Opinión
Calvero y los sueños: Bernardo Ramírez de Arellano, héroe olvidado
1 de agosto de 2019
Este es otro de los héroes olvidados del Táchira, donde ni una calle, ni escuela, ni plaza, ni esquina, llevan su nombre. Esta es una de las tragedias del Táchira, producto de historiadores que han olvidado al pueblo hacedor de historias, en cambio cantan loas a los conquistadores españoles que exterminaron a nuestros indígenas y a los doctores y generales que justificaron y sostuvieron por largos años la barbarie gomecista. Bernardo era natural y vecino de la Villa de San Cristóbal, nacido en 1745 – hace 274 años-, agricultor y hacendado, casado con Ignacia Josefa Maldonado y Moncada. Bernardo conformó el trío de las cabezas más visibles del movimiento comunero de 1781, junto a Pedro Díaz Miranda, de San Antonio, y Juan José García de Hacia, de La Grita. Bernardo fue nombrado capitán de los comuneros de San Cristóbal, hombre de temple que supo encauzar y disciplinar aquel sentimiento de rebeldía contra «el mal gobierno español», para «evitar desórdenes en aquellos espíritus sueltos», como él mismo confesó en el interrogatorio que le hicieron los interventores españoles para castigarlo. Producto de la derrota comunera, Bernardo se había refugiado en Barinas, huyendo de la persecución de los verdugos que querían su cabeza. Regresó a la Villa para dar la cara y afrontar su responsabilidad, pero la revancha española cayó sobre él. Bernardo fue reducido a prisión, por el propio interventor Francisco de Albuquerque. Para su defensa recurrió al Vicario de la Villa de San Cristóbal, José Tulio Bermon, pero nada valió, la retaliación de las autoridades españolas fue implacable. Fue enviado preso, con grillos en los pies, a Caracas ¡Hay que ver lo lejos del camino a andar, eso sí es una resistencia heroica! Fue indultado, luego de pagar dos años de cárcel por su rebeldía, fue de los primeros gochos que llegaron a Caracas. Regresó a su San Cristóbal querido. Sus propiedades fueron confiscadas, específicamente en el sitio de «Madre Juana»: su casa, tierras de labor, esclavos y muebles. Testigos mudos de aquel infortunio confiscatorio fueron su esposa y su hermano Ignacio Fortoul. A pesar de toda esta agonía, Bernardo no se amilanó, siguió luchando por los intereses del «común», por su Villa, por su Táchira, por su Patria. ¡Honor a este héroe olvidado! (Temístocles Salazar)