Cultura

“Érase una vez en Venezuela”, un documental sobre migración y polarización

2 de marzo de 2021

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Durante cinco años, el equipo de rodaje del documental Érase una vez en Venezuela estuvo acudiendo a Congo Mirador para seguir el proceso de sedimentación que acabó por forzar la migración de gran parte de sus habitantes. A su paso por España, donde la cinta se estrena en varias salas del país, Anabel Rodríguez analiza la situación de Venezuela, con Congo Mirador como catalizador de los problemas nacionales.

Un pequeño pueblo situado sobre las aguas del lago de Maracaibo (Venezuela) es consumido poco a poco por el lodo. La principal fuente de ingresos y de vida de este medio millar de personas va desapareciendo, mientras la polarización y las revanchas partidistas impiden que llegue una solución que salve al pueblo. Érase una vez en Venezuela, Congo Mirador es la historia de un pueblo, así como la del resto de Venezuela, donde la división política afecta a todos los niveles de la sociedad y lastra el desarrollo del país. “Como artistas, como venezolanos y como seres humanos, nos identificamos mucho con esta situación, pues venimos de una historia en la que nuestras familias, la sociedad y el país se han dividido. A raíz de esto, vivimos bajo una dinámica del ejercicio del poder muy abusivo y aplastante”, afirma Anabel Rodríguez, directora del documental.

A su paso por España, donde la cinta se estrena en varias salas del país, Rodríguez analiza la situación de Venezuela, con Congo Mirador como catalizador de los problemas nacionales, y asume que cuando regrese a su país la situación habrá empeorado. La última vez que estuvo allí fue antes de la pandemia.

Cinco años de seguimiento de un pueblo que se desvanece

Durante cinco años, el equipo de rodaje del documental estuvo acudiendo a Congo Mirador para seguir el proceso de sedimentación que acabó por forzar la migración de gran parte de sus habitantes. A pesar de los intentos por parte de una de las protagonistas, como la alcaldesa chavista del pueblo, de buscar apoyo institucional, el lodo acaba conquistando las aguas, matando el hábitat natural y provocando nuevas infecciones en la zona. “Lo que he visto, durante los cinco años de rodaje, son las consecuencias de esa polarización, que se han hecho mucho más profundas. En el caso de Venezuela, se mezcla con una migración masiva, con cinco millones fuera, de los cuales tres millones están en situaciones muy difíciles. Lo que logro ver es que la gente que estaba vulnerable está aún más vulnerable”.

La cineasta critica la situación que atraviesa su país y asegura que la población no se siente cercana al Gobierno, pero tampoco a la oposición, y considera que es la sociedad civil organizada la que podrá hacer una nueva propuesta para salir de la encrucijada actual. “Quienes se quedan en el país están tan vulnerables, que simplemente mueren por falta de comida o tratamientos médicos. Con nuestra experiencia en Congo, hemos sido testigos de esto. A menos que tengas un apoyo caritativo, las consecuencias son devastadoras”.

En Congo Mirador quedan pocas casas habitadas. Durante el rodaje del documental había un grupo armado que controlaba el pueblo, así como una rivalidad exacerbada entre la alcaldesa, “que tiene todos los pocos recursos que llegan desde el Gobierno”, y la maestra de la única escuela de la zona. “Nos centramos en ellas porque en esa necesidad del apoyo del Gobierno se ve claramente la polarización política, que no está solo en este pueblo sino en toda Venezuela, que llegó a sitios tan remotos como Congo y que es un fenómeno que atravesó el país”, asegura.

A la división política y social, se suma una pobreza que va calando en la sociedad y, según la documentalista, llega a lugares recónditos del país, donde la situación se agrava por su aislamiento geográfico. “Las carencias en el estado de Zulia (donde se encuentra Congo Mirador) son muchísimas. Están volviendo enfermedades, como la tuberculosis. Además, no hay gas para las cocinas y la gente está cocinando con leña. Así, leña más tuberculosis equivale a la fosa del cementerio”, describe la cineasta.

A todo ello se suma la pandemia, que hace más difícil la migración, e incluso provoca el retorno a los países de origen. El caso de Congo Mirador no es una excepción: “La tendencia es irse a Colombia, pero también llegaron algunos congueros a Lima. Sin embargo, en tiempos de COVID-19 no se sabe dónde se puede estar peor”. Según la Agencia de Refugiados de las Naciones Unidas (Acnur), hasta principios de 2020, unos cinco millones de venezolanos se vieron forzados a salir de su país y casi dos millones de ellos recalaron en Colombia. Debido a la pandemia y a las duras condiciones en las que vivían, miles de ellos han regresado a Venezuela.

Cortesía de El Espectador

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