Frontera
EDICION FRONTERA Vino artesanal con sabor a frutas de Villa Páez
30 de octubre de 2019
Norma Pérez
El DATO
Por ser una variedad relativamente nueva, la “uva mora” es resistente a plagas y enfermedades
DE INTERES
Rosa Vera es experta en microbiología y por lo tanto posee amplios conocimientos para la multiplicación de las levaduras que se usan para preparar los vinos
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Como dijo el sabio Galileo Galilei, “el vino es la luz del sol unida por el agua”. Nada mejor para describir la experiencia de Rosa Vera, quien con las frutas que cosecha en su fundo de Villa Páez, en el municipio Rafael Urdaneta, produce vinos de mora, fresa y durazno. Un poco de sol embotellado, con mucho sabor a tierra tachirense.
Sus raíces hablan de varias generaciones familiares vinculadas al campo, dedicadas al cultivo de estos suelos prodigiosos. Por eso, dice, “primero fui agricultora que agrónoma”, pues hace diecisiete años egresó de la Universidad Nacional Experimental del Táchira como ingeniero agrónomo; así adquirió los conocimientos formales para complementar con el aprendizaje práctico que tuvo desde la niñez.
Hace un poco más de un año, junto a su esposo, Gustavo Rodríguez, inició lo que ella llama su aventura; producir vinos de frutas de manera artesanal. Actualmente incursiona en una variedad de vino espumoso, con óptimos resultados.
Exitoso emprendimiento
La variedad de “mora uva”, fresas y duraznos, que produce Rosa Vera en su fundo Monte Café, ubicado en Villa Páez, la utiliza para la producción de los vinos artesanales. Ella define a esta aldea agrícola como una zona bendita, por la bondad de sus suelos para sembrar y cosechar.
Para elaborar el vino se requiere contar con una fruta madura y de excelente calidad. En el caso específico de la “mora uva”, debe estar completamente madura, pues esto le brinda la dulzura que requiere el producto final. Esta fruta es la más adecuada para hacer el vino, por la similitud de sus características con la uva.
El siguiente paso es realizar el proceso de extracción, que puede ser licuado o, ante la falta de energía eléctrica, hacerlo con las manos, de manera de sacar el zumo de la fruta.
A esto se le agregan agua, azúcar y levaduras, para su fermentación. Se coloca en botellones de vidrio, de los que almacenan agua mineral, y se deja reposar de 21 a 25 días.
De allí pasa a embotellarse, y a esperar –aproximadamente- de tres a cuatro meses, en un proceso de maduración, para que adquiera el cuerpo y sabor adecuado.
Para diversificar la producción, se ha ensayado con las fresas y los duraznos para hacer vinos espumantes. Esto requiere una segunda fermentación. La intención es crecer y ofrecer más variedad a los consumidores.
Los residuos que quedan, después de colar el vino de mora, se deshidratan para hacer un té, el cual se mezcla con valeriana para darle más beneficios.
Este té se puede consumir tanto caliente como frío, al que se le agregan albahaca y limón para hacerlo más refrescante. Así se puede disfrutar de una bebida con muchas propiedades y un delicioso sabor.
Una de las mayores limitantes de la producción es la falta de botellones de vidrio para almacenar; pues son difíciles de conseguir y por eso están en su constante búsqueda.
Además de elaborar el vino de frutas, Rosa y su esposo se dedican a dictar talleres una vez al mes para enseñar a otras personas el proceso. Para evitar las dificultades del traslado a los participantes, los realizan en San Cristóbal, y muestran de manera práctica la forma de hacer las distintas variedades.
Vinos El Tamá
La idea de bautizar la naciente empresa con el nombre de Vinos El Tamá surgió debido a que la abuela de Rosa Vera en una oportunidad le contó que el primer nombre que tuvo la aldea fue El Tamá y que posteriormente se cambió a Villa Páez.
Esta narrativa oral caló hondo en la nieta, y ahora sus vinos de frutas ostentan la etiqueta con este nombre, en homenaje a la tierra de sus querencias.
En la aldea Villa Páez, del municipio Rafael Urdaneta, bastante alejado de la capital del estado, se cultivan valiosas ideas y se cosechan novedosos resultados con aroma a naturaleza y a páramo andino. Solo queda alzar las copas y brindar por estos emprendedores que atraparon en una botella el valor de su terruño. ¡Salud!