Frontera

EDICIÓN FRONTERA | También hay migrantes y solidaridad en Arauca

5 de septiembre de 2019

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Gracias al apoyo de los gobiernos de Francia y Alemania, así como otros donantes, ACNUR contribuyó con la ampliación de la infraestructura del Centro Comunitario Semillitas de Esperanza, de las Hermanas Misioneras de la Esperanza, para brindar alimentación y espacios de orientación a población venezolana refugiada y migrante, en Arauca

Por Mariana Rolón Salazar

doris salió de Barquisimeto para asegurar el alimento de su pequeña. En Arauca encontró un centro, donde gracias al ACNUR, Pastoral Social y el Programa Mundial de Alimentos, recibe almuerzo diario, durante 30 días.

Ella es Doris, carga una bebé de 2 años y, aunque sus ojos se llenan de ternura al mirarla, es difícil verla sonreír. Sus pensamientos la llevan a Venezuela, ya que hace unos días se enteró de que su mamá, quien vive en Barquisimeto, está enferma. Doris está preocupada porque no puede apoyarla desde Colombia y su mamá quedó encargada de sus otras dos hijas, una de 6 y otra de 10 años, a quienes no ha podido traer todavía. “La he pasado mal, es una tristeza y una lloradera”, cuenta Doris.

Doris María Yépez, de 34 años, su esposo y su bebé, llegaron a Arauca luego de salir de Venezuela. Decidieron irse del país porque no había manera de que sobrevivieran allí, comenta Doris. “En Venezuela no sabíamos cuándo iba a ser la próxima vez que íbamos a comer, a veces desayunábamos, a veces no; a veces almorzábamos, a veces no”.

No tenían ingresos estables y eso ponía en riesgo la salud y la vida de todos; sobre todo de los más pequeños. Se dedicaban a preparar paquetes de cilantro y cebollín para vender en las calles, pero eso no era suficiente. En Colombia todavía se están adaptando, cada día sale, compra pan, recorre las calles de Arauca y los vende. “Es lo que hacemos para medio comer”, afirma Doris.

“La he pasado mal, es una tristeza y una lloradera”

A la hora del almuerzo, Doris y su familia se acercan al Centro Comunitario Semillitas de Esperanza, de las Hermanas Misioneras de la Esperanza, para tener lo que será su único alimento seguro durante el día. El Centro brinda este apoyo por 30 días, máximo, y Doris llevaba 21.

“Antes el comedor tenía capacidad para 80 personas diarias, ahora tenemos 250 cupos diarios, y están priorizadas para la comida, mujeres, niños, adultos mayores y personas con discapacidad. La demanda es mucho más grande de lo que podemos ofrecer, llegan nuevas personas cada día, por lo que es un dolor diario en el corazón”, cuenta la hermana María de las Hermanas Misioneras de la Esperanza.

“El año pasado el espacio era bastante limitado”, cuenta la hermana María. Sin embargo, gracias al apoyo de los gobiernos de Francia y Alemania, así como otros donantes, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) contribuyó con la renovación de la infraestructura, que estaba en condiciones precarias, y la ampliación del Centro con baños, duchas y la cocina. A través del trabajo articulado entre el ACNUR, Pastoral Social y el Programa Mundial de Alimentos, el Centro permite que mujeres como Doris se alimenten en condiciones dignas y seguras, y tengan acceso a espacios de orientación.

A lo largo del río Arauca, que marca la frontera con Venezuela, existen al menos 24 pasos informales por donde las personas cruzan en canoa. El Centro, además de brindar alimentación, supone el primer punto de acogida de la población recién llegada que entra a Colombia en esas canoas.

“Con la  mejora del histórico comedor de las Hermanas, este lugar se ha convertido en un Centro Comunitario, un espacio de referencia para la población, fundamental para identificar a las familias más vulnerables en el momento de llegada. Brindar la información clave en el momento oportuno puede hacer la diferencia entre acceder a protección o quedar desamparados frente a sus derechos. Y esto es especialmente importante en Arauca, donde no hay centro de recepción y espacios como el comedor son claves para el trabajo de protección”, explica Rita Crowley, oficial de Protección del ACNUR en Arauca.

Gracias a la dotación y ampliación del Centro, mientras las personas son acogidas por los hermanas durante su almuerzo, también son orientadas y pueden ser remitidas a las organizaciones e instituciones que mejor puedan responder a sus necesidades más inmediatas, que primeramente son salud y documentación.

(Mariana Rolón Salazar /Amnistía Internacional)

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