Cultura
Derecho a reparar: el país que está luchando contra la cultura de tirar todo lo viejo a la basura
10 de marzo de 2021
Bruno Mottis, un reparador voluntario, voltea luego la balanza de cocina roja con la frase «Mantenga la calma y haga mermelada» e inspecciona la placa de circuito con un detector de voltaje de mano.
«Podría haberse mojado cuando lo estaba limpiando», le responde Imene, la parisina que llevó la maltrecha balanza al «café de reparación» que opera en el ayuntamiento del distrito IX de la capital francesa.
«Espero que sea reparable, para no tener que comprar otra. Si lo hago, eventualmente habrá otro problema y tendré que comprar otra. Es un círculo vicioso», se queja.
París alberga una docena de estos «cafés de reparación», iniciativas mensuales gratuitas que permiten a los residentes locales reparar objetos domésticos y electrónicos con la ayuda y el asesoramiento de voluntarios entusiastas.
Como parte de la iniciativa, iniciada por la periodista Martine Postma en Ámsterdam en 2009, cientos de talleres similares funcionan por toda Europa.
«Somos una sociedad de desperdicio y consumo excesivo», explica Emmanuel Vallée, organizador del Repair Café Paris, que desde su lanzamiento en mayo de 2019 suele contar con alrededor de 25 personas por evento, incluidas algunas que asisten en línea.
«Tiramos cosas que no es necesario tirar«, lamenta.
Para Vallée y reparadores como él, hay mucho trabajo por hacer.
El mundo produjo casi 45 millones de toneladas de desechos electrónicos en 2016 cuando consumidores y empresas tiraron teléfonos inteligentes, computadoras y electrodomésticos con un valor estimado de US$62.500 millones.
Y solo el 20% de todos estos equipos se recicló adecuadamente.
En Europa, donde el problema es particularmente grave, los investigadores estiman quetan solo entre el 12% y el 15% de los teléfonos móviles se reciclan de forma apropiada, a pesar de que alrededor del 90% de la población tiene uno.
Y se espera que los desechos electrónicos, que a menudo se envían ilegalmente desde Occidente a vertederos tóxicos en expansión en países como Filipinas, Ghana, Nigeria y China, crezcan hasta más de 52 millones de toneladas para fines de 2021 y se dupliquen para 2050, convirtiéndolo en el tipo de residuo doméstico de más rápido crecimiento en el mundo.
Sistema roto
El impacto ambiental varía desde enormes emisiones de carbono hasta la contaminación de las fuentes de agua y las cadenas de suministro de alimentos.
Pero con reparaciones se podrían evitar cantidades significativas de ese desperdicio.
Según un estudio de la Agencia Francesa de Medio Ambiente y Gestión de la Energía, en Francia solo se repara el 40% de las averías electrónicas.
Las encuestas, sin embargo, señalan que casi dos tercios de los europeos preferirían reparar sus productos antes que comprar otros nuevos.
Por eso los funcionarios franceses creen que, al igual que las básculas de cocina de Imene, el sistema actual está roto y debe repararse.
En un esfuerzo por reducir esta gran cantidad de desperdicio evitable, la Asamblea Nacional francesa votó el año pasado para instaurar un índice de calificaciones de «reparabilidad» para electrodomésticos como lavadoras, cortadoras de césped, televisores y teléfonos inteligentes.
Al hacerlo, el gobierno francés espera aumentar la tasa de reparación de dispositivos electrónicos en un 60% en cinco años.
Las reglas entraron en vigor en enero y requieren que los fabricantes coloquen en sus productos calificaciones -similares al sistema de calificaciones de energía que ya está ampliamente implementado-.
Éstas se calculan con base a cinco criterios: facilidad de reparación, precio de las piezas de repuesto, disponibilidad de piezas de repuesto, disponibilidad de documentación de reparación y una medida final que varía según el tipo de dispositivo.
Después del primer año, se impondrá una multa de hasta €15.000 (unos US$18.200) a los productores, distribuidores y vendedores que no cumplan con ello.
Y el proyecto de ley también incluye un índice de «durabilidad», a partir de 2024, que considerará nuevos criterios como la confiabilidad y solidez del producto.
«Queremos limitar el consumo de los recursos naturales del mundo», explica Véronique Riotton, la diputada francesa que fue la relatora de la legislación.
«Todo el mundo está preocupado. El objetivo es mejorar el mercado de reparaciones y espero que este índice haga que los consumidores sean más conscientes de esta crisis ecológica», dice.
Enorme impacto
El esquema de calificaciones ha sido anunciado como el primero de este tipo en el mundo, sentando las bases para que otros países sigan esta tendencia.
Se espera que el sistema francés inicie una carrera entre empresas para mejorar la capacidad de reparación.
Los activistas creen que las medidas permitirán que un mayor número de personas así como terceras partes, como talleres de reparación, realicen el trabajo, algo que podría conducir a una mayor aceptación del acto de reparar.
«La reparación no está en lo más alto de la lista de prioridades de la industria [electrónica]», dice Maarten Depypere, ingeniero de políticas de reparación de iFixit Europe, una empresa privada que produce puntuaciones de arreglos para productos.
«Pero Francia realmente ha tenido en cuenta a los consumidores con esta ley. Es una solución muy equilibrada que creo que provocará más competencia entre empresas. Creo que todos los países deberían adoptarla», dice.
