Frontera

EDICIÓN FRONTERA | “Vienen tiempos difíciles para la migración”

10 de septiembre de 2019

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“Nos vamos a enfrentar a más xenofobia, a más rechazo, no solo porque la situación en nuestro país no mejora”.

Por Alans Peralta

La xenofobia en Colombia en contra de los venezolanos, a pesar de ser aún un fenómeno social marginal, se manifiesta alentada por la intolerancia de algunos sectores, campañas electorales, crisis social, amenazas directas y amarillismo mediático, que magnifica hechos negativos en donde se involucran ciudadanos migrantes.

Es el día a día de Alba Pereira, presidenta de la Fundación “Entre dos Tierras”, que tiene asiento en Bucaramanga. La organización realiza una actividad permanente de atención a caminantes y migrantes forzosos venezolanos en la capital del departamento de Santander, ofreciéndoles atención alimentaria, medicinas, orientación, calzado y ropa, producto de donaciones diversas. Muchas veces, la Fundación es la única esperanza de los caminantes o migrantes forzosos.

Hasta allí todo positivo. El problema es que se encuentra en la ciudad de toda Colombia, junto con Tunja, donde la xenofobia contra los venezolanos se ha manifestado con más fuerza, con un alcalde abiertamente opuesto a la presencia de estos migrantes en la ciudad y amenazas reales de grupos violentos en su contra y en contra de las actividades de la Fundación.

Señala Pereira que ellos fueron uno de los primeros grupos que enfrentaron en Colombia “los mensajes xenofóbicos de una minoría ignorante”.

“Hace semanas recibimos amenazas, presuntamente de un grupo paramilitar denominado Águilas Negras. Es doloroso que, luego de la investigación policial, se demuestra que los panfletos amenazantes fueron hechos por vecinos. Gente que conozco y con la que he tenido vinculación desde hace años, cuando llegué a esta ciudad”.

Esos vecinos, que ella muchas veces apoyó en causas comunes, son ahora quienes se han convertido en los principales voceros en contra de la Fundación.

Reconoce que la mala actuación de algunos venezolanos afecta la imagen de todos. “Los medios de comunicación nos estigmatizan: dicen venezolanos van a robar; venezolanas se prostituyen; aumentan los divorcios en Bucaramanga. Con estas acciones es difícil cambiar actitudes de la sociedad”.

Pero Pereira también atribuye algunas actuaciones negativas de venezolanos a un plan del gobierno de Maduro. “Ellos soltaron presos y propician la mala imagen de los venezolanos en general”.


Trabajando es la cosa

Asegura Pereira que la xenofobia se enfrenta con el ejemplo. Conocer derechos como migrantes, pero, sobre todo, conocer deberes.

Entiende que esto puede sonar novedoso entre quienes llegan acostumbrados a pedir. A que todo se lo den. “Sobre todo es la actitud de las últimas oleadas migratorias, que tienen como pensamiento el qué me vas a dar. Aquí, en Colombia, todo tiene precio, aquí no se regala nada. Incluso nosotros, que damos dos comidas al día de forma gratuita, somos criticados y acusados por algunos de los que ayudamos, de quedarnos con supuesto apoyo internacional y otras cosas”.

Los migrantes reciben ayuda, pero también son foco de xenofobia.

Y la Fundación, señala, enfrenta esto con más trabajo, constancia y respeto. “”Nosotros, los que tenemos más tiempo acá, debemos demostrar que trabajando se hacen las cosas”.

Asegura que con la migración no solo migran personas, sino también mañas. “Gente que no lo está haciendo bien. Migran la deshonestidad, la irresponsabilidad. Y eso es lo que hace que el colombiano tenga rechazo al venezolano”.

No ve una solución a corto plazo en Venezuela. La migración venezolana continuará y la presión sobre organizaciones como la suya. Lamenta que los candidatos a las elecciones de gobernador, alcaldías y otras instancias, del próximo mes de octubre, en Colombia, no hablen en su programa de gobierno de integración de los venezolanos a su país.

La fundación “Entre dos Tierras” sigue viviendo una situación difícil. De asedio. El próximo 11 de septiembre tiene que atender una citación de la alcaldía de Bucaramanga, porque algunos vecinos los quieren sacar de su sede.

“Hemos solicitado ayuda. A la alcaldía, una sede en comodato, para mudarnos y seguir atendiendo una responsabilidad que, dicho sea de paso, es responsabilidad del Gobierno nacional, regional y municipal. Por nuestra ayuda humanitaria no deberíamos estar siendo acosados”.

Sin apoyo, la Fundación tiene una profunda crisis económica. Atrasos en los pagos y para poder sostener su operación. No saben si, luego del once, tendrán que cerrar las puertas.

“Vienen tiempos difíciles para la migración. Nos vamos a enfrentar a más xenofobia, a más rechazo, no solo porque la situación en nuestro país no mejora. También la región está colapsando. Nos toca hacer un trabajo con mayor inteligencia”.


Acnur: situación de indígenas venezolanos en Brasil es «trágica»

Con menos oportunidades de integración e inserción económica, unos 1.800 indígenas venezolanos que migraron a Brasil permanecen, sin expectativas, en refugios cerca de la frontera, un panorama «bastante trágico», según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi.

Grandi visitó en agosto los estados brasileños de Roraima y Amazonas, que albergan el mayor número de migrantes venezolanos. Antes abordó, entre otros temas, la cuestión indígena con ministros del presidente Jair Bolsonaro en Brasilia.

«Hubo mucho debate. Visité el refugio de indígenas en Boa Vista. Me entristeció porque está claro que ellos no forman parte del proceso de ‘interiorización’», dijo a la AFP en una entrevista telefónica.

Grandi se refiere al programa gubernamental Operación Acogida, que traslada y ubica a inmigrantes venezolanos en distintas localidades del interior de Brasil en función de plazas de trabajos para los que habitualmente los indígenas no tienen capacitación.

Cientos de indígenas venezolanos, principalmente waraos, han emigrado hacia Brasil desde 2016, cuando se agudizó la crisis económica en el país gobernado por Nicolás Maduro.

Los waraos, la segunda mayor población indígena de Venezuela, tienen que recorrer más de 800 kilómetros desde el noreste de su país, donde se asientan sus comunidades, hasta la frontera. Desnutrición y una alta tasa de VIH complican su situación. Pemones y panares, del sur, también han comenzado a llegar a Brasil.

Tradicionalmente vulnerables en su propio país, en territorio brasileño enfrentan otros desafíos, como la lengua, pues no hablan portugués.

Por ahora la única alternativa, además de los refugios, es la venta callejera de artesanías o la mendicidad.

 

 

 

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