Su cuerpo fue llevado a las 9:30 de la noche del 17 de julio a la capilla velatoria de San Sebastián donde reposó toda la noche. El jueves en la mañana fue visitado por feligreses y todo aquel que en vida lo conoció.
La funeraria no estaba rebosante de asistentes, pero sí de sentimientos y emociones de los que allí se acercaron para despedir a Monseñor Méndez Moncada, el más longevo según la Diócesis de San Cristóbal.
El sacerdote de la Iglesia El Ángel, el padre Benjamín, que lo conoció durante más de 50 años, cataloga a Méndez Moncada como un hombre del que solo se podían hablar cosas buenas. “Fue mente prodigiosa”, dijo.
Devoto de la Virgen del Carmen, del que se sabe siempre tenía un dije colgando de su cuello, llegó como párroco de la Iglesia San Juan Bautista de la Ermita, y allí conoció a uno de sus estudiantes espirituales que más años estaría a su lado: René Silva, que compartió con monseñor desde los 13 años, y que con sonrisas narra todas las anécdotas vividas junto a su maestro.
Recordó Silva, que Monseñor Méndez era un hombre de gran humildad, recibía con alegría a cualquier persona que lo necesitase. “Una vez me conseguí con una mujer llorando que me dijo que a su bebé no lo habían podido bautizar porque llegó 10 minutos tarde a la iglesia, yo voy y se lo digo a Monseñor, y él me responde: vaya y consiga una planilla, la llena y lo bautizamos de una vez”, narró Silva con admiración.
Pasada las 11 de la mañana del jueves 18, se dispuso hacer el traslado del cuerpo de monseñor a la Iglesia donde lo velarían hasta las 3:30 de la tarde. Un trayecto un poco más largo de lo esperado por las trancas por protestas de gas en la vía, o las largas colas de vehículos para surtirse de gasolina. Una situación que dijo Silva no le agradaba a monseñor: la calidad de vida del venezolano deteriorada. Detrás de la carroza fúnebre se divisaban unos seis carros acompañando a Monseñor.
A las 11 y media, bajando por Monterrey, por la Avenida Guayana, se llegó a un templo escondido entre árboles, de un color blanco y que se notaba aún está en construcción. Es el último proyecto que monseñor Méndez Moncada ejecutó en vida consiguiendo el presupuesto y colocando la primera piedra: el Beata María de San José. Fueron ochos templos los que impulsó en sus más de 100 años de vida.
Al entrar el atáud al templo, los que allí se encontraban comenzaron a llorar y aplaudir, y posteriormente a cantarle a Monseñor, mientras las campanadas anunciaban que la ceremonia para despedir su alma iba a comenzar. Allí junto al Altar Mayor, se encontraba una foto de Monseñor adornada con flores.
Silva comentó que en sus últimos días ya se sentía su desfallecimiento. Dos caídas en el baño y una prótesis de cadera afectaron su calidad de vida. Junto a él, y antes de su deceso, se encontraban sus familiares y algunos sacerdotes que le acompañaron también en vida. “Le canté en latín la música que él mismo me enseñó, aunque a ese punto ya no recordara”, resaltó René, que también estaba junto a él la tarde del miércoles.
Hombre de frases elocuentes, contó Silva, además de la “Poca cama, poco plata, y mucha suela de zapato”, le decía a su estudiante cuando éste era un niño y no quería estudiar para sus exámenes, que a “Dios rogando y con el mazo dando”, para que “se pusiera las pilas”.
Falleció a las 5:15 de la tarde, y lo más resaltante, además de sus 101 años fue, además de su amor por el ser humano y la naturaleza, así como su eterna devoción por Dios, el dolor que le produjo haber sido cambiado de parroquia y dejar La Ermita, confesó Silva.
A las 3:30 de la tarde trasladaron hacia allá el cuerpo, a la iglesia San Juan Bautista, donde fue recibido por el Club de Leones de San Cristóbal que estaba en constante oración. El obispo Mario Moronta inició a las 4 pm la misa en honor a Monseñor Méndez Moncada, y allí dejarán en vigilia su cuerpo toda la noche. Este viernes, después de rendirle otra misa, será movilizado nuevamente al Beata María de San José, lugar en donde lo sepultarán cerca del mediodía. (Marialice Rangel / Pasante de la ULA)