Cultura
La “quema del Año Viejo” une a comunidades y generaciones
miércoles 31 diciembre, 2025
El arte de armar por horas para luego quemar en minutos el Año Viejo ha creado un poderoso vínculo comunitario y al tiempo permite, un traspaso de conocimiento de nuevas y viejas generaciones.
En San Cristóbal la tradición no se pierde y, por el contrario, alrededor de ella se agolpan niños y jóvenes, que de seguro le darán continuidad, eso sí, a diferencia del pasado con una mayor supervisión de los adultos.
Es una tradición que identifica a sectores muy puntuales de la ciudad, que ininterrumpidamente, tal vez con el hiato de la pandemia, se remonta por décadas, en cuya confección se han puesto a la cabeza familias, cuando no personajes de gran influencia comunitaria.
Aunque los Año Viejo proliferarán este 31 por toda San Cristóbal, en La Concordia abundan. El municipio Cárdenas no se queda atrás, e incluso en Patiecitos, municipio Guásimos, ya es tradición con todos esos monigotes rellenos de pólvora organizar una exposición pública.
Desde noviembre se organiza la recolecta para la pólvora, pues para un sacrificio con mucho esplendor y ruido se necesita un presupuesto de por lo menos 200 dólares, que puede ir acompañado muchas veces de un espectáculo de fuegos artificiales a su alrededor.
El Año Viejo puede simplemente representar a un anciano cualquiera resignado a un proceso de transformación, para que desde sus entrañas estalle el vigor y la alegría de un nuevo ciclo; pero también se puede simbolizar figuras y situaciones de rechazo público, o que inspiren miedo colectivo, no obstante, puede tratarse de personajes famosos en el año que termina.

Los Año Viejo se han merecido mucho en los últimos tiempos el foco de los medios de comunicación, por eso quienes son responsables de su fabricación ya están acostumbrados a ser abordados por los periodistas, a tal punto, como lo hace el señor Gerardo Salas, en la carrera 4 de La Concordia. Llevan un registro, que abarca una parte de los cincuenta años que ha dedicado a la tradición a la cual colaboran sus vecinos con ropas, donaciones, y que pueden implicar varios muñecos.
Para este año el motivo se refiere a los recientes acontecimientos que involucran al presidente de EE.UU., Donald Trump que es representado como un pirata, sentado que lleva un cartel en el cual se enumera varias acusaciones. Como parte de la tradición, en este sector se hace alusión a temas políticos, y en ese lugar se convocaba a parrandones navideños y disfrazados, lo que en la actualidad ya no se hace.

50 años de tradición
También por medio siglo, la quema del Año Viejo ha sido un suceso memorable en el cruce de la calle 5, con carrera 2, del barrio 23 de Enero, gracias a los buenos oficios del señor Sergio José Moreno.
Hoy, con 67 años, con una salud mermada por múltiples afecciones, ha preferido legar la tradición a su yerno, vecinos y colaboradores. Su muñeco ha conservado la misma estampa de traje de etiqueta, y la máscara de rostro grotesco reciclada para la próxima quemazón.
Todos sus vecinos tienen que ver con ese Año Viejo, que el cual apenas en la radio suena la cuenta regresiva, se activa el combustible a distancia evitando la exposición de alguien directa a la explosión, para que ya a las 12:00 de la medianoche en punto esté en pleno fulgor. Ellos hacen su propia inversión para pintar el cielo de estruendo, fuego y luz, mientras en la calle, tomadas previamente todas las medidas de seguridad, impidiendo automóviles alrededor, se levanta una inmensa fogata. Por eso nunca han ocurrido incidentes que lamentar, y por el contrario todo ha sido sana celebración.
No es el único Año Viejo que queman en el 23 de Enero, pues prácticamente en cada cuadra hacen uno; pero es uno de los que más se envuelve del fervor vecinal.

Nos reveló los pormenores de un arte, que no consiste solo en amarrar pólvora dentro de trapos desechables. Si bien, de muy joven él tomó junto a sus amigos la iniciativa de elaborar los Año Viejo, hoy considera que esa labor solo la deben desempeñar los adultos, en vista de los riesgos que conlleva para la integridad física personal.
Su esposa Xiomara también hace aportes a un relato, confesando que nunca le ha dejado de emocionar la quema del Año Viejo, y ver el jolgorio general, que precede al abrazo para desearse feliz año por doquier.

Hay que primero construirle una armazón interna para tenerlo en pie, y que el 31 se modifica para sentarlo en la calle, como fuese un borracho ya vencido por la pea, y luego se le viste para recibir un cuerpo de pura pólvora, -una gruesa y media, le dicen a la medida- que tiene que recibir un tratamiento especial para evitarse al momento del “sacrificio” el peligro de que una lluvia indiscriminada de fuego.
Admiten que las explosiones y luces asustan a muchas mascotas, no obstante la de ellos prefiere ladrar y unirse a la festividad.

Veteranos y niños construyen el muñeco
En el cruce de la calle 9, con carrera 8, del barrio Guzmán Blanco, el Año Viejo comienza a confeccionarse desde octubre, y en el mismo participan gente de todas las edades bajo la dirección de Joandri Porras.
Se toman en serio la competición que impulsa la Alcaldía de San Cristóbal, y para este año la propuesta es un inmenso Xenomorfo de cinco metros, que no es un simple armado de ropa vieja sino una inmensa escultura sostenida por una estructura metálica, con una piel de papel y caucho, debidamente preparados.
Esos mega año viejos ya llevan en lo que alguna vez se conoció como el “sector 2” de San Cristóbal, cuando apenas por los años 20 del siglo pasado, la capital tachirense entraría en una acelerada expansión.
Los niños del barrio participan muy emocionados en la construcción del Año Viejo, y se encuentran ya duchos en recibir a los periodistas para contarles en detalle cómo tan inmensa pieza de arte se construyó, y que duele pensar que en unos cuantos minutos será sacrificada, aunque en fotos y videos se testimoniará que alguna vez existió y mereció el sacrificio de muchas personas. (Freddy Omar Durán)





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