Rafael Travieso, un larense de nacimiento, pero tachirense de corazón, aterrizó por esta tierra de Dios, donde comienza y termina la patria, hace más de medio siglo, en 1963, para quedarse por siempre, hasta el pasado jueves, cuando entregó su alma al Creador.
Un polifacético hombre del deporte; sin embargo, su pasión fue el atletismo, entregado las 24 horas en la enseñanza, sin egoísmo, mientras tuvo a su salud como gran aliada.
En el parque Metropolitano, de la avenida 19 de Abril, se le veía todas las tardes, impartiendo sus conocimientos, cronometrando el tiempo de atletas jóvenes, adultos y hasta gente de la tercera edad que veían en el experimentado hombre del músculo, un maestro, conocedor de la materia como ninguno.
Allá en Pirineos Uno, en la avenida principal, su casa de habitación desde principios de la década del setenta del siglo pasado, Diario La Nación lo visitó para hacerle un trabajo especial, el año pasado; y ese día contó la historia, de todo el bagaje de tantos años de labor, que pese a su minada salud, no perdía la esperanza de volver al parque Metropolitano, sitio que significó para él su segunda casa, donde asistía de lunes a lunes, durante los 365 días del año.
No pudo regresar, la enfermedad lo venció, el jueves 21 de noviembre, en su residencia, su corazón dejó de latir, se detuvo para siempre, al lado de sus hijos, esposa y demás familiares.
El Táchira, su natal territorio larense y el país, pierden a uno de sus grandes exponentes del deporte; un roble, trabajador incansable, siempre presto a dar el consejo oportuno a quien lo requería, don que no todos los seres humanos que vienen a este mundo lo tienen.
El viernes, allá en la sala de velación en Barrio Obrero, desfilaron a darle el último adiós, gentes de todos los estratos sociales, desde niños, pasando por adultos, personas de la tercera edad, pero por encima de todo personas ligadas con el acontecer deportivo, del pasado y del presente.
Hasta su última morada, en el cementerio Metropolitanos, también fueron a despedirle familiares y amigos del profesor Rafael Travieso, para rendirle tributo, reconocer sus méritos de hombre de bien, que hasta su último aliento dio ejemplo de un ser humano especial, un legado que quedará en la mente y el alma de quienes lo conocieron y trataron. Paz a su alma. (Homero Duarte Corona)