Excavar de manera frenética no es nada raro en los perros. A menudo nos parece un comportamiento gracioso, pero la cosa cambia cuando el lugar que ha elegido para hacer la nueva línea de metro es el jardín de casa. Por fortuna, hacer que pare es sencillo si logras averiguar la causa.
Contrariamente a la creencia popular, los perros no excavan para esconder huesos. Las razones más comunes de este comportamiento son: aburrimiento, falta de ejercicio o estímulos subterráneos.
Las dos primeras causa son fáciles de contrarrestar. Simplemente dedica más tiempo a pasear a tu perro para que se canse más y no decida gastar su exceso de energía en cavar. Lo mismo ocurre con el aburrimiento. Los perros son fáciles de distraer. Arrojarle un juguete o jugar con él un rato es suficiente para desviar la atención de sus habilidades mineras.
La tercera explicación es la más compleja porque suele implicar un estímulo externo. A menudo los perros huelen o escuchan algo bajo tierra que les hace excavar en su busca. Es posible que sea un animal muerto, un topo o un ratón. La solución más sencilla sería librarse de ese animal, pero a veces no es posible porque ni siquiera sabemos qué es. En esos casos suele funcionar bien limitar los daños dejando que excave en un solo lugar. Lograr esto es fácil dejándole pequeñas golosinas o su juguete favorito dentro del agujero que ya haya comenzado a excavar.
Si nada de esto funciona y la manía por excavar se sale de madre puedes intentar detenerla enterrando productos naturales que sean desagradables al olfato del perro como la corteza de limón, o la cayena. Rociar el césped con un poco de vinagre también suele funcionar.
Gizmodo