Frontera

“Jaladores de carros”: Una práctica ilegal que crece en la frontera

14 de octubre de 2019

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Al final, el combustible termina en las trochas para ser trasladado hacia Colombia, donde se revende

“Jefe, se la compro en 36.000 pesos”. La frase pertenece a un joven “jalador de carros”, así se les denomina en la frontera de San Antonio y Ureña a las personas que se dedican a llamar la atención de conductores, futuros clientes, quienes al aceptar la propuesta son dirigidos a una de las casas cercanas, donde les compran el combustible.

La práctica se ha incrementado en los últimos meses, sobre todo tras la migración interna de personas desde el centro del país hasta la frontera, un lugar que ven propicio para sembrar raíces y emprender cualquier clase de negocio que permita enfrentar la crisis. De acuerdo con cifras oficiales, cerca de 47.000 nuevos residentes tiene el municipio Bolívar.

Desde el cementerio de San Antonio, hasta la localidad de Tienditas, en la jurisdicción de Pedro María Ureña, se contabilizaron cinco tipos de “alcabalas” dirigidas por los “jaladores”, quienes se despliegan en la vía para realizar un trabajo que, en la otrora frontera, no era común hacia el lado venezolano, pero sí en La Parada, en Colombia.

Ahora los papeles se han invertido, y conforme transcurre el tiempo, son más las personas que se adhieren a un “oficio” signado por la ilegalidad y el peligro.

Levantan la mano como si estuviesen pidiendo la parada de un bus, pero la señal va dirigida a los carros particulares; a veces, cuando el tránsito está lento, se acercan a las ventanillas de los vehículos y le lanzan la frase gancho:

“Le damos (…) pesos”.

Cuando la escasez de combustible se intensifica, actual escenario que vive el Táchira, la oferta suele ser mucho más llamativa. Los “jaladores” aumentan el precio por la pimpina de 20 litros; es decir, una persona que haya logrado abastecerse de combustible en la única estación de servicio que funciona en San Antonio, “La Esperanza”, puede negociarla en un mercado que se hace cada vez más habitual y frente a la mirada de todos.

¿Adónde va a parar ese combustible?

Gran parte del combustible adquirido por los “jaladores” es trasladado por las trochas hacia Colombia, una actividad que no es nueva en la frontera y que ante la devaluación del bolívar, se ha agudizado, al punto de ser una vitrina que se exhibe sin tantos miramientos.

Ya en Colombia, el combustible venezolano se convierte en la opción de muchos taxistas y choferes de busetas, que acuden a las casas que lo expenden, con el propósito de hallar precios “más cómodos” que los conseguidos en las bombas neogranadinas.

El paso de combustible por las trochas se realiza en horas de la noche, momento en el que la oscuridad y la soledad reinan… Así va la imagen de la frontera, con matices que desnudan su complejidad.

 

Jonathan Maldonado

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