Frontera

Ir hasta el “fin del mundo” por la ciudadanía colombiana

13 de julio de 2019

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Varias pueden ser las razones por las cuales ramilletes de venezolanos se aglomeran en algunos puntos de la geografía nortesantandereana: para adquirir productos en un supermercado, para retirar las remesas provenientes de Colombia u otros países, para ayudar a otros connacionales a pasar la frontera con pesada carga, o para hacer gestiones en la Registraduría Nacional del Estado Civil en busca de obtener la ciudadanía colombiana.

Aunque es un derecho constitucional, el camino de ser reconocidos como “nuevos colombianos” ya sea por sus padres vivos o por actas de defunción que demuestren su filiación colombiana, está plagado de obstáculos, y eso en gran parte por el incremento exponencial de las demandas de los venezolanos.

Eso ha llevado a muchos venezolanos a arribar a ciudades fronterizas como Cúcuta, capital del departamento Norte de Santander, pero las complicaciones, por el gran número de personas intentando hacer el mismo procedimiento, los ha llevado a poblaciones satélites del mismo departamento, o incluso a adentrarse en otras ciudades colombianas, donde “todo es más fácil”.

Pero ese deseo de obtener la ciudadanía colombiana, ha picado incluso a los que no gozan de parentela en esa nación, recurriendo a veces a métodos rayanos de ilegalidad, pues no representa lo mismos trabajar y hacer vida en territorio colombiano bajo esa condición legal, que con un PEP o una visa. Los dolorosos testimonios de los que se salen indocumentados a la aventura laboral o simplemente a la supervivencia a como dé lugar, dan fe de los inconvenientes que se pueden presentar. Por supuesto, a través de un cónyuge, por adopción, u otras prerrogativas legales se puede obtener la nacionalidad, pero eso requeriría trámites más engorrosos, demorados y hasta infructuosos, y no tan inmediatos como cuando se es reconocido como hijo/a de colombiano.

Tal ha sido la demanda de nacionalidad colombiana por parte de venezolanos, que la Registraduría Nacional del Estado Civil ha habilitado sedes alternativas para la atención de los casos de colombianos que vienen a reconocer a sus hijos nacidos en Venezuela al ya no dar abasto en su sede principal, aunque también se canaliza sus solicitudes por las oficinas municipales con previa cita…. Y aun así, con tantos despachos a disposición, el servicio ha colapsado y muchos son los que con todos los papeles en regla no han logrado su anhelado propósito.

Pero no solo en la Registraduría se puede hacer el registro civil de nacimiento, también, y de manera más expedita, lo realizan las notarías, y una vez hecho esto, sí se deben dirigir a la Registraduria para sacar su respectiva cédula o tarjeta de identidad colombiana. Pero para tomar esta opción es indispensable cumplir una serie de requisitos, que en otras épocas, podrían parecer sencillos pero que hoy se han complicado enormemente: la apostilla de los documentos a presentar, y el cancelar por los respectivos trámites.

Pero ya sea porque si apenas cuentan con lo del pasaje para llegar a Colombia, y tal vez para comprarse un refresco; o por convicción moral o falta de tiempo no los ponen a disposición de ser contribuyentes del millonario negocio de la legalización y la apostilla en Venezuela a través de agilizaciones subrepticias –que al parecer un nuevo sistema ha intentado enfrentar- en la que no faltan gestores abusivos –con “contactos adentro”- o sencillamente estafadores que desaparecen apenas se hacen del dinero del incauto; o ya sea por crasa ignorancia del proceso, confiados muchas veces del chisme del vecino o de quien “coronó”, emprenden una odisea en la que se puede contar con la buena suerte de caer en manos de un buen asesor y llegar en el momento preciso e indicado, o la mala de ser víctimas de enredadores, de actitudes groseras o despectivas o, peor aún, de aprovechados.

Pero aún después de lograr penetrar una cuasi inexpugnable muchedumbre que rodea en días ajetreados a la Registraduría, o asistir al día de la cita –luego de pasar días y noches a la intemperie – el éxito puede estar alejando, pues los aspirantes venezolanos pueden aparecerse con la documentación incompleta, o la misma contar con defectos en sus datos, que para enmendarlos requeriría un molesto retorno al laberinto burocrático venezolano, o solicitar asesoría legal, nada económica, por supuesto.

