Opinión

¿Y ahora qué?

5 de junio de 2019

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No se sabe si esta pregunta tiene respuesta. Al menos una respuesta satisfactoria para los que luchan o tienen esperanza en la causa democrática de Venezuela. Me parece que cuando se plantea que hay diversas opciones “sobre la mesa” y que todas son válidas, y que todas pueden proseguirse de manera simultánea, se están diciendo falsedades. O se está utilizando un lenguaje que no suena mal, pero que no está conectado con la realidad, ni con las posibilidades que se puedan derivar de ésta. Eso se ha dicho otras veces y ya sabemos que la causa democrática de Venezuela sigue esperando su hora.

Esa hora no llegará desde lo que esté pasando en Oslo, sea negociación, sea mediación, sea lo que sea. La hegemonía roja en lo único que cree es en mantenerse en el poder a costa de cualquier sacrificio para el país. Lo ha demostrado hasta la saciedad y lo sigue demostrando cada día. Es necesario comprenderlo para poder darle una respuesta efectiva a la pregunta que millones de venezolanos nos estamos haciendo: ¿y ahora qué?

Leopoldo López en el Parlamento Europeo

Leopoldo López Gil merece una felicitación por su elección como eurodiputado. Ha sido constante en su esfuerzo a lo largo de estos años, de implacable persecución en contra de su hijo. No lo han podido amilanar, y ahora obtiene esta posición política cuya importancia no se debe subestimar. La Venezuela democrática tiene muchos defensores en el Parlamento Europeo, pero López Gil es venezolano y conoce al país mucho mejor que los más entusiastas partidarios del cambio democrático en nuestra patria, que forman parte de ese recinto parlamentario.

Su vocación no es propiamente la política, aunque tiene experiencia de servicio público y gubernamental, y todos sabemos que las circunstancias lo empujaron, a él y a su familia, a dedicar sus energías en favor de los derechos de Leopoldo López Mendoza. Enhorabuena.

El centro hacia la izquierda

Nada más saludable para la democracia que un centro sólido, que mantenga a raya a los extremos ideológicos. Pero qué pasa cuando muchas fuerzas del centro, presionadas por la fuerza de la cultura mediática, giran hacia la izquierda. Pasa que la reacción natural es el fortalecimiento de las derechas. Así en plural, porque las hay muy variadas y con agendas nacionalistas y populistas que no siempre coinciden. En pocas palabras, el ascenso de las derechas es responsabilidad del centro político que, por diversas razones, entre otras la ya mencionada, se ha ido desplazando hacia la cultura de la izquierda.

Una consecuencia inmediata de todo ello es la polarización de los conflictos. Incluso una polarización tan agresiva que recuerda las épocas en que la convivencia de los contrarios se hizo imposible, y la violencia terminó de apoderarse de la vida colectiva. En Europa hay señales alarmantes. En otras partes del mundo, incluyendo EEUU, también. Y en Venezuela, uno de los grandes desafíos de su reconstrucción integral, es que renazca un centro político, pero de verdad.

Almagro y Noruega

En una breve intervención sobre el tema Noruega, que está circulando profusamente en las redes sociales, el secretario general de la OEA, el socialista uruguayo Luis Almagro, hace una precisión de gran importancia: el caso de Venezuela no es un conflicto entre partes de similar capacidad de poder, en el cual se requiere la intervención de un tercero para acordar un mecanismo de procesamiento del conflicto. No. El caso de Venezuela es el de una dictadura que tiene aplastado al pueblo, secuestrado sus derechos, y que utiliza la violencia para imponer su continuismo.

Además, recuerda, Almagro, el gobierno de Noruega reconoce política y diplomáticamente a esa dictadura atroz. Tales consideraciones no deben pasar por debajo de la mesa. De hecho, son consideraciones principales para afrontar el tema Noruega. Uno que puede beneficiar a la dictadura y perjudicar a la nación democrática de Venezuela.

Elecciones libres

Para que haya elecciones libres, tiene que haber libertad política civil. No puede haber aquéllo sin ésto. Es un imposible lógico. Puede haber elecciones sin libertad, pero no elecciones libres. Y para que haya libertad política y civil no puede imperar una hegemonía despótica y depredadora, cuya propia existencia es la negación de la libertad. En realidad, no se trata de conceptos complicados, sino de cosas muy sencillas, que todos podemos y debemos entender.

En Venezuela no hay elecciones libres desde comienzos del siglo XXI. Eso no significa, inexorablemente, que en un determinado comicio se registre un resultado adverso al poder. Digamos, que un resultado se les vaya de las manos. Pero eso no hace libre a una elección, sino acaso refuerza los controles para que tal fenómeno no se vuelva a repetir. ¿Elecciones libres? Claro que sí. Pero primero lo primero.  (Fernando Egaña) /

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