Algunos estudiosos de los temas educativos dejan entrever la sensación de desaliento por el escaso impacto de la escuela en los aprendizajes reales de los estudiantes. La percepción predomina fundamentalmente entre quienes consideran que la escuela es un centro exclusivamente académico, encargado de divulgar conocimientos teóricos u operaciones prácticas. Buena parte del magisterio se queja por la poca profundidad adquirida por los estudiantes en el dominio y manejo de las bases conceptuales de cada área de formación o disciplina curricular. Incluso se dice que los jóvenes
llegan a la universidad prácticamente desarmados en capacidades cognitivas complejas. Más grave es el anuncio de que egresa de la misma sobrecargado de lagunas y vaguedades en su propia área de formación técnica o profesional. El pesimismo cunde entre quienes consideran que las generaciones actuales no calzan las expectativas que exige la escuela. La falta de voluntad e interés hacia el aprendizaje conduce rápidamente al olvido de tales conocimientos y/o a la inaplicabilidad de los mismos en la vida real.
Otros expertos en materia educativa consideran que la escuela está a la zaga de las innovaciones y transformaciones sociales. Se dice que las instituciones escolares tienen poca
capacidad de respuesta frente a los cambios que acontecen frecuentemente en el entorno político y social. Así piensan quienes consideran que las escuelas no están diseñadas para reproducir o transmitir conocimientos memorísticos, sino para potenciar competencias, habilidades o destrezas y adaptarse o readaptarse a los continuos cambios de la sociedad. En forma de anécdota, alguien
plantea una situación hipotética: si una persona del pasado tuviera la posibilidad de reaparecer en la actualidad, quedaría estupefacta por los cambios ocurridos en la sociedad en los últimos doscientos o trescientos años de historia: internet, medios de comunicación, avances científicos o técnicos, el crecimiento urbano, entre otros. Pero al ingresar a una escuela sentiría que el tiempo no ha
transcurrido en absoluto. El ambiente sería prácticamente igual al de su época. ¿Cuánto de cierto habrá en los postulados de la anécdota?
¿Cuál es el propósito de las transformaciones curriculares? En distintos países del mundo se plantea la necesidad de cambiar la escuela para adaptarla a la realidad de los nuevos tiempos. En una sociedad tan dinámica y cambiante, la capacidad de renovación de la escuela avanza a pasos paquidérmicos, sin contar con la resistencia de quienes se niegan a emprender otras experiencias escolares, para ganar en innovación lo que se pierde en efectividad académica o pedagógica.
Jocosamente se dice por ahí que una reforma comienza a hacerse efectiva y ya hay sobre el tapete otra propuesta de transformación. Pero, en todo caso, el hecho de sentir la necesidad de transformar o cambiar la dinámica escolar, en esencia refleja la expectativa por la búsqueda de otro modelo educativo. Propuestas innovadoras hay para todos los gustos. Pero ahí está precisamente el
problema. La falta de acuerdos y consensos conspira contra cualquier transformación en la escuela. El debate se mueve entre la tradición de lo viejo y el temor a lo nuevo. Pero, al fin y al cabo, todavía no se sabe quién va a la zaga de quien… (José de la Cruz García Mora) /