Frontera

EDICIÓN FRONTERA | Flujo de venezolanos triplica demanda de salud

9 de septiembre de 2019

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El área de enfermería presenta un déficit que sobrepasa el 50 %. De 500 enfermeras, solo quedan 240 en el hospital de San Antonio del Táchira. A esto se suman la carencia de insumos y el deterioro de los equipos.

EL DATO:

El área más crítica del hospital es la de pediatría, no está funcionando. Debería operar en el tercer piso, pero no se cuenta con ascensores ni aire acondicionado

DE INTERÉS:

El Banco de Sangre no está 100 % operativo, según indicó el director del hospital de San Antonio, José Villasmil


Por Jonathan Maldonado

Descalzo y algo desconcertado se encontraba Fabián Echeverri, de 40 años, en la fachada del hospital Samuel Darío Maldonado, en la ciudad fronteriza de San Antonio del Táchira. El ciudadano no se percató en qué estado se hallaba, ni qué le faltaba a su indumentaria, cuando su hija, de año y medio, comenzó a convulsionar en su casa, en el barrio Curazao. De inmediato, la tomó entre sus brazosy salió a la calle, donde se le atravesó a los carros, gritando “auxilio”. Un desconocido se estacionó y no dudó en llevarlo, junto a su pequeña, hasta el centro de salud.

La historia de Echeverri se mezcló entre las decenas de pacientes que llegan a diario al hospital. Todos tienen mucho que contar en unas instalaciones que no se dan abasto frente al gran número de venezolanos, de diversas regiones del país,que visitan constantemente esta zona con intenciones migratorias o para adquirir productos de primera necesidad en Colombia y, ante cualquier emergencia de salud, acuden como primera instancia a este centro.

Der ser un hospital tipo 2, cuya capacidad de atención no debe ser mayor a las 600 personas, según informó José Villasmil, director del sanatorio, pasó a recibir a más de 1.000 pacientes diariamente, producto del masivo flujo de venezolanos que circulan ahora por la frontera. “Nos hemos excedido de nuestra capacidad”, apuntó el médico, quien destacó el gran esfuerzo que hacen los galenos por cumplir con su trabajo.

Villasmil puso como ejemplo el área de obstetricia, donde cada doctor puede llegar a atender en un día a cerca de 40 pacientes, siendo el límite diario entre 12 a 14 personas. “La demanda puede ser de hasta 300 %, y para el hospital en general, de 1.000 a 10.000 %”, acotó.

Los fines de semana el escenario puede ser mucho más alarmante. Los sábados han llegado a tener alrededor de 3.000 pacientes, “la mayoría de ellos son personas de tránsito”, que arriban para ser atendidas por cualquier tipo de enfermedad o emergencia. Cuando la medicina no la tienen en los diversos consultorios, el paciente -o quien le acompañe- debe buscar la forma de conseguirla en alguna farmacia.

El director del hospital de San Antonio dejó claro que las limitaciones en recursos e insumos no han paralizado al centro de salud. “Estamos trabajando con lo poco que tenemos, y estamos brindando la atención con el personal médico y de enfermería que todavía da la cara”, recalcó.

De los 500 integrantes de enfermería,  en la actualidad solo quedan 240, menos de la mitad. “En cuanto a médicos, tenemos el número exigido, pero como la demanda se ha triplicado, igual queda pequeño”, sentenció Villasmil.

“En esta ocasión nos atendieron muy bien y mi hija logró recuperarse. Otros días nos hemos ido sin nada, ya que no tienen medicinas con qué atacar las dolencias”, evocó Fabián Echeverri, aún descalzo y en espera de que un pariente le trajera los zapatos, que olvidó al salir corriendo de su vivienda.

Solo al 10 % de su capacidad

“El hospital funciona a 10 por ciento de su capacidad”, reconoció Mario Torres, jefe del distrito tres, que abarca los municipios Bolívar y Pedro María Ureña. “Tenemos muchas fallas estructurales y lo que realmente tratamos de apoyar, para que funcionen constantemente, son las áreas de emergencia y la de ginecología y obstetricia, que son nuestros bastiones, nuestros puntos de referencia”, añadió.