Los estudios preliminares sugieren que el aumento de las reparaciones podría tener un gran impacto.
Un análisis realizado por la Oficina Europea de Medio Ambiente (EEB), una red de organizaciones medioambientales ciudadanas en Europa, concluyó que extender la vida útil de todas las lavadoras, portátiles, aspiradoras y teléfonos inteligentes en la UE en un año ahorraría cuatro millones de toneladas de dióxido de carbono anualmente para 2030, el equivalente a retirar dos millones de automóviles de las carreteras cada año.
Sin embargo, los activistas consideran que un defecto grave del índice de reparación de Francia es el hecho de que serán los fabricantes quienes se calificarán a sí mismos, no un organismo independiente.
«Obviamente, existe el riesgo de parcialidad si los fabricantes se puntúan a sí mismos», dice Jean-Pierre Schweitzer, responsable de políticas de productos y economía circular en EEB.
«Pero esta es la primera etiqueta nacional de este tipo. Demuestra que el tema de la reparación se ha vuelto cada vez más importante. No tenemos que ser luditas, se trata de reinventar cómo usamos la tecnología», explica.
Derecho reconocido
Según Schweitzer, varios avances políticos recientes reflejan el apoyo a lo que se ha denominado el «derecho a reparar» para los consumidores.
En diciembre de 2019, la UE adoptó sus primeros requisitos de diseño ecológico para electrodomésticos como frigoríficos, lavadoras, iluminación y pantallas.
Eso fue seguido pronto por el Pacto Verde de la UE y el nuevo Plan de Acción de Economía Circular con el compromiso explícito de explorar el «derecho a reparar».
Desde entonces, la Comisión Europea lanzó procesos de consulta que analizaron conjuntos más amplios de productos como textiles, muebles y baterías.
Más recientemente, en noviembre, el Parlamento Europeo adoptó un informe a favor de establecer normas más estrictas sobre el «derecho a reparar».
Los esquemas a nivel nacional también están avanzando.
En Austria, el gobierno redujo a la mitad el IVA sobre ciertas reparaciones al 10% y varios estados introdujeron un sistema de vales de hasta 100 euros (US$120) para financiar las reparaciones.
En Hungría, el gobierno extendió el período de garantía para ciertos electrodomésticos hasta tres años.
Aún más lejos, Australia ha lanzado un informe sobre el «derecho a reparar», y las conclusiones deben presentarse en febrero, mientras que algunos estados de EE.UU. han tenido derechos de reparación desde hace una década, aunque estos se centran principalmente en los vehículos.
Cambio necesario
Estos desarrollos también requerirán cambios significativos en la forma en que los fabricantes de bienes operan actualmente y en los productos que producen, indica Chloe Mikolajczak de la campaña Right to Repair, una coalición de 40 organizaciones en 15 países europeos.
Muchos auriculares inalámbricos, apunta, no se pueden desmontar ni reparar en absoluto; una vez que las baterías se agotan, deben desecharse, mientras que los teléfonos inteligentes son cada vez más complejos con varias cámaras, lo que los hace más difíciles de reparar.
Las actualizaciones de software son parte de esta capacidad de reparación, agrega Mikolajczak, por lo que los fabricantes deberán mantener los dispositivos más antiguos.
Eso, sin embargo, no siempre ha sido así.
El fabricante de altavoces Sonos fue criticado en 2019 por una función de software que inutilizaba los dispositivos más antiguos.
Y Apple avivó la controversia por reducir intencionalmente la capacidad informática de los iPhones más antiguos en una práctica conocida como «obsolescencia programada».
DigitalEurope, un organismo de la industria de la tecnología digital que representa a empresas como Amazon, Apple y Google, se negó a comentar sobre el tema cuando fue contactado por BBC Future Planet. Pero un portavoz se refirió al informe de posición de DigitalEurope, que señala que sus «miembros llevan mucho tiempo liderando el camino con el progreso ambiental» y que «enfatiza la necesidad de garantizar requisitos equilibrados» para el derecho a reparar.
El documento exige que las reglas sobre el derecho de reparación sean «proporcionadas, factibles, rentables y respeten la confidencialidad comercial» y argumenta que «los fabricantes deben continuar eligiendo la posibilidad de reemplazar el servicio profesional a través de una red de socios técnicos certificados«, quienes, dice, son preferibles a los reparadores externos por motivos de calidad, seguridad, comerciales y medioambientales.
«No creemos que estos argumentos se mantengan», dice sin embargo Mikolajczak.
«No hay razón para pensar que las reparaciones de terceros resultarían en daños. Y si las empresas de la competencia realmente quisieran mirar dentro de los dispositivos de la competencia, no necesitarían un reparador externo para hacer esto. Esas restricciones simplemente hacen más difícil y más caro para los consumidores reparar los dispositivos», agrega.
Para aquellos en los cafés de reparaciones de París, sin embargo, la realidad de las reparaciones es completamente diferente.
Charlas animadas, el aroma de pasteles recién hechos y el ruido de las herramientas llenan la sala, con alrededor de una docena de estaciones de reparación ocupadas por los participantes.
«Me dijeron que esto no se podía arreglar», dice Caroline, una residente local, agitando un formulario de un fabricante que indica que su máquina de coser de 20 años es irreparable. «Pero identificamos el problema en cuestión de minutos. Las cosas funcionan mejor cuando tomamos el asunto en nuestras propias manos».
Cortesía de BBC