre la resistencia para mantener un hogar en pie,  incluso alejar de ella el hambre, y la pura y simple rapiña, del que como de lugar debe mantener un status de vida, sin importar si hay que aprovecharse del vecino. Pero también hay a quienes no se les hace necesario recurrir a un depósito mayorista, un centro de acopio al menudeo para adquirir mercancía, ya que lo que en su casa  ya no se usa o se ha desechado, puede traer dividendos, y es así como han brotado por todos los lados del Táchira, las “ventas de garaje”, un fenómeno no muy común tiempo atrás.

La ley imperante pareciera ser “lo legal no paga”, y en tiempos de crisis económica nada la puede refutar. El precio no depende de una lista regulada, ni siquiera la determina la ley de la oferta y la demanda: se calcula casi por instinto y comparación, ajustado al capricho de la divisa, o las necesidades del vendedor. Por ello se puede ver disparidades de precios entre un negocio y otro tan desconcertantes.

La información por redes sociales se ha consolidado como un activo para muchos negociantes, especialmente a la hora de adquirir divisas, que antaño se obtenían a través de cupos oficiales, y actualmente con las remesas de los familiares en el exterior,  algún trabajito que de ganancias en dólares o pesos, o trabajos ocasionales hechos en el extranjero. Por esa misma vía, los marketplaces evitan a más de uno la molestia y el costo de adquirir y mantener un espacio físico y una nómina.

Vivimos entonces una economía del rebusque, no solo una salida impuesta por el más elemental sentido de la supervivencia, sino portadora de prestigio social, ya que prescindir de ella te puede conllevar la censura colectiva, y terminar siendo calificado de estúpido o incluso irresponsable, si tu no estás en la onda.

Freddy Omar Durán

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