Frontera
El «corre corre» en los hogares de frontera ante los inminentes apagones
22 de marzo de 2025
«Carlos, bata rápido el jugo que ya casi se va a ir la luz». «Porfa, ponga a desaguar la lavadora para echar otra tanda de ropa antes del corte. A las 9:00 a.m. toca». «No encienda la cocina a gas, aprovecha que hay luz y vamos a cocinar lo que podamos en la eléctrica. Hay que economizar el gas, Carlos».
Esas frases se escuchaban este sábado en el hogar de la familia López, en la urbanización Cayetano Redondo. El primer corte del día empezó en la llamada línea de seguridad a las 9:00 a.m. Debían aprovechar, al máximo, de 6:00 a.m. a 9:00 a.m., lapso en el que estuvo a oscuras la otra línea.
Al menos siete horas sin electricidad, en horario diurno, pasan los habitantes de la frontera. «Es muy difícil organizarse así. El estrés, el cansancio y la ansiedad se apoderan de uno. Uno trata de calmarse, pero es difícil», soltó Carlos.
La familia López es un reflejo de lo que se vive en los hogares de San Antonio del Táchira, en el municipio fronterizo Bolívar. La planificación se les hace cuesta arriba ante tantas tareas por resolver y frente a un reloj que no se detiene y les recuerda que la suspensión del servicio se avecina.
«Se fue la luz, Carlos», suelta su esposa en medio de un hondo suspiro con el que intenta mantener la calma. La comida no terminó su cocción. Afortunadamente, tiene gas, del revendido, y procede a pasar las ollas a las ornillas de la otra cocina.
Las otras actividades, como la relacionada con el lavado de la ropa, se paralizaron. El jugo, Carlos no alcanzó a batirlo, lo que generó un reclamo de su pareja. «A las 12:00 m., que se restablece el servicio, se licúa», dijo a modo de alivio.
A ellos, como familia, les gustaría tener un fin de semana más tranquilo, pero es una opción casi imposible ante los apagones. Carlos y su esposa deciden salir de casa para hacer algunas compras y regresar a las 12:00 m., cuando retorna la luz.
En ese corre corre se lo pasa la mayoría de las familias de la frontera. Un escenario que se repite en todo el Táchira.
Jonathan Maldonado