El cierre de frontera, en agosto de 2015, trajo consigo el surgimiento de decenas de trabajos informales frente al colapso de la economía formal: comercio e industria.
Los «cuidadores de carros» vieron, durante más de siete años, la oportunidad de establecer estacionamientos a cielo abierto, pues los puentes o las trochas (cuando hubo cierre total de los pasos formales), solo estaban disponibles para los transeúntes.
La calle 2, entre carreras 7 y 6, en el barrio Lagunitas, es un ejemplo de lo descrito. En ese tramo, Edwin Villamizar, de 39 años, y Alexander Pérez, de 41, se comparten los costados de la vía para cuidar los carros de sus clientes.
«Tras la reapertura de los puentes para el paso de vehículos, cayó el trabajo en un 90%», aseguró Villamizar, quien, desde el 2019, ha cuidado carros en la zona y con algunas interrupciones en los meses más críticos de la pandemia.
El mismo tiempo en el oficio informal lleva Pérez. Los dos entablan conversaciones en el lapso que laboran en el estacionamiento a cielo abierto. «Siempre hemos contado con el apoyo de los vecinos», dijo con la resignación de que, en algún momento, tendrá que buscar otro trabajo.
Tanto Villamizar como Pérez son conscientes que la alternativa de trabajo se la dio el cierre de frontera y, con la reactivación de la zona, esa posibilidad puede desaparecer por completo cuando la frontera esté activa en su totalidad.
«Antes de la reapertura para el paso de carros por los puentes, el pasado 17 de febrero, solía cuidar entre ocho a 10 carros», aseveró Villamizar, al tiempo que indicó que, en la actualidad, la cifra no sube de dos vehículos.
«Uno solía ganar al día 35 mil, 45 mil y hasta 50 mil pesos. Ahora no paso de 10 mil», subrayó Pérez desde la soledad de su calle y acompañado por la lluvia que se registró en la mañana de este jueves.
Quizá lo que más les preocupa son las nulas alternativas que hay en el municipio Bolívar para trabajar, pues el comercio y la industria siguen estancados, sin despegar, «Estamos dispuestos a trabajar en lo que salga», enfatizaron.
En el mismo barrio, pero en otras calles, persiste la misma incertidumbre para quienes se dedican a cuidar carros. Algunos son hijos de la frontera, como en el caso de Villamizar y Pérez; otros son migrantes internos que echaron raíces en la jurisdicción.
«Hay mucha gente que se está quedando desempleada y no hay opciones para buscar», remataron los dos ciudadanos el barrio Lagunitas.
Jonathan Maldonado