Por eso al estar ante el escritorio del registrador colombiano, se está con un credo en la boca, y sin derecho al pataleo, si sencillamente el solicitante se le despacha ipso facto, con apenas un buenos días o un buenas tardes de consolación, apurándose su retiro de la oficina, pues otros esperan por su turno.

A la intemperie

Solo dos días al mes asignan en la oficina especial de la Registraduría Nacional del Estado Civil, ubicada en el Centro de Integración Ciudadana Prados del Este, las citas para tramitar el registro de nacimiento de venezolanos hijos de padre, madre o padres venezolanos, mismas que pueden ser efectivas en los días siguientes. Pero apenas si se conceden alrededor de 1.500 en horario corrido de 8:00 de la mañana a 4:00 de la tarde, cierta cantidad un día y el resto para la otra.

Si ya el cupo se copó, no hay posibilidad de un chance, razón por las cuales unos pierden la “esperada”, y otros deben prácticamente acampar en los alrededores, y anotarse en la lista que arman entre quienes están dispuestos a aguantarse horas a la intemperie, y que no van a permitir coleados o vivarachos que hacen de los puestos un negocio, en el que ya se han especializados desde Venezuela.

Pero los días de sacar citas varían mucho, y eso ha traído más de un dolor de cabeza, pues a veces son los últimos días del mes o a veces los primeros, como ocurrió en junio, cuando se atendió el último día de mayo, y el primero de junio –un sábado-, algo de lo que solo conocieron los que unos días antes pudieron ver un cartelito pegado a la entrada del lugar –una especie de cancha múltiple- rodeado por un montarral. Pero muchos venezolanos informados de que se estaban sacando las citas los primeros días del mes, llegaron el lunes 3 un día festivo a comenzar a enlistarse y a “alojarse”, no obstante el vigilantes haberles gritado, sin mayores detalles y evitando a los presentes, que solo se atendería desde el miércoles 5, a los que ya tenían la cita. Sin embargo, una ola de rumores alimentado quién sabe dónde decía que el martes sí se atendería, de que había un remanente de citas para el miércoles, etc.

Desafortunadamente, en ningún medio ni impreso, ni radiofónico, ni virtual, tales consejas podían ser desmentidas o afirmadas, por lo que no les quedaba otra sino sentarse en el suelo y refugiarse en los matorrales por si las lluvias de esta temporada, les hacía pasar el mal rato, que algunos pasaron el anterior viernes.

Ese lunes la señora Clara, acompañada de su hija y una nieta, provenientes de La Grita, descendieron de un taxi. Se desconsolaron al saber que no habría por ese mes, más jornada de citas, pues habían tenido que pagar hotel, un gasto aunado al de transporte. Mientras tanto la señora Josefina, también residente en el Táchira, ya había perdido una acampada anterior, y terca tenía fe, que esa no la perdería, y que no pudo tener conocimientos del día preciso de las jornadas, porque ella no podía estarse viniendo todo el tiempo para Cúcuta, por su pobreza, esa misma que la estaba obligando a venirse a Colombia a como dé lugar porque en Venezuela “la cosa está muy arrecha”.

Por esos lares, rondaba alguien que sí había logrado una cita pero que querría estaba por allá, por hacerle un favor a alguien en los mismos afanes, había afirmado que ya desde el jueves en la noche, una muchedumbre estaba agolpada en las afueras del establecimiento. Quien trajo las novedades era un hombre flaco, ya mayor, con un bigote algo canoso y descuidado, que estaba en el ínterin de sacarle la nacionalidad a sus cinco hijos.

La ruta hacia la oficina especial se puede emprender hasta a pie desde Ureña, pasando por El Escobal y doblando por un pequeño tramo del Anillo Vial en Cúcuta, hasta dar con Prados del Este. El año pasado la misma se había ubicado en otra cancha similar; pero en plena zona residencial de la capital nortesantandereana, produciéndose las protestas de los vecinos del lugar, por los desórdenes que ocasionaban los venezolanos allí estacionados: el traslado de la oficina, no ha cesado las quejas, a pesar de que el Centro de Integración Ciudadana Prados del Este, está algo más alejado de los urbanismos. Aunque en apariencia casi solitario, no faltan las rondas de la policía colombiana, y en momentos álgidos, el Ejército neogranadino se aposta allí.

