Farándula y Espectáculos
Para Francisco Solares, un sueño que se ha convertido en pesadilla
24 de agosto de 2019
Víctor Matos
A lo largo de 28 años, el Grupo de Teatro Infantil El Puentecito siempre fue una referencia del esfuerzo por concretar un largo sueño de uno de los emprendedores sociales más reconocidos en la región, como lo es Francisco Solares, quien ve ahora cómo su anhelo más acariciado agoniza irremediablemente.
Esta expresión itinerante fue creada en 1991, en el barrio 8 de Diciembre, bajo el Viaducto, logrando el entusiasmo de niños de la calle de sus barrios aledaños, Táchira y Guzmán Blanco, en donde campeaba la marginalidad y la pobreza había echado sus raíces de manera insoportable.
Todo empezó con la celebración de la formación del barrio Táchira, cuando uno de sus habitantes y por el momento profesor de Teatro de la Dirección de Cultura, el propio Solares, organiza una función navideña, a la cual convocó a seis chiquillos de la zona para el montaje de la primera obra.
La reunión fue en su casa y la promoción llevó a Francisco a Diario La Nación, para comentar la novedad de sus seis primeros integrantes del equipo, que no tenía nombre, pero la imaginación de nuestra redactora para entonces, Violeta Villar Liste, hizo posible que se bautizara al grupo como Teatro Infantil El Puentecito, que así se bautizó y así quedó por casi las tres décadas transcurridas.
De allí, del barrio 8 de Diciembre, nació el teatro de niños, que se resistió a un debut y despedida, por lo que a su primera incursión, el 27 de julio de 1991, se sumaron más noveles actores, recorrieron otros barrios y crecieron inesperadamente, para solaz del resto de las zonas marginales de la capital.
Los pequeños, muchos de ellos atrapados en hogares disfuncionales, con padres en la cárcel, problemas de drogas en la casa, encontraron en El Puentecito el oasis de alegría, de sueños y de actividades, que jamás habían sospechado realizar.
Francisco Solares dio alimentación, albergue, tranquilidad, y logró una buseta para llevarlos, primero, por todo el estado y luego por el resto del país, en un alarde de crecimiento, cosechado con aplausos en cuanto escenario se presentaban.
El primer aporte a esta organización llegó de la Gobernación, un año después, que les dio 13 mil bolívares, con los cuales confeccionaron trajes para el montaje de las obras e hicieron campaña, difundida por el caricaturista Jairo Osorio y la periodista Days Martínez, para el enmallado del Viaducto Viejo, y lograron de la Fundación Polar la adquisición de un terreno en el barrio para transformarlo en sede, gracias a la planificación desinteresada del arquitecto Iván Maestre, en las ruinas de lo que fuera la vieja planta eléctrica del Táchira.
Lograron luego adquirir una buseta y recibir apoyo de Petróleos de Venezuela, que a la postre les otorgó un bus Yuton para sus movilizaciones y de esa manera concretar unas 150 presentaciones por año a lo largo de toda Venezuela, con 14 obras escritas por Solares y representadas por los niños de la agrupación, recibiendo por ello reconocimientos como el Premio Estímulo Nacional “Jorge Luis Morales”, del Teatro Juvenil de Venezuela, condecoraciones de Banfoandes, la orden “Manuel Felipe Rugeles”, de la Gobernación del Estado, y la Orden Mérito al Trabajo, en segunda clase, por la Presidencia de la República, entre otros.
Piezas como Los Tres Cochinitos, Blanca Nieves y los 7 enanitos, Tío Tigre y Tío Conejo, La Hormiguita y Ratón Pérez, así como La Cenicienta, Quiero ser Rey, Pacho sueña ser Bolívar, Pachito sueña ser torero y Pachito del Ocho, forman parte de este singular proyecto hecho realidad.
Pero el deleite de los éxitos parece que ha llegado a su fin. Francisco Solares fue abandonado, prácticamente despojado del autobús entregado por Pdvsa, y obligado a emigrar fuera del país, encontrándose sin el apoyo ni las posibilidades de enriquecer su creatividad y de corresponder con su genio y talento a los niños que tanto rescató y formó durante casi 30 años.