Jonathan Maldonado
Los días en Ureña suelen ser abrasadores por el intenso sol de la zona. En esta localidad fronteriza, los habitantes buscan la manera de protegerse del “catire”, como coloquialmente le llaman a esta estrella, razón por la que los servicios de “bicitaxis” y “sillataxis” se convierten en la panacea de muchos para cruzar el trayecto que va desde la Aduana y hasta el puente internacional Francisco de Paula Santander.
Era martes, 9 de noviembre, y el bochorno hacía que gran parte del camino, con destino al tramo binacional, se tornara fastidioso. Los encargados de conducir los vehículos ecológicos iban y venían del paso formal con pasajeros que, en su mayoría, deseaban protegerse del inclemente sol.
“1.500 pesos por persona”, es el grito que sueltan los conductores en los puntos habilitados para estacionarse y captar clientes. Antes de atravesar la aduana, se hallan en la esquina de la cancha, mientras que, de retorno del tramo binacional, se ubican a escasos metros del paso formal.
Este viernes se cumplen los primeros cinco días de la reactivación peatonal sobre el puente de Ureña, la cual fue oficializada, cerca de las 11:00 a.m. del lunes 8 de noviembre, por el diputado y candidato a la gobernación del estado Táchira, Freddy Bernal, quien recibió el beneplácito de algunos y las críticas de otros; estos últimos por pensar que se trataba de una campaña en medio del clamor del ciudadano.
El restablecimiento del paso para los peatones en general se ha convertido en un beneficio para la economía informal, la cual se está extendiendo nuevamente por los espacios cercanos al puente, y busca aprovechar la movilidad pendular, que ha ido en ascenso en el mes de noviembre, luego de la reactivación de los tramos.
Los carruajes (“bicitaxis”), cuya diferencia más notable de los de ataño es la bicicleta, pues antes empleaban un caballo, poseen asientos cómodos, que van desinfectando con alcohol a medida que la gente se apea del vehículo. Las manos de los clientes también son sometidas al uso de alcohol y antibacterial por quienes prestan el servicio.
Aunque el tramo es recto, sin rampas, hay ciertos puntos donde el conductor se cansa, por la fuerza y velocidad que le debe aplicar a los pedales. En torno a los “sillataxis”, procedimiento que es bastante similar al otro, el precio, por puesto, está ubicado en 2.000 pesos.
Estos servicios informales no son los únicos en las cercanías al puente de Ureña, también están los vendedores de refrescos y agua, así como los que ofrecen chucherías y café a los transeúntes, y quienes venden los acostumbrados jugos naturales: naranja y tres en uno. Los taxistas y mototaxistas, legalmente constituidos, están sumados en los alrededores.
“Es una idea adoptada de Colombia”
En varias ciudades de Colombia existe la figura del “bicitaxi”, precisó Rafael Gómez, de 25 años, quien se estaba estrenando en el manejo del vehículo. “Me parece una idea chévere, y es suave para manejar”, resaltó el joven a escasos metros del puente de Ureña, donde acababa de recoger a dos usuarios que regresaban a Venezuela.
“Somos mototaxistas y el presidente de la línea, quien tuvo la idea de estos vehículos, es quien nos ha permitido trabajar con ellos”, aseguró Gómez, al tiempo que estimó que más de cuatro “bicitaxis” y dos “silltaxis” están operativos en estos momentos, cuyo servicio representa una gran demanda en la jurisdicción.
El caballero, junto a otros compañeros (damas y hombres), ofrece el servicio a medida que va cruzando la ruta que los lleva al puente, o viceversa. “Hay personas con ciertas discapacidades que prefieren ir en estos vehículos, o quienes solo quieren protegerse del inclemente sol en la zona”, señaló.
A las 6:00 a.m., según Gómez, el grupo de trabajadores ya ha arribado a las cercanías del paso formal, con el propósito de ir brindando el servicio de traslado a la mayoría de personas que así lo deseen. “El puesto para dos personas cuesta 3.000 pesos y, si el servicio lo toma un solo ciudadano, debe cancelar 1.500 pesos”, subrayó.
“Nos estrenamos con la apertura del puente”
Reina Rondón, de 27 años, es la encargada de manejar uno de los dos “sillataxis” que están funcionando en la actualidad. “Es algo novedoso”, subraya la joven, mientras se hallaba a la espera de un cliente con quien regresar hacia la cancha, punto de salida de los vehículos que prestan el servicio para el puente.