Mario Torres, jefe del distrito.

Torres indicó que con la reiterada participación de las organizaciones internacionales, como  El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la Organización Mundial para la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), han conseguido las donaciones de varios insumos. “También contamos con la colaboración del ministerio de la Salud”, dijo.

En materia de medicinas, de acuerdo con el jefe distrital, había un gran déficit de antibióticos y endovenosos, el cual se ha venido enfrentando gracias a las donaciones. “En lo que respecta a los insumos vía oral, las agencias internacionales o el ministerio nos han dotado de cantidades importantes de analgésicos y se están distribuyendo a la población, con ciertos retrasos, ya que el tema logístico no nos permite ir a toda marcha”,  indicó.

“No contamos con un vehículo oficial que nos permita llevar a los ambulatorios todo lo que quisiéramos, pero poco a poco se está haciendo llegar. Es algo que está bien encaminado”, reforzó, al tiempo que hizo énfasis en el juramento hipocrático, el cual, desde su perspectiva, cuenta con más vigencia en estos tiempos de crisis, donde cada galeno, sin importar el número de pacientes, da lo mejor de sí.

Las carencias no solo se ven en las medicinas y equipos de trabajo, también se palpan en los productos de limpieza o en “un botellón de agua”, los cuales han sido regalados, en ciertas oportunidades, por los mismos usuarios, conscientes del momento crítico que vive el hospital.

“Cuando hay fallas eléctricas se activa la planta, que tenía ocho años sin funcionar y fue reparada en marzo, tras los constantes apagones”, enfatizó Mario Torres, henchido de orgullo, pues se trata de un logro de su administración. “Quedan funcionando Emergencia, la sala de parto, quirófanos y los lugares donde tenemos productos biológicos, como el Banco de Sangre y el programa de Inmunizaciones”.

En Ureña a media máquina

De los 14 ambulatorios que funcionan en los municipios fronterizos, 10 están en Pedro María Ureña, jurisdicción que no cuenta con un hospital y obliga a que muchos pacientes, por la gravedad de sus casos, sean remitidos al de San Antonio, San Cristóbal o Cúcuta, donde hay varias organizaciones internacionales prestando colaboración.

“Hay una situación especial en el país, en la que hemos perdido recursos y talento humano. Algunos ambulatorios no tienen personal las 24 horas o todos los días a la semana, y el servicio no es el que se desea”, agregó el jefe distrital tres, Mario Torres.

En cuanto a medicamentos, precisó que estos ambulatorios poseen aquellos insumos que han sido entregados por el ministerio y por diversas instituciones foráneas. “Hacemos todo lo posible para que estén dotados”, dijo.

Aseguró que Ureña tiene un déficit de personal de enfermería que ronda el 45 %. “Los ambulatorios no cuentan con médicos. Solo hay un auxiliar de Medicina. En el ambulatorio de El Palotal, parroquia de San Antonio, hay tres doctores asignados por el distrito”, concluyó.

Personal a prueba de todo

 Los galenos en la frontera han aprendido a trabajar con las uñas. Las fallas diarias los empujan a poner de manifiesto su talento y a buscar alternativas, las cuales no siempre funcionan. “No hay ambulancias para trasladar a los pacientes y el pabellón no está óptimo”, comentó Paola Ruiz, gineco-obstetra.

Con mística trabaja el personal en la zona de frontera.

“Es importante conservar el binomio madre-feto, son dos vidas que a veces están en riesgo y, lamentablemente, no tenemos cómo brindarle a la madre la atención más adecuada. No hay cómo hacerlo. No tenemos siquiera lo más básico, como son las soluciones, ni medicamentos para prevenir ciertas emergencias”, dijo, algo abrumada por la cantidad de pacientes que llegan de diferentes estados.

