Freddy Omar Durán
Artesano, poeta y personaje de la cultura tachirense, con Pedro Delgado, fallecido el pasado viernes 11 de marzo, a los 74 años, se ha ido extinguiendo ese aspecto más puro y primigenio del gentilicio tachirense.
Fueron más de 40 años tejiendo, pintando o haciendo cuanta cosa la inquietud artística le dictara, logrando de esa manera no solo un puesto de reconocimiento dentro de su estilo en el ámbito nacional, sino el aprecio de cuantos en persona lo conocieron, por su humildad y sencillez. Dentro o fuera de su hogar, raro era encontrarlo con las manos ociosas, pues siempre estaban dispuestas para sus tejidos o pinturas.
Desde muy niño aprendió a tejer sombreros y cestas, un oficio que obtuvo de su madre, y como un infante pobre, en un emergente Barrio Obrero de San Cristóbal, aprendió a hacer sus propios juguetes. Esas artes no fueron abandonadas en la adultez, pues apenas si tuvieron paréntesis mientras le servía a la nación como marinero, gracias a lo cual viajó alrededor del mundo, y posteriormente cuando trabajó en una textilera.
Ya de regreso al Táchira, con algo para el terrenito en el que levantó su ranchito, que luego a través del aporte del Estado venezolano se convirtió en una decente casa ubicada en la calle Bella Vista de Barrancas, parte alta, vivió junto a su señora madre,y se sumergió en su pasión por el arte siendo alumno de la Escuela de Artes Plásticas Valentín Hernández Useche, a finales de los años 70 del siglo pasado
A principio del presente siglo comenzaría a atesorar varios reconocimientos, entre ellos el primer premio de los Circuitos Culturales de la Dirección de Cultura del estado Táchira (2008), y expondría de manera individual en la Casa Steinvorth (2013), y el Mavet (2010) le rendiría un homenaje con un foro sobre su vida y obra.
—Era un hombre con una sensibilidad muy fina para interpretar nuestras costumbres y tradiciones. Lo mostró con una gran ingenuidad; pero con mucho amor y orgullo patrio por lo que ahí reflejaba. Lamentablemente, siempre vivió en soledad, yo lo conocí desde hace muchos años, y lo conocí en su oficio de zapatero, que dejó de lado para dedicarse totalmente a las artes plásticas— expuso la museógrafa Belkis Candiales.
Su ingenio le daba para sacar provecho al material reciclado y, si sus mermados recursos lo permitían, se hacía de sus pinturas para dar vida a figuras que, en mínimos trazos y colorido destacado, al instante nos resultaban entrañables. Calificarlo de artista ingenuo, en nada degrada su legado, pues se corresponde a un carácter humano de una eterna ingenuidad. No escondía sus conocimientos, que en su lenguaje de tachirense raizal compartía con quien lo quisiera escuchar.