Muy cerca, hay restaurantes, supermercados y parques, donde pueden aliviar algo del cansancio y las necesidades corporales propios de esa estadía provisional en la calle.

Como se dijo más arriba, la atención gubernamental no garantiza necesariamente la cita. Si la documentación no está completa, o esta presenta irregularidades, el proceso se echa para atrás, y se pierden días y noches –hasta dos aproximadamente, aunque otros con madrugar les ha bastado- en plantón.

A medida que ha aumentado el número de venezolanos en búsqueda de la nacionalidad colombiana, las exigencias han aumentados, y a veces por detalles el esfuerzo se pierde. Esa cacería de la cita le ha tomado a muchos más un año, en parte debido a la ingente cantidad de solicitantes el día que fueron, porque no residen en Norte de Santander y se debe ajustar la agenda a la conflictiva realidad fronteriza con cierres totales intempestivos o trochas en estado de alta peligrosidad, o porque tenían que atender otros asuntos, porque tuvieron que volver a sacar los papeles etc., por los traslados de las oficinas de la Registraduría y su personal, algo muy común entre 2018 y 2019. Puede también acontecer que el proceso lo tengan que hacer ahí mismo, pero también ha ocurrido que los trasladen a otros despachos fuera de Cúcuta, por ejemplo, los ubicados en Villa del Rosario o Los Patios.

Ya el día miércoles un pequeño grupo de quienes desde la madrugada puntualmente cumplían con aparecerse en la fecha señalada, de lo contrario tendrían que volver a sacar la cita, un martirio que ya no quiere soportar más, muy similar al que han tenido que soportar en su país de origen para adquirir productos a precio regulado, gasolina, efectivo, etc. Con los papeles en regla ya revisados al momento de recibir su cita, y acompañados de los respectivos testigos –si se requieren- ya el solicitante aspira que el visto bueno del funcionario que dio la cita, coincida con los de quien está haciendo el registro de nacimiento, y no son pocos los casos en que el solicitante se puede llevar una sorpresa. Con el aumento del número de venezolanos con aspiraciones de la ciudadanía colombiana, y el aumento proporcional de muchas falsificaciones, la lupa de los funcionarios se vuelve cada vez más obsesiva. Y es que al respecto han existido denuncias graves, como el de muchos colombianos que cobran entre un millón y dos millones de pesos por hacerse pasar por padres de familia, algo que en Colombia representa un delito muy grave.

Sobre la atención en el Centro de Integración Ciudadana Prados del Este no faltan detractores y agradecidos. Estos últimos afirman que superadas las colas todo el proceso se realiza de manera expedita, y la atención es muy respetuosa. Por el contrario quienes se quejan observan que los pocos días para reservar citas no se apiadan de la cantidad de venezolanos en gestiones, y que los mismos son pautados casi que caprichosamente. Otras quejas se dirigen a señalar que por momentos a algunos funcionarios se les “sale el genio”, transformándose en los papás regañones que nunca se tuvieron. Sin embargo esto puede ser interpretado de muchas maneras, incluso de “choque cultural” entre el venezolano y el cucuteño.

Turismo por una nacionalidad

A diferencia de la década pasada, cuando muchos colombianos pasando por turistas visitaban Venezuela y salían con una cédula de identidad en la mano, sin ni siquiera aprenderse el nombre de la ciudad donde la adquirieron, para el venezolano la cosa no ha sido tan fácil. Si pierden la oportunidad de cita en las oficinas especiales, la otra opción es conseguir una en otros municipios, lo que ha propiciado una forma de turismo por el Norte de Santander con una carpeta debajo del brazo.

Allá puede que se cuente con mayor suerte, o con mayores trabas, ya que por esos despachos se han tenido que reducir el número de días de concesión de citas a uno, para apenas asignar cien o un poco más; no obstante tratándose de una pequeña oficina muchas veces no contaba con el aforo para abordar a la gran cantidad de personas que a esos lares acudía.

