Cultura

Madera, estilo y tradición

21 de junio de 2021

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“Veo con preocupación que los jóvenes no están interesados en un oficio manual, cuando eso puede significar una posibilidad de trabajo”


Freddy Omar Durán

Actualizar la talla en madera, a través de sugerentes figuras que se amolden más a los gustos estéticos contemporáneos, es la manera en que Ramón Sánchez da continuidad a una tradición tachirense que hoy reclama el traspaso a las nuevas generaciones.

De la calidad de sus logros pueden dar cuenta los que contemplen su exposición en una de las salas del Museo de Artes Visuales y del Espacio, que más que retrospectiva testimonia las enormes posibilidades que aún encierra su técnica y su grácil tratamiento del cuerpo humano, sustentado en la elegancia de los contornos fundamentales.

Aprendió el arte del vasco Seferino Bilbao, el cual sería reforzado con las enseñanzas en Caracas de otro vasco, Luis Alberti. Desde sus comienzos, llamó la atención en el Táchira por todo lo que podía hacer a tan corta edad.

—El tallado en madera lo trabajo desde la edad de los 12 años, y cuando llego de Caracas tengo el orgullo y la satisfacción de ser visitado por  Valentín Hernández Useche y el tallista capachense Carlos Villareal, interesados en  conocer a ese muchacho tan joven y descubrir por qué tallaba tan bien; sin embargo, a las esculturas, plenamente, me dediqué hace 23 años.

En la capital de la República descubrió el gran valor asignado al creador tachirense, no solo por la alta calidad de los resultados obtenidos, sino por su responsabilidad y entrega, al comprometerse con sus respectivas comisiones artísticas.

—Cuando llegué a Caracas, en el año 1971, alquilé una casa, la cual albergó a muchos artistas tachirenses. Y había 14 tallistas de Capacho y San Cristóbal. Nosotros éramos muy solicitados, tal vez por esa fama del tachirense de trabajador, y por su buen comportamiento. De esa escuela, aún vivos tenemos a   Ciro Omar Cárdenas Ramírez, Jorge Gómez, Manuel Sánchez, mi hermano, pero se han semirretirado.

Piezas de su autoría, y en conjunto con otros colegas, hay esparcidas por todo el país e incluso han llegado a colecciones particulares en Latinoamérica, España y EE.UU. Bajo su responsabilidad se ha puesto varios procesos de restauración.

—El escudo de la ciudad fue diseñado por el doctor Aurelio Ferrero Tamayo, hace años, y quien lo hizo en madera fue mi maestro Bilbao. Por razones que no supe, esa obra quedó inconclusa. Hace 15 años yo lo finalicé y restauré, ese fue un trabajo emblemático que a mí me llena. Igualmente, luego del incendio de la Cancillería, en el año 1992, junto a Juan Barrera, asumimos la restauración de los elementos en madera destruidos. Muchas de mis piezas se encuentran en muchas iglesias; yo comencé con piezas religiosas y actualmente, en ese sentido, sigo haciendo otras propuestas. El Monumento a la Mujer y la Paz, en cemento, lo hicimos junto a Jorge Santana, con quien también hicimos la efigie del fundador de Asogata. En Caracas tengo una figura de una mujer, de un metro 60 cm, de una madera muy dura, y al principio, si bien se me dificultó, la pude concluir, es una escultura muy bella.

Padre de tres hijos, dos de ellos gemelos, ha tenido que verlos partir a otros países; pero más que el dolor de la lejanía, está el orgullo de haberlos criado como ciudadanos de bien, por lo que son bien recibidos en cada lugar donde se desarrollen como profesionales. Poderles proporcionar lo necesario, es algo que agradece al arte que aprendió, pero le preocupa que las nuevas generaciones no contemplen en el mismo la posibilidad de encontrar un medio para bandeárselas en la vida. Ese criterio iría en contrapelo de quienes todavía consideran al arte como algo accesorio.

—Para mí, el arte que aprendí ha sido una forma de vida, crie a mis hijos -Leonardo Ayarí, Yakary y Yauri; tengo mi taller en mi casa. Es una satisfacción enorme. Por supuesto, el dinero es algo importante, lo necesitamos; pero una satisfacción mayor es ser reconocido como un baluarte, por el aporte artístico que puedas compartir. Estoy tranquilo de que mis hijos  salen del país, a portarse bien.

Su inquietud es que el arte en talla sea respetado y adoptado por las nuevas generaciones, y en ese sentido, ha sentido más interés por parte de las mujeres, que de los hombres.

—Realmente, yo veo que los muchachos no están interesados en la talla; más bien, las mujeres me han pedido un curso, claro, algo sencillo, para empezar, lo más teórico y práctico, para levantar en corto tiempo una escuela, pues el arte en madera requiere de tiempo. Yo, en esta situación pandémica y país, veo que la juventud se dedica a “bachaquear”, a la gasolina, a tener una tiendita por ahí, y no están aprendiendo un oficio, y eso es necesario y más si se quiere salir del país. Yo he trabajado fuera de mi país en tres oportunidades, en Colombia, Bonaire y España, y me trataban allá con mucho respeto, por mi trabajo. Hay gente con mucha vocación para enseñar, deberíamos reunirlos y hacer una especie de Ince paralelo, para que ellos les entreguen su conocimiento a los jóvenes.

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