Frontera

El fatigoso retorno a su país

2 de agosto de 2021

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Jesús Medina. (Foto: J. Maldonado)

Jesús Medina, junto a su esposa e hija, caminó un mes para llegar a San Antonio del Táchira. Desde allí, emprendió su regreso a Yaracuy

Jonathan Maldonado


Los fuertes vientos que azotaban la mañana de este domingo a la ciudad de San Antonio Táchira impedían que Jesús Medina, junto a su esposa e hija, de dos años, se movilizara con normalidad hacia Peracal, donde esperaba conseguir el primer aventón que los acercara a su destino, el estado Yaracuy.

Medina, de 33 años, vivió cuatro años en Ipiales, ciudad colombiana, ubicada cerca de la frontera con Ecuador, en compañía de su esposa e hija. En esa comunidad andina se desempeñó en el área del reciclaje y como tatuador.  “Al principio, cuando uno entraba a Colombia, todo era bien, machaba bien, y se conseguía trabajo”, recalcó.

Ahora, aclaró, el escenario se complicó “con los venezolanos que han llegado haciendo daño, robando y peleando entre ellos mismos. Es por esa razón que el colombiano ya no nos quiere emplear”. Ese punto y el hecho de no tener trabajo, lo empujaron a retornar a Venezuela con los suyos.

Los tres salieron de Ipiales, hace aproximadamente un mes, y enfrentaron una travesía poco alentadora: se bañaban cuando se tropezaban con alguna quebrada o río, y se alimentaban de lo que lograban conseguir en el trayecto. “Donde nos agarraba la noche, armaba la carpa, que aún conservo, y dormíamos”, indicó.

“No hubo aventones, duramos un mes caminando. Ya el colombiano no quiere ayudar al venezolano, pues, como le digo, hay mucha gente que se va es a robar”, subrayó el ciudadano desde el barrio 5 de Julio, donde tomaba un descanso bajo un frondoso árbol de mamón, donde aprovecharon para comer parte del fruto que caía por la furia de las ventiscas.

El inclemente frío de los páramos

A los jóvenes progenitores se les arrugaba el corazón cuando no hallaban alimentos en el camino y les tocaba aguantar hambre junto a su pequeña, quien en el momento de la entrevista dormía en un coche. “A uno, como adulto, no le importa acostarse sin comer, pero duele mucho cuando un niño pasa por una situación así”, aseveró Jesús.

Uno de los puntos más álgidos durante la larga travesía fue el frío de los páramos. A esa altura debían apurar el paso, aunque sentían que el cuerpo se les entumecía por las bajas temperaturas. “Uno no cuenta con la ropa adecuada para soportarlo”, dijo.

Agradecidos con la Providencia, los tres pudieron sobrepasar los obstáculos y así arribar a Venezuela. Para eso, cruzaron la trocha y entraron al municipio fronterizo de Bolívar, donde descansaron poco y decidieron seguir hacia Yaracuy, su ciudad de origen.

“En Yaracuy tengo mi casa, otra hija y siete hectáreas de terreno, que pienso trabajar para el cultivo”, soltó Medina con la mirada fija en la carretera. “Aún nos queda camino por recorrer. Ojalá y encontremos algunos aventones”, soltó.

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