En uno de esos pequeños municipios, dimos con un registrador que abre y cierra el despacho con su propia llave, mientras dos o tres personas lo abordaban para formularle algunas consultas.

Con su carácter afable atendía con paciencia a los venezolanos, advirtiéndoles que iba en camino a almorzar a su casa: ellos como alumnos buenos, desatendiendo un poco esta advertencia y más pendientes atendían de los consejos del profesor, que como muchos en su condición deben soportar el asedio a su privacidad.

Precisamente atendía un problema en particular, que ha arrastrado la total ruptura de relaciones entre los gobiernos de Colombia y Venezuela: muchos son los que tramitaron sus cédulas en los consulados colombianos, y hoy están con la dudas de a dónde las mismas se entregarán. Al respecto la orden ha sido habilitar en estratégicos puntos fronterizos oficinas dedicadas a tal fin. De igual modo, adelantó que con motivo de las próximas elecciones, habría movida de personal en los registros, lo que podría acarrear suspensión de los servicios de registro civil, por lo que recomienda a quienes están pendientes de obtener la nacionalidad, no dejar todo para última hora.

Pero así como hay funcionarios gozan de paciencia infinita, otros no tienen pelos en la lengua para hacerle reclamos a los solicitantes. Una señora de setenta años recibió una reprimenda, de alguien que no entendía como hasta estos momentos de su vida se le había ocurrido adelantar ese tipo de gestiones.

 

Por notaria, más gasto…

Requisitos solicitados por Registraduría

Con acta apostillada

1- Copia de cédula del padre y la madre
2- Copia cédula venezolana del inscrito
3- Acta de nacimiento apostillada con código de verificación
4- Un declarante familiar, consanguinidad grado 1 y 2
5- En algunas notarias se pide factor RH

Con acta solo legalizada (trámite en registros especiales)

1- Acta legalizada en la oficina del Registro Civil
2- Copia de cédula del padre y la madre
3- Un declarante familiar, consanguinidad grado 1 y 2
4- Presencia del padre para el reconocimiento
5- Dos testigos 10 años mayor que la persona a registrar Pero también se podrá exigir: Datos filiatorios del padre o padres colombianos con nacionalidad venezolana; registro de defunción del padre fallecido; recuperación de la nacionalidad; acta de matrimonio cuando los padres son casados y el padre no está presente

En la notaria las cosas son aparentemente más tranquilas; pero se hace notar que una parte importante de lo que allí sucede se dirige a los venezolanos.

El notorio a cargo de una de esos despachos en Cúcuta, afirmó que se trata de darle celeridad a los procesos teniendo en cuenta que muchos ni vienen con lo del pasaje, o se pueden incomodar con los calores de estos días en la ciudad y quedarse más tiempo en la ciudad les implicaría más gastos.

Para gastos notariales, los que van a registrarse deben disponer de alrededor de 70 mil pesos, y de la partida de nacimiento apostillada.

Por la cita de la apostilla de la partida de nacimiento –que para los funcionarios colombianos da garantía de la autenticidad del documento- muchos en Venezuela, moviéndose en una red de corrupción dentro del Ministerio de Relaciones Exteriores, han llegado a pagar hasta 200 mil pesos; no obstante, hay quienes han tenido suerte –cuando los astros se han conjugado favorablemente- de abrir la página por internet donde la misma se otorga, y nada han tenido que pagar.

Si bien hay quienes estarían dispuestos a solventar un costo, no al alcance de un venezolano cuyo salario mínimo mensual no supera los 50 mil pesos, se niegan a hacerlo por lo complicado y corrupto que ha resultado conseguir la apostilla.

Últimamente se reporta mayores éxitos en sacar la cita y cargar los documentos on line, por los cambios que ha experimentado la página, restringiendo las atenciones de acuerdo al terminal del número de cédula del gestionario.

De otro lado, aunque en las notarías se intenta cubrir la mayoría de los casos, habría algunos que ameritarían remitirse a la Registraduría.

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