Los cortes no tienen un cronograma, ni duración fija
Jonathan Maldonado
La zona de seguridad es la única que se salva en la frontera de los cortes eléctricos que vuelven a azotar a las comunidades de los municipios Bolívar y Pedro María Ureña.
Esa zona va desde la aduana principal de San Antonio del Táchira, atraviesa el barrio Lagunitas, donde funciona el Centro de Diagnóstico Integral (CDI), y se extiende hasta Cayetano Redondo, Libertadores de América y Llano de Jorge.
Los demás sectores sí sufren los embates generados por las fallas de energía eléctrica. El casco de la ciudad de San Antonio tampoco se salva. Es común ver, en diferentes horarios, las plantas prendidas en los pocos negocios que aún abren sus santamarías.
Para los comerciantes, las interrupciones del fluido eléctrico provocan que se avive aún más la reinante incertidumbre. «Se vende muy poco, como para estar prendiendo todos los días una planta por cuatro o cinco horas. No es rentable, pues el combustible es caro», resaltó la encargada de un local dedicado a vender productos de higiene y limpieza.
Para ella, el escenario para los comerciantes y empresarios de la frontera, lado venezolano, no deja de ser lóbrego. «Algo tan vital, como los servicios básicos, no está garantizado», lamentó.
En los hogares también se sufre con cada corte. Casi todas las casas cuentan con su cocina eléctrica, frente a la escasez de gas, lo que enciende el malestar de quienes se ven imposibilitados de cocinar por los frecuentes cortes.
Algunos acuden a la leña; otros, por el contrario, son pacientes y esperan a que se restablezca el servicio para continuar con la jornada en la cocina u otra labor.
«Siempre somos los mismos sectores los afectados. No sé si los demás tienen corona, pero pocas veces les quitan la luz», aseveró Carmen Ruiz, habitante del barrio Simón Bolívar.
Ruiz pide mayor equidad al momento de los cortes y, de ser imposible, evitarlos, o que exista un cronograma para saber los días y el tiempo que durará la interrupción.