Cuando el paciente que trasladan en el “sillataxi” amerita de una atención especial, le permiten pasar hasta el lado colombiano, sin ningún problema; no obstante, son pocos los casos que los hacen llegar al vecino país, pues en casi todas las ocasiones dejan al cliente en la entrada al tramo binacional, lado venezolano.
“Esperamos, Dios mediante, poder seguir adelante con este servicio que representa una buena opción para la gente “, puntualizó Rondón, al dejar claro que, en lo concerniente al tipo de vehículo que maneja, fue estrenado con el restablecimiento del paso peatonal, el pasado lunes 8 de noviembre.
Pese a los pocos días que llevan activos, la receptividad, según la dama, ha sido bastante aceptable y se espera que, con el transcurrir de los días, el escenario mejore para todos los vendedores informales de la zona cercana al tramo internacional, donde el ritmo pareciera ir en ascenso por estos días, previos al mes de diciembre.
“Ya se ve la diferencia”
En la línea de taxis, ubicada a escasos metros de la aduana de Ureña, reina el optimismo tras el restablecimiento del paso peatonal. Óscar Sánchez, 62 años, lleva un lustro laborando con este grupo de taxistas, y asevera palpar desde ya una leve mejoría en el incremento del servicio que prestan.
“Hay aumento en el número de personas que cruzan a Colombia y luego retornan a Venezuela”, prosiguió el sexagenario, convencido del buen panorama que se avecina para ellos en el mes de diciembre, con el flujo de ciudadanos, proveniente de diversas regiones del país, que seguirán atravesando el puente.
“Se nota la diferencia en la movilidad de personas, y a nosotros los taxistas nos beneficia enormemente”, reiteró Sánchez, quien recordó que cuando el puente se encuentra cerrado son muy pocas las carreras que salen durante el día. “Cuando era solo canal humanitario, se hacían cuatro o cinco carreras por jornada; hoy, con el nuevo escenario, las carreras se duplicaron”, dijo.
El servicio que ofrecen es hacia cualquier lugar de Venezuela. “Si la gente necesita ir hacia a La Fría, por ejemplo, se le presta el servicio”, remarcó, para luego hacer hincapié en que la mayoría de usuarios se dirigen hacia el terminal improvisado que hay en Ureña, donde las personas toman la buseta con dirección a otras ciudades del Táchira.
El servicio, desde la parada de taxis y hasta el terminal improvisado de la jurisdicción, cuesta 6.000 pesos, es decir, la carrera mínima estipulada. Ya hacia San Cristóbal, el precio se ubica en 180.000 pesos, pero son muy pocos los que pagan el traslado hacia la ciudad capital del estado Táchira.
“Estamos comprando la gasolina a precio internacional, no tenemos subsidio del gobierno”, lamentó el conductor de la línea, quien señaló que, cuando no hay el deseado carburante en las estaciones de servicio internacionales, se ven en la necesidad de adquirirlo en los puntos informales, donde el litro sobrepasa los 3.000 pesos.
“Esto se acomoda”
El carro para la venta de jugos de naranja y tres en uno, de Marco Vega, de 77 años, se estaciona todos los días, a las 7.00 a.m., en uno de los extremos de la cancha situada en las cercanías de la aduana. “Ya está mejorando un poco, la gente está llegando, y los sábados arriban muchas personas del centro del país a hacer sus compras”, indicó.
Para el septuagenario, un puente abierto significa incremento en sus ventas. “Antes de la pandemia, solía vender tres bultos de naranja en media jornada, mientras que en la actualidad no se sobrepasan los 20 kilos de naranja”, acotó quien, otrora, estaba imbuido en su trabajo de maestro de construcción.
“Ese oficio (la construcción) lo abandoné hace ya varios años, pues quería algo más tranquilo, que no representara tanto agotamiento”, sentenció el caballero, quien está convencido de que el escenario mejorará, “se va a acomodar” con la reactivación del puente para todos los ciudadanos.
Vega aclara que su puesto de venta de jugos le ha permitido sobrevivir, junto a su esposa, durante estos meses de pandemia, donde las dificultades para el trabajo se agudizaron en las primeras semanas de cuarentena radical. “El vaso pequeño vale 1.000 pesos y el más grande 2.000”, detalló.
El caballero arriba a su punto de trabajo a las 7:00 a.m. y se va retirando cuando las agujas del reloj están marcando las 3:00 p.m. “Lo que más pide la gente es el tres en uno (remolacha, zanahoria y naranja), pues evita el paludismo, la hepatitis y la anemia. Mucha gente va a comenzar a venir”, añadió.