Marco Tulio Arellano
“América Latina se levanta y sus pueblos escribirán en este siglo la página más grande de toda su historia”.
Hugo Rafael Chávez Frías (Día de la Dignidad de la Rebelión Bolivariana, Caracas 4 de febrero de 2006)
Las señales que comienzan a lanzar los pueblos de América Latina son apenas el comienzo de una ola que no se detendrá y buscará cambiar el curso de la historia para liberarnos del yugo capitalista y de un imperio, el cual hasta ahora había considerado a nuestra “Patria Grande” como su patio trasero.
Los cambios estructurales a que aspiran cada una de las naciones del sur del Río Grande, desde la tierra de Emiliano Zapata, pasando por los linderos de Sandino, Morazán, Farabundo Martí, Torrijos, Gaitán, Alfaro, Fidel, Hugo Chávez, Lula da Silva y Domingo Perón, entre otros, son señales de un despertar que “ocurre cada cien años, cuando despiertan los pueblos”, cantados por Pablo Neruda.
La espada de Bolívar que camina por América Latina no se detendrá y por más que el imperio, “destinado por la Providencia para plagar de miseria a la América en nombre de la libertad”, haga malabarismos y utilice lacayos para tratar de retrasar los cambios, no podrá frenar el despertar de los pueblos.
Desde luego que las artimañas del imperio no cesarán en sus oscuros propósitos y, en algunos casos, los procesos serán más lentos en atención a las redes del poder existentes, las cuales sujetan gobiernos a cipayos atados a la entrega y al servilismo de sus amos de un imperio que los utiliza para propósitos nefastos y de dominación.
En el caso venezolano, donde sufrimos una guerra prolongada desde el mismo momento en que llegó la Revolución Bolivariana con el comandante Hugo Chávez al poder, en diciembre de 1998 y se proyectó el célebre “Por Ahora” del 4 de febrero de 1992, los ataques no han cesado y la lucha continúa hasta nuestros días.
Son muchas las batallas que hemos tenido que librar y demasiados los obstáculos superados para afianzar la Revolución, bajo el impulso en la ruta del socialismo que avanza contra viento y marea, por encima de los embates de un imperio que se consume en sus propias miserias y se derrumba por dentro, gracias a la alta dosis de violencia y racismo que siempre lo han caracterizado.
Actualmente enfrentamos una feroz arremetida del imperio norteamericano con sanciones y bloqueo decretado por Donald Trump, quien busca destruir los cimientos del Estado Nación y desmoralizar al pueblo de Bolívar, estandarte de la libertad a través de su historia en América Latina, pero no podrán hacerlo.
Los traidores a la Patria y “malinches”, quienes han resucitado en los últimos años al servicio del imperio y su doctrina capitalista explotadora, no descansan en sus propósitos de cumplir la orden de sus amos, aferrados a su vocación de cipayos y mercenarios.
Los intereses cruzados que hoy surgen en la geopolítica mundial no ocultan su afán guerrerista y su rol de gendarmes de la muerte, papel que siempre han cumplido a través de la historia de la humanidad.
Los más siniestros métodos de terror y de amenaza hoy han sido reactivados para azotar a la patria de Bolívar. Una guerra asimétrica y no convencional se aplica contra Venezuela, con el único fin de rendirnos por hambre y buscar que sucumbamos ante las garras del imperio, quien aspira a robarse como siempre nuestras riquezas naturales (petróleo y demás minerales estratégicos de nuestro subsuelo) o pagarlas a precio de gallina flaca.
Para cumplir sus planes no sólo utilizan vasallos internos, sino también los externos, quienes históricamente reniegan de sus raíces y han utilizado además las armas de la envidia y de la muerte contra nuestros líderes y hombres amantes de la libertad como Sucre, nuestro Libertador Simón Bolívar y más recientemente contra el comandante Hugo Chávez.
Actualmente el imperio aplica sanciones y un bloqueo ya utilizado en países hermanos como Cuba, Siria, Irán o Corea del Norte, y enfila sus baterías contra nuestro pueblo, al iniciar una guerra prolongada contra la República Bolivariana de Venezuela.
En nuestras fronteras despiertan enemigos, quienes reactivan sus planes de ataque solapados a través de sus mercenarios y paramilitares, quienes tienen sus secuaces y vende patrias, algunos vestidos de verde oliva o de rojo-rojito, para cumplir sus órdenes a cambio de un puñado de dólares.
Si bien en nuestras amplias fronteras, como en los 2.019 kilómetros con la hermana Colombia (OTAN), se anidan los más disímiles intereses del narcotráfico, tratantes de blancas y contrabandistas de combustible; estos siempre han crecido a la sombra del crimen y bajo el amparo de negocios turbios; a ellos hoy se les suman otras especies, como el paramilitarismo y las empresas contratistas de la guerra.
Para labrar el terreno que se nutre de la droga, materia prima que genera el mayor ingreso de divisas a la vecina Colombia, quien produce más del 70 por ciento de la cocaína del mundo (según la ONU) y que consume los Estados Unidos; hoy sus tentáculos protectores son movidos por los hilos del MOSAT de Israel y la CIA norteamericana.
Más allá de las acciones emprendidas por la FANB en la frontera y los Comandos de Defensa de la República Bolivariana de Venezuela, las primeras escaramuzas ya asoman sus oscuras intenciones, impulsadas desde luego por un imperio que utiliza mercenarios en la vanguardia de una guerra no convencional, como Caballo de Troya.
Para facilitar sus acciones, ya hemos visto, por ejemplo, cómo se ejecutó el fracasado intento de ayuda humanitaria por parte del imperio a través del puente Las Tienditas, de San Antonio del Táchira, en enero-febrero de este año.
La acción conjunta se concretó en un show con payasos, artistas e invitados por parte del presidente de Colombia, Iván Duque. Los lacayos del imperio, quienes asistieron, fueron, entre otros, el impostor de Venezuela, Juan Guaidó; el presidente Sebastián Piñera, de Chile, y el cuestionado mandatario de Paraguay, Mario Abdo Benítez.
Al lado de la comparsa que intentó una fallida invasión a Venezuela, estuvo también el mercenario e impostor Marcos Rubio, quien junto a sus mercenarios y ladrones, dieron la cómica para mostrar un nuevo fracaso en los planes del imperio norteamericano.
Mientras en la América Latina resucitan los pueblos con señales de esperanza, en la Colombia de Gaitán los herederos de Francisco de Paula Santander, encarnados por Álvaro Uribe Vélez, Juan Manuel Santos e Iván Duque “El Uribito”, muestran sus afanes por derrotar al hijo de Chávez, el presidente Nicolás Maduro.
Sus planes han fracasado, como el citado intento de invasión disfrazado de ayuda humanitaria y el fallido magnicidio del 4 de agosto del año pasado, en el acto aniversario de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB).
Ante el avasallante repunte de las fuerzas revolucionarias y progresistas de América Latina, con el reciente triunfo en Argentina de la fórmula de Alberto y Cristina Fernández, las multitudinarias protestas y marchas en Brasil contra Jair Bolsonaro se han incrementado.
Asimismo, el triunfo de Evo es irreversible en Bolivia y el pueblo de Colombia, muy activado, resiste hoy más que nunca con sus indígenas y campesinos, como la vanguardia de un cambio indetenible. En Ecuador, el traidor Lenín Moreno ya tiene los días contados.
En el caso de la vecina Colombia, en especial, podemos observar cómo se anticipan los ataques, en la desesperada búsqueda de combustible para procesar la droga.
Ya el protector del Táchira, Freddy Bernal, lo expresó recientemente: “los paramilitares colombianos arrecian su presencia y sus ataques porque para poder producir un kilo de cocaína necesitan 30 litros de gasolina venezolana”.
La realidad nos lleva a una guerra no convencional y con características asimétricas, las cuales nos invitan a establecer una auténtica respuesta y planes inmediatos de defensa y seguridad de Estado.
En especial, ahora debemos enfocar la lupa y nuestra inteligencia y contrainteligencia, contra los traidores y herederos de Juan Guaidó en la frontera (Julio Borges, Gaby Arellano, Ismael García, Luis Florido), entre otros.
Muchos mercenarios y traidores (exmilitares venezolanos abandonados al azar) han quedado atrapados en los alrededores de Cúcuta y Chinácota y también en el Catatumbo, en la frontera del Zulia (laboratorios de droga), donde se ensayan los planes más macabros contra Venezuela, por orden del imperio y la Casa de Nariño.
Desde el centro del poder en Bogotá se adelantan nuevas órdenes, ahora enmascaradas en el discurso de Iván Duque contra nuestras fuerzas bolivarianas y el Estado venezolano (laONU).
A Venezuela se le trata de acusar ahora de encubrir al ELN y a las FARC, atrapadas en un falso plan de paz, el cual nunca se cumplió y por ello se les persigue y se les extermina junto a los líderes sociales; gracias a la traición del trío macabro de Santos, Uribe y Duque, lacayos del imperio norteamericano y de la OTAN.
Mientras desfilan por las calles de Cúcuta los hijos putativos de la traición, al lado de fuerzas paramilitares creadas por Álvaro Uribe Vélez a la sombra de la droga, ahora los mercenarios y cipayos herederos de Juan Guaidó desfilan huérfanos.
Mientras tanto, el presidente de la Asamblea Nacional en desacato, huye hacia adelante porque sabe que está a punto de ir a la cárcel (lo pide el pueblo), por haber cometido los más graves crímenes y saqueos contra la patria de Bolívar (caso Citgo).
Cuando el pueblo de Venezuela clama a gritos que ¡Llegó la hora de hacer justicia!, la oligarquía parasitaria y mutante trata de preparar su nueva carta bajo la manga, la exembajadora de la OEA en Panamá, María Corina Machado.
Esta dama de fina estampa y rancia procedencia, pensamos, sin temor a equivocarnos, que debe encabezar la lista de los próximos imputados por la justicia, como traidores a la Patria, junto a los Guaidó de la frontera colombo-venezolana.
¡Amanecerá y veremos!