Ruiz trajo a colación un ejemplo que, con solo recordarlo, la hace estremecer. “Hace poco nos llegó una paciente de Caracas, con 33 semanas de embarazo, ya con dolores, contracciones, tenía desprendimiento prematuro de membranas, se desprendió la placenta en un 100 % y tuvimos que meterla a pabellón, pero ya era demasiado tarde, ya el bebé había fallecido”, lamentó.

Paola Ruiz, gineco-obstetra.

Entretanto, Leny Carrero, enfermera, calificó de caótica la situación que atraviesa el hospital, y que se ve reflejada en la escasez de medicamentos, lo que  perjudica a los usuarios, quienes deben salir a comprarlos.  “También falta personal, pues ha renunciado por la situación que tenemos en el país.  Yo soy del turno de noche y se ve el déficit, ya que es el turno con los trabajadores más antiguos, con 40 años de labor, y se les nota la fatiga, el cansancio”, describió.

Carrero ha tenido que sacar de su propio bolsillo para adquirir ciertas medicinas que le permitan solventar. “En estos días llegó un paciente oncológico y no teníamos cómo aliviarle el dolor que sentía. Al final, conseguimos algo de afuera y se lo pudimos aplicar”, reveló con un tono que denotaba la tristeza que le produce recordar esos episodios.

Para María Alejandra Ibáñez, de 26 años, jefa de Enfermería, el casi nulo poder adquisitivo ha llevado a personal valioso a colgar su uniforme. “El sueldo ni alcanza para una paca de café. Todos los profesionales que laboran en esta zona de frontera optan por hacer otros oficios, para poder solventar sus gastos”, subrayó.

María Alejandra Ibáñez, jefa de Enfermería

Insistió en que la ética profesional y el amor por lo que hacen mantienen a muchos en sus puestos y con la fe en que las cosas se resolverán a corto plazo. “Frente a todos los problemas, puedo decir que reina el optimismo”,  señaló.

 


Hablan los pacientes

 El grueso de pacientes suele verse en las mañanas. Las tardes están signadas por una soledad que se acentúa con la oscuridad de algunos de sus pasillos.  Josybell Sevilla, de 19 de años, llegó hace seis meses de Barquisimeto, estado Lara.  Tiene cinco meses de embarazo y acude a los controles en el hospital Samuel Darío Maldonado. “La atención es buena y nos dan algunas medicinas, las que le han llegado: ácido fólico, hierro y calcio”, enumera.

Vivir en la frontera, específicamente en Tienditas, localidad del municipio Pedro María Ureña, lo ve como un alivio: “Ahí estoy con mi familia”, resaltó quien a diario cruza el puente internacional Simón Bolívar para vender productos, como agua, cigarrillos y refrescos. “No todos los días son buenos, pero a veces logro ganar hasta 150.000 pesos”,  recalcó.

Fabián Echeverri

El caso de María Alejandra Contreras, de 18 años, presenta otros matices. Ha contado con la suerte de ser atendida, con cinco meses de gestación, tanto en Venezuela como en Colombia. “Tengo pensado tener a mi bebé acá, en el hospital; sin embargo, no descarto el hermano país, donde también llevo mi control como venezolana, por si se presenta algún inconveniente”.

María Alejandra Contreras.

No todas las áreas poseen la misma respuesta. María Hernández arribó al hospital para que atendieran a su pequeña de 9 años. “Me pidieron los insumos porque no contaban con ellos en ese momento. Yo solo tenía 1.000 pesos en mi bolsillo y no me alcanzaba. Otro padre, que estaba en la misma situación, se me acercó y me dijo que él podía compartirlos conmigo. A nadie le falta Dios”, indicó.

“A veces se va la luz”, soltó Astrid García, para luego agregar que eso escapa de las manos del hospital. “Las principales áreas son atendidas con la planta”, señaló. De resto, dijo, la atención es buena y “tratan de ser lo más eficientes ante la escasez”.

Astrid García, paciente.

Con siete meses de embarazo, García anhela tener a su hijo en estas instalaciones. “Dios quiera y nada se complique ese día, que las cosas fluyan bien y los doctores puedan hacer su trabajo sin problemas”, deseó.

 

 

 

 

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