Deportes
El Táchira, región futbolera por excelencia
sábado 25 octubre, 2025
En un partido amistoso, los chicos comienzan a mostrar sus cualidades con el balón, bajo la atenta mirada de los padres y amigos que comparten en la improvisada tribuna
Entre las verdes montañas que conforman el valle tachirense, viento fuerte y cielo encapotado, característico de la parte alta de la ciudad, los padres motivan a sus hijos con barras de pasión y ovación aurinegra.
Los futuros astros del futbol tachirense entran al campo, hambrientos por obtener la victoria.
Deportistas y aficionados se dieron cita en la Escuela de Fútbol Menor, “Christian A. Henríquez B”, fundada el 8 de abril de 1985 y adscrita al Colegio de Ingenieros de Venezuela y al Centro de Ingenieros del Estado Táchira.
Con disposición y entrega, los árbitros y entrenadores cuidan a sus alumnos mientras les advierten ejecuciones a tener en cuenta en sus próximas jugadas.


Corren de un lado a otro de la cancha en completa compenetración con el partido, atentos a las posibles faltas, posiciones adelantadas e inicio y fin de la jornada, mirando periódicamente el reloj que portan en la muñeca.
Los jugadores portan sus bolsos hasta escasos minutos del inicio, el árbitro dicta la orden de ubicarlos en un costado del campo para proceder con el calentamiento.
Pitazo inicial
Tras 15 minutos de calentamiento, los capitanes de cada equipo junto al árbitro se dirigen al campo de juego, mientras los demás se ubican en sus posiciones. La colocación de la pelota en el círculo central, marca el l inicio oficial.
Las emociones de los espectadores se incrementan, con el pasar de los segundos gritan a todo pulmón: “Dale con todo, campeón”, con música característica de la barra deportiva de fondo que sirve para incrementar la pasión por el futbol tachirense. Las melodías son ejecutadas por dos personas con un tambor y platillos, perceptibles desde lejos en todo el entorno.
A medida que se acerca el peligro, los jugadores en desventaja suben sus manos a sus cabezas; sin embargo, no dejan que la preocupación nuble su objetivo y entre dientes pronuncian: “Vamos equipo, vamos equipo”. Cerca de los 40 minutos de juego, en la agonía del segundo tiempo se anota el solitario gol del compromiso.
En intervalos de 20 minutos se divide cada tiempo, al llegar el descanso, los equipos se refrescan en los laterales del campo, atentos al pitazo del juez central que anuncia el regreso a la acción.
Tres juegos se desarrollan en simultáneo con equipos de distintas edades. Niños desde 6 hasta 14 años de edad, respectivamente.
Espectadores de las distintas categorías mantienen algo en común, la emoción y entusiasmo, algunos observan sentados en la parte trasera de sus vehículos.

Familiares y amigos comentan en los alrededores, las mejores jugadas en la historia del clásico y debaten sobre quien es el mejor jugador de todos los tiempos. Mientras que las futuras promesas en acción confeccionan el conocido “control de pecho”.
Finalmente, cerca de las 11 de la mañana el árbitro ordena detener el balón. El equipo campeón salta a la vez que origina curiosos bailes de celebración, la contraparte reposa en la verde grama de la cancha con el desánimo a flor de piel deseando que en su próxima cita alcancen la tan anhelada victoria.
Familiares de los jóvenes atletas esperan en las tribunas ansiosos con mirada llena de orgullo, sonrisas imborrables y aplausos interminables a la vez que pronuncian la frase: “hay que aprender a perder para poder ganar”, sin importar cuál sea el resultado.
Freddy Ruiz (Pasante de la ULA)









