La plaza de los saberes. Es una idea de Juan Alberto Sánchez para hacer denominación y homenaje a la hermosa plaza Jáuregui de La Grita. Y es cierto que en este espacio tan bonito se han reunido desde hace décadas muchos conversadores llenos de sapiencia cultural y amigos de esa pernicia diaria para hilar sabroso sobre lo humano y lo divino. Me gusta eso.
Siguen los artefactos eléctricos pagando esta calamidad generalizada. Y se va uno quedando con los caparazones de los televisores, microondas, neveras y cualquier aparatico que necesite energía de cable en un rinconcito del hogar. Hay que reconocer que esos reguladores aguantan mucha grosería de voltaje. Claro, es tanta la diferencia entre esos picos de altos y bajos que no hay equipo que aguante tanta leña eléctrica seguidita. ¿Quién paga esos daños, camaradas?
Las arepas cuarteadas de mi tío Melquiades son famosas en Acirema. El viejo dice que en esas hendijas entran fácil la mantequilla y el queso derretido. Ah, rigor con las mentiras de mi tío. Creo que el sueldo no le alcanza ni para rellenarlas con hielo.
Esa perversidad mostrada por algunos habitantes de la tierra libertada por Antonio José de Sucre en Ayacucho nos duele en el alma. No es posible que los peruanos reaccionen contra los venezolanos que han llegado a territorio inca a mitigar hambre y buscar oportunidades para sus familias. Dios los proteja de sufrir lo que los hijos de Bolívar hoy día.
Hay preocupación por esos alaridos que se escuchan a lo largo del recorrido que hace la quebrada Colorada, en Pregonero. Eso de los documentales sobre alienígenas ancestrales tiene a medio mundo “escuchando y viendo” cosas extrañas. Será buscar un litro de agua bendita y un cuchillo crucero para entrarle a ver qué es lo que produce esos sonidos escalofriantes. ¿Quién se anima a la aventura después de las doce de la noche?
Cosme dice que las soledades de los pueblos nuestros reflejan a Ortiz, población referencial en la obra de Miguel Otero Silva. Casas Muertas desnudó el futuro de Venezuela sin querer. -¿De qué trata esa novela, sobrino? –Lea, Pulqueria, que tiene suficiente tiempo para ejercitar los ojitos, replica Melquiades.
Carlos Orozco Carrero