Los últimos días he venido observando, con preocupación, una fuerte campaña que busca justificar, de alguna manera, los ataques y las persecuciones que ya se anuncian, desde el Gobierno nacional, en contra de los ganaderos venezolanos. Estos ataques y señalamientos buscan desviar la atención, a la vez que tienen como objetivo señalar culpables por los altos precios de los alimentos, tratando el Gobierno de hacer creer que nada de lo que ocurre es su responsabilidad.
No es la primera vez que el Gobierno utiliza como estrategia atacar a los ganaderos, mataderos y carnicerías, con la intención de obtener respaldo popular. Lo ha hecho en el pasado, varias veces, y esta macabra estrategia siempre le ha rendido sus frutos. El pueblo venezolano es un pueblo “carnívoro”, le gusta la carne, y ve con simpatía que cualquier gobierno realice esfuerzos para permitirle adquirir, ojalá al menor precio posible, un alimento tan sabroso y nutritivo.
En ese terreno en que el Gobierno quiere llevarnos, si no sabemos manejar la situación, somos los ganaderos los que siempre llevamos la peor parte, porque generalmente nos convierten, sin serlo, en los autores y culpables del hambre que padece la población.
Esta situación no solo ha pasado con este gobierno. También ha ocurrido en el pasado. Epítetos, como el que nos cataloga de “hambreadores del pueblo”, no son invento del régimen chavista, sino que fueron señalamientos inventados por gobiernos anteriores, ya que un gobierno siempre busca un culpable a quien achacarle las cosas malas que ocurren y que pueden restar votos.
En los actuales momentos, el problema no es que la carne ronde los 60 mil bolívares y pueda subir más. El problema es que, al igual que la carne, las hortalizas, las frutas, las harinas, el pan, el azúcar, los aceites, los cosméticos, la ropa, los zapatos, los medicamentos, los vehículos, los hoteles, los alquileres y cualquier otro bien o servicio que Ud. quiera adquirir, no está al alcance de la gran mayoría de la población. El problema es que tenemos un gobierno corrupto que acabó con el país, destruyó el aparato productivo y pulverizó el salario. El problema es que tenemos un sistema político y económico que debemos cambiar, que perjudica a la población, pero que beneficia a una cúpula cívico-militar dispuesta a hacer lo que sea con tal de mantenerse en el poder.
Al igual que la población, los ganaderos somos víctimas (y no causantes) de la terrible situación que estamos atravesando y así tiene que entenderlo la opinión pública. Somos un sector que, a pesar de la crisis existente y las dificultades que enfrentamos, hacemos esfuerzos por seguir produciendo y llevarle a la mesa de los venezolanos esa carne que tanto le gusta y esa leche que tanto necesita.
Nada tenemos que ver los ganaderos con los altos precios, con el mal gobierno, con el contrabando de extracción, con el bachaqueo de los productos de primera necesidad, con la exagerada inflación y con la destrucción del país.
Los ganaderos no colocamos el precio a ningún producto, ni a los que compramos ni a los que vendemos, y entendemos que esto responde a una realidad del mercado, donde lo que rige es la libre oferta y demanda. A mayor oferta, menor precio y a mayor demanda los precios se incrementan. Y eso escapa de nuestro control.
En el caso de la carne, los quesos, los huevos, los productos agrícolas y otros alimentos, la caída de la producción nacional ha ocasionado que la oferta de alimentos sea muy inferior a la demanda de la población. El Gobierno venía cubriendo las necesidades a través de la importación, que fue acabando con la producción interna pero que les dio bastantes beneficios económicos y fomentó la corrupción. La crisis que tenemos, desde la caída de los precios del petróleo, ha impedido que el Gobierno pueda continuar con la descontrolada importación a la que nos tenía acostumbrados. Aparte que debe cumplir los fuertes compromisos generados por la inmensa deuda externa que tenemos. La mayor parte de las divisas producidas por el poco petróleo que se vende van dirigidas al servicio de la deuda. Casi nada a alimentos y otros bienes y servicios que antes se importaban.
Al no llegar lo que antes se importaba, la poca producción interna no alcanza para toda la población. Si le sumamos a esto lo que se va por la vía del contrabando, entonces los pocos productos que se comercializan en el país tienen una gran cantidad de compradores detrás de ellos. El precio de los productos lo pone el comprador que más alto paga: algunas veces Colombia, otras veces el bachaquero. Todos somos víctimas de esta situación. Además, también se venían trayendo ciertas cantidades de bienes y servicios adquiridos con dólares del mercado negro, dólar que en cuestión de meses se incrementó casi 40 veces. Una locura.
Como venezolanos, tenemos que exigirle al Gobierno que asuma su culpa y enfrente su responsabilidad. Tenemos que oponernos a la persecución que se le quiere hacer al sector productor, transformador y comercial. De golpear y acabar a los pocos que quedan funcionando, ahí sí es verdad que nos vamos a morir de hambre. (Genaro A. Méndez C.)