“Fueron otros los que decidieron por ella, es nuestra Maco, no Carla. Nosotros seguimos unidos, juntos como familia, con la fe en alto”, dice la madre, Carmen Zulay
Por Miriam Bustos
Fueron muchos los que prometieron devolverla, sana y salva, al seno familiar. También muchos los que, con el pasar del tiempo, se comprometieron a cumplir con el deber de sacarla de las selvas fronterizas, a las que no pertenecía, para que rehiciera con sus seres queridos la vida que tenía y pudiera cumplir uno a uno sus sueños de adolescente. La lista de quienes no han cumplido sería larga.
Hoy, once años después, son pocos los que recuerdan a la tachirense María José Molina Contreras. Ella, cuando tenía solo 15 años, fue secuestrada de su propia casa (junto a su madre, quien 3 meses después fue rescatada) y sin que nadie lo impidiera le cambiaron inexorablemente el destino, robándole el futuro, sin darle oportunidad alguna de decidir.
Se ignora cuántas calamidades ha pasado la chica a lo largo de estos años, al transitar de víctima de secuestro a “reclutada” de las Farc.
Ahora, María José es un miembro más, con los mismos derechos y deberes que tiene cada uno de los integrantes de ese grupo irregular. Solo se sabe que fue y sigue siendo una víctima inocente, en todos los sentidos, producto de la maldad de quienes lo hicieron y de la apatía e indiferencia de quienes lo permitieron.
Era solo una adolescente
En 2008 era una adolescente, un ser vulnerable y maleable, cuando la arrancaron de su familia. Tal vez esos dos factores, y el hecho de que le hayan perdonado la vida, la han llevado a brindarles lealtad y hasta agradecimiento a sus propios verdugos, producto tal vez del síndrome de Estocolmo.
Pero el amor de su familia va más allá de esa trágica realidad que le ha tocado vivir de tan cerca, entre frustraciones por promesas incumplidas y por su ausencia. El tiempo ha pasado, pero sus seres queridos siguen estancados en ese 26 de junio de 2008.
Carmen Zulay y Samuel, sus padres, y también sus hermanos, no pierden la esperanza ni cesan en su propósito de verla regresar a casa.
Once años después, a pesar de que ya no se ven acompañados con la misma frecuencia de ese tiempo por representantes de la prensa regional, nacional y hasta internacional, que colmaban su casa en busca de la noticia del momento, y tampoco reciben las llamadas telefónicas de importantes políticos y jefes policiales y militares que les juraban un respuesta pronta, la “fe, valor y esperanza” (consigna utilizada en la campaña de búsqueda de María José) siguen intactos.
Son ellos quienes han realizado sus propias investigaciones, han sido ellos quienes agotaron todas la instancias posibles en el país, y se han visto obligados a buscar apoyo en Colombia, para traer a casa a Maco, como le decían cariñosamente, ahora de 26 años de edad. Y entre la alegría y la angustia, fueron ellos quienes hace un tiempo la reconocieron, aún adolescente, en los videos de un campamento guerrillero que un programa de la televisión colombiano transmitió, poco tiempo después del secuestro.
La vieron más tarde, al salir de la adolescencia; y luego uniformada, con el alias de Carla. En videos grabados en Catatumbo y Perijá, uno en el “campamento Santrich”, aunque después Jesús Santrich negó públicamente que tuviera o haya tenido en su poder a la joven tachirense.
“Maco, no Carla”, habla la madre
“Fueron otros los que decidieron por ella; es nuestra Maco, no Carla. Nosotros seguimos unidos, juntos, como familia, con la fe en alto. Ojalá pudiéramos comunicarnos con ella. Nosotros, desde hace mucho tiempo, deseamos que haya la posibilidad de que ella nos pueda llamar, que le permitan acercarse a nosotros y bueno, que nos diga: ´mamá, papá, ya esta es mi vida, ya a mí me tocó decidir por esto´. Lo que sea, pero que se comunique con nosotros y nos saque de esta incertidumbre. Porque es que es muy bravo, muy duro, son 11 años de martirio, de angustia, de ese vacío tan grande que hay”, pidió Carmen Zulay.
—Recordamos sus travesuras -agregó la dama-, su alegría, su manera de ser, los momentos bonitos, sus planes para el futuro; decía que quería ser periodista, comunicadora social.
La madre dice que a sus nietecitos, a sobrinitos de María José que ella no conoce, siempre les muestra fotografías para que la tengan presente.
— Las gemelas, que son las más grandes, ya tienen 8 años, me preguntan por ella y me hacen preguntas y preguntas: que por qué yo sonrío, si no está María José; entonces les explicó que yo estuve muchos años llorando y muy triste, pero entendí que no podía seguir más así, porque me iba a enfermar, y que tenía que estar sana para cuando ella regrese –reveló la madre, quien tiene esperanzas de volver a abrazar a su hija María José-. “Además, debo estar sana para ellos también, para mis cuatro nietecitos, porque ellos, de verdad, me han dado muchas alegrías”.
__¿Qué quiere usted de su hija, luego de tantos años?
__Lo que quiero es que María José esté feliz, no me la quiero imaginar llorando, sufriendo, y sé que por su forma de ser, las personas a su alrededor deben quererla mucho. Pero, ¿sabrá ella de nosotros, de todo lo que hemos pasado, que tiene 4 sobrinitos, que nunca hemos dejado de buscarla?
“Por todo eso es que pido a Dios no permita que me vaya de este mundo sin antes volverla a ver y darle un abrazo; no importa si se vuelve a ir”, dijo finalmente –ya con la voz quebrada- Carmen